Muniain se queda sin la guinda

Muniain se queda sin la guinda

¿Muniain o Sancet? Era una de las dudas en la previa del debut liguero del Athletic que Valverde no quiso resolver. La respuesta fue que los dos al verde, de modo que Iker pudo celebrar su partido 500 como rojiblanco desde el inicio. Va camino de ser leyenda. Es el sexto futbolista con más partidos en la historia del club solo por detrás de Iribar (614), Rojo (541), Etxeberria (514), Iraola (510) y Susaeta (507). El único que rebasa esta cifra sin entrar en la treintena, como apuntó Adurizpedia en Twitter. El contrapunto fue que Muniain no pudo celebrar la efeméride con una victoria.

Txingurri dejó claro con su planteamiento inicial que pretendía que el Athletic jugara mucho por dentro para lanzar después a las bandas y que el cuero llegara al área. Tampoco es que el capitán y Sancet actuaran a dos alturas en todo momento, sino que el dibujo iba mutando de un 4-2-3-1 a un 4-1-4-1 o a un 4-3-3 según las circunstancias. Con los dos filtrándose entre las líneas enemigas para hacerlas saltar por los aires.

Berenguer estuvo cerca de aprovechar un pase filtrado de Muniain mediado el primer acto, su chut lo repelió el meta. El Athletic hizo daño con las transiciones, pero no tanto en posicional. El Mallorca se cerraba, desaparecían los huecos y ahí los leones sufrían, como tantas veces en los últimos años.

Muniain rondó el gol antes del descanso en un remate forzado llegando desde atrás que atrapó Rajkovic. A los bilbaínos les fue costando más hilvanar el juego con el paso de los minutos, el peaje lógico a estas alturas de la película. El de la Txantrea, eso sí, participó en una enorme combinación colectiva en el 50’ junto a Vesga y Villalibre que Williams no concretó.

Al 10 también le pesó el avance del choque. Primero fue Sancet el sustituido y luego Muniain se marchó al banquillo antes de tiempo. Valverde buscó un fútbol más directo con Guruzeta y Raúl que tampoco encontró el camino del gol. A la conclusión, la Herri Harmaila homenajeó al capitán. Mostró una pancarta gigante y le dedicó un obsequio. Muniain se dirigió al fondo y accedió a la grada, aunque la cara es el espejo del alma y la del navarro reflejaba que no habían ganado.




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