Llega de nuevo el Another Way Film Festival, la cita anual del cine sobre el progreso sostenible, que se celebra en Madrid del 22 al 29 de octubre en formato presencial y también virtual y que cumple este año su sexta edición. Me digo que una de las películas que se van a exhibir, L’homme a mangé la terre (El hombre se ha comido la tierra), no estaría muy de acuerdo con la idea del “progreso sostenible” de la que habla el festival porque es una expresión que parece más bien un oxímoron: ¿desde cuándo el progreso ha sido o puede ser sostenible?
El documental El hombre se ha comido la tierra, se estrenará en España en el marco del festival. Podrá verse el 24 de octubre en la Cineteca Madrid. El film explica cómo ha evolucionado la historia del supuesto progreso en los últimos siglos para acabar concluyendo que el susodicho avance es más bien dicho una carrera acelerada hacia ninguna parte. Nos dirigimos hacia el precipicio y la pregunta del millón es ¿cómo nos frenamos ahora?
El film es obra de Jean-Robert Viallet, un periodista y realizador de documentales francés, interesado por decirlo de manera castiza en poner el dedo en la llaga: en los claroscuros del capitalismo, en las zonas grises de las esferas de poder y en los olvidados de la economía global. Para realizar este documental echó mano de un docto libro publicado en 2013, L’évènement anthropocène, obra de dos historiadores de la ciencia franceses. El libro sostiene que el drama que estamos viviendo no es propiamente una crisis medioambiental, como suele afirmarse, sino una revolución geológica de origen humano en toda regla: la Tierra ha entrado en la era del antropoceno.
Extraer más recursos para producir más, vender más, comprar más es una secuencia lógica y letal
Me sorprende a menudo el contraste en muchas películas medioambientales entre el dramón colectivo que exponen por un lado y la belleza cautivadora de las imágenes por el otro. Te están contando que el mundo se va al garete pero lo hacen con tanto estilo y con un dominio tal del encuadre y de la luz en la fotografía que casi se te va el santo al cielo y te olvidas de que toda la película, belleza estilística incluida, está al servicio del mismo mensaje: nos estamos cargando el planeta.
El hombre se ha comido la tierra se exhibirá también en streaming en Filmin del 22 al 29 de octubre. Me resulta fascinante, desde un punto de vista visual, la combinación que hace el documental de imágenes contemporáneas con otras rescatadas de archivos, en blanco y negro, que se suceden y se entrelazan sin sobresalto alguno. Y también destaca el esfuerzo por contar la historia del progreso económico y científico de estos dos últimos siglos sin aburrir al espectador y hacerlo de manera muy gráfica.
Creo que a estas alturas de la película (de nuestra vida) hemos comprendido que nuestro estilo de vida no tiene futuro. Ni presente, de hecho. Extraer más recursos para producir más, para vender más, para comprar más, para consumir más es una secuencia aparentemente lógica que ha resultado ser letal y, a la postre, ilógica. Mucho de lo que nos han “vendido” como bueno y necesario en nuestra sociedad occidental se revela, a la luz de la historia, como prescindible e incluso a veces como malo.
Da miedo pensar en el inicio de la escalada por el progreso tal como nos lo cuenta el documental. La historia de esta carrera de locos se remonta al s. XVIII, cuando la tala de bosques no consigue satisfacer la demanda de una población europea creciente. Para evitar la deforestación galopante la comunidad científica anima a la extracción masiva de carbón. Así se preservarán los bosques. Una buena idea, ¿no es cierto? Ello llevó, sin embargo, al desastre ecológico que estamos viviendo hoy en día.
Y decía yo que da miedo pensar en el inicio de la escalada porque por aquel entonces pareció una buena idea, una “solución ecológica”: extraer el carbón del subsuelo para dar carpetazo a la crisis forestal. ¿Estaremos viviendo hoy en día otra falsa concepción de la realidad? ¿Podría ser que la energía verde, que se nos vende también como la “solución ecológica” no lo sea realmente? ¿Y si el antropoceno fuera la era sin retorno?
Las películas medioambientales tienen un serio problemón: el final está siempre abierto y no hay manera de predecir el futuro a ciencia cierta. ¿Cómo acabará la historia? Los indicios que manejamos no dan mucho margen para la esperanza. Aun así hay que agarrarse al hecho irrefutable de que el “final está abierto” y, nos guste o no, todos somos co-autores de lo que venga después. Que cada palo aguante su vela.
Source link