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Nadie en la música tiene la obra literaria de Rubén Blades



René Pérez y Rubén Blades en la ceremonia de los Grammy latinos, en Las Vegas, Nevada.Ethan Miller (Getty Images)

Cuando uno admira mucho a alguien uno intenta emular a esa persona. En mi caso yo me puse a buscar cada detalle que tenía en común con Rubén. Como por ejemplo, nuestros dos nombres empiezan con la letra “R”, Rubén, René. Que de hecho me parece un gran nombre para un artista pop, Rubén René. Se están comiendo la mierda las disqueras. Además de eso ambos somos signos de agua, Rubén es Cáncer y yo soy Piscis. Amorosos, creativos y todas las pendejerías que dice el zodiaco. Ninguno de los dos tenemos que gastar en champú porque los dos nos quedamos calvos. Otra cosa que tenemos en común es que nuestras madres, tanto Anoland como mi mamá Flor, ambas cantan hermoso, son artistas súper talentosas. Ambos crecimos en hogares movidos por el arte. Y como si fuera poco, otra cosa que tenemos en común es que ambos nos criamos en la calle 13. Rubén en la calle 13 en el casco viejo de Panamá y yo en la calle 13 en Trujillo Alto, Puerto Rico. Y viviendo en la calle 13 junto con mis hermanos crecimos con la música de Rubén.

Esto lo digo con admiración y con respeto a todos los grandes artistas que hay aquí esta noche. Rubén, nadie en la música tiene tu obra literaria.

Marvel y DC Comics tienen que pedirte la bendición.

Porque ni Metrópolis, ni Gotham City serán más grande que ese mundo que creaste, Hispania. Porque tus historias son de gente que existe, gente real, sin superpoderes mágicos. Gente que se desangra si le disparan. Porque me enseñaste que el arte va por encima de todas las cosas aunque la historia de Superman venda más que la de Ramiro. Gracias a ti con mi déficit de atención nunca me sentí solo porque me dejaste un universo lleno de personajes que se convirtieron en mi familia.

A mí me dolió la muerte de Adán García y soy de los que creo que Sebastián no estaba loco porque yo también tuve novias imaginarias. Y me tocaste el alma con tus Cuentas del alma porque todavía mi mamá duerme frente a la televisión cuando se siente sola.

Entre las tantas charlas que hemos tenido una vez te cuestionaste si había valido la pena el haber contado toda estas historias porque al final la gente se olvidaba. Me dijiste que cuando uno muere la obra moría con uno. Y pues yo te digo que por lo menos cuando yo muera yo quiero que estén todos allí esperándome:

Pedro Navaja, Josefina Wilson, Pablo Pueblo, Ligia Elena, Adán García, Juana Mayo.

Carmelo Da Silva, Manuela Pérez, Ramiro, Juan González, Camilo Manríque, Sebastián, Paula C, Juan Pachanga, Maria Lionza, Madame Kalalú, Laura Farina, Isabel, Cipriano Armenteros, Medoro Madera, El padre Antonio y el monaguillo Andrés.

Llevo toda una vida creciendo con tu obra. Nací en el 78 cuando nació Siembra y me convertí en cosecha, en fruto, por eso a pesar de que estamos aquí en Las Vegas rodeados por edificios cancerosos dentro de una ciudad de plástico puedo identificar a cada uno de los Pablo Pueblo que trabajan aquí a tiempo completo por un salario mínimo. Por eso tu obra nunca muere maestro.

Me criaste con tu música, me educaste con tus letras.

Me abriste las puertas de tu casa para prestarme una habitación cuando todavía no tenía casa. Me aconsejaste en los momentos más complicados de mi carrera. En esos momentos en los que todo el mundo se esconde, ahí estabas tú. Me diste lo más que necesitaba, una guía, una dirección. Eres mi mentor, mi maestro, mi amigo. Eres como un padre para mí.


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