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Nadal escapa de Shapovalov


Mientras la nueva savia empieza a ganar terreno en el circuito y mete los codos, la vieja guardia defiende su espacio de privilegio con oficio. Aparentemente, lo tenía todo de cara Denis Shapovalov, set arriba primero y dos bolas para adjudicarse el billete a los cuartos después, pero acabó imponiéndose Rafael Nadal, en otra exhibición de resistencia y sangre fría después de otro espinoso encuentro. Contuvo a Yannik Sinner en el estreno y escapó a otro jovenzuelo con talento en la segunda aparición, para dirigirse hacia un choque con Alexander Zverev (4-6, 6-3 y 6-4 a Kei Nishikori) y seguir aspirando a su décimo título en Roma: 3-6, 6-4 y 7-6(3),en 3h 27m.

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No habían transcurrido más que un par de juegos y Nadal ya sudaba la gota gorda. El español se había retirado al hotel la noche anterior con un mosqueo más que considerable, el entender que no tenía demasiado sentido cerrar el programa del día previo y tener que intervenir a mediodía del siguiente, con una escueta franja de descanso. Era fundamental, pues, la respuesta física. Más ante un chico de 22 años que es puro nervio y todo electricidad, una avispa que revolotea por toda la pista con el aguijón por delante. Salió Shapovalov en estampida y, de entrada, embistió con todas las de la ley. Sin corsés.

Zurdo, de revés a una mano y con piernas alcalinas. Por tanto, un adversario siempre peligroso, aunque su currículo sobre arena sea muy discreto y abordase el duelo con solo cuatro triunfos en arcilla esta temporada. Desde el inicio, impuso su velocidad de bola y desbordó con la derecha y el revés, produciendo golpes ganadores desde todo tipo de ángulo. Frente al vendaval, Nadal se parapetó al fondo y tiró de escudo, pero al ver que la fórmula no funcionaba recuperó la determinación del día anterior, contra Yannik Sinner. La variante le permitió recortar del 0-4 al 3-4, pero Shapovalov no se asustó.

Descarado e imaginativo, el joven –14º de la ATP, 11º en su pico– continuó enviando una pedrada tras otra y mantuvo el temple cuando Nadal se corrigió. El español había perdido el sitio, y la reacción fue finalmente estéril. Demasiado error, mucha imprecisión. Seleccionó mejor, pero no terminó de encontrar la vía de enganche. A remolque por el frenético ritmo que proponía el rival, estrelló un revés en la malla y así, al cuarto punto de set, se dio carpetazo al primer parcial, los 59 minutos sin pausa ni tregua. Vértigo por los cuatro costados de la central romana. Un panorama feísimo para él.

“¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!”, se recetaba el de Manacor, contrariado porque confiaba en que Shapovalov bajaría en algún momento el pistón, pero el chico siguió a lo suyo, erre que erre, de cambio en cambio de dirección, abriendo más y más pista. Un detalle técnico tras otro: tiros en suspensión, muñequeo envenenado. Espectáculo para estos tiempos de tenis robótico, con peloteos tan breves como insípidos, dos o tres bastonazos y a otra cosa. El canadiense es otra historia. Abrió la segunda manga en la misma dirección, a todo trapo, y Nadal no pudo más que aguantar el chaparrón otra vez. De nuevo, a contracorriente.

El rival volvió a arrebatarle el servicio y a abrir brecha (3-0). Mientras, él buscaba sin respiro un oasis anímico. Necesitaba un estímulo y lo encontró en el break del cuarto juego, de alguna manera liberador. A partir de ahí, brazada a brazada, Nadal se rehízo. Fue recuperando terreno y la buena forma, mientras que las dudas se adentraron en la mente de Shapovalov. Muy sólido hasta entonces, el canadiense comenzó a cometer deslices y a fallar. Pero ni un paso atrás. Es decir, había partido. Bonita pelea. El mallorquín enlazó cinco juegos y aunque el adversario logró cortar la hemorragia, 5-4, cedió la manga y el pulso se reseteó.

De crochet a crochet

El reloj superaba las dos horas. El joven rumiaba el palo y el veterano enseñaba los colmillos. La pista ya seca, sol y sombra en la arcilla haciendo diabluras; cortinillas de viento en Roma, un 25% de aforo (primer día con público en la grada) y violines por la megafonía. De crochet a crochet, de rotura (3-1) a rotura (3-2), pegó primero Shapovalov y respondió Nadal de inmediato, certero para frenar el impetuoso arrebato del canadiense. Sólido con la derecha y el primer saque –variante estratégica, buscando mucho más el cuerpo–, goteó negativamente con el segundo y todo se redujo a un duelo de pistoleros.

En el tramo crítico, con 5-5, Shapovalov cometió dos dobles faltas pero se levantó para salir del lío y aterrizar luego en una jugosa situación. Nadal le abrió un pasillo con un par de bolas mal tocadas y dispuso de dos puntos de partido; sin embargo, no atinó, pecó de prisas y se llevó un guantazo tremendo. En ese territorio terminal a todo o nada, el español se mueve como pocos y terminó diluyendo al chico en el tie-break. Ni pestañeó, mientras que al rival se le fue encogiendo el brazo. Maldecía Shapovalov esas dos opciones que se le escaparon. Volaron, y el que acabó levantando los brazos fue el balear, airoso tras un despegue titánico en el Foro Itálico.

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