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Navarra rescata los búnkeres secretos del franquismo


En la durísima posguerra que afrontó España en 1939, las empresas no disponían de materiales para reconstruir las ciudades arrasadas por la Guerra Civil. El Gobierno de Francisco Franco tan solo les permitía seis sacos de hormigón al día. En aquella restricción influyó la obra faraónica que acababa de emprender el dictador: la construcción de búnkeres en los Pirineos para defender la frontera con Francia de una hipotética invasión. A estos trabajos se destinaron toneladas y toneladas de hormigón. Hoy nadie sabe con certeza cuántos búnkeres se horadaron finalmente a lo largo de toda la cordillera, aunque las estimaciones barajan horquillas de entre 6.000 y 15.000.

Su construcción se prolongó hasta 1958 y después cayeron en el olvido hasta los años ochenta, cuando fueron vigilados para controlar que la banda terrorista ETA no los utilizara como zulos. Solo en Navarra se han documentado 56 centros de resistencia y cerca de 3.000 construcciones defensivas. El Gobierno foral, varios ayuntamientos y la empresa de arqueología Gabinete Trama se han unido en el proyecto Fronteras de Hormigón para recuperar esas fortificaciones y abrirlas al público. Fruto de esos acuerdos, en localidades navarras como Bera, Burguete o Erratzu se han documentado entre 150 y 200 búnkeres en cada término municipal y las entidades locales han ideado ya diversos itinerarios para poder visitarlos.

Carlos Zuza, de Gabinete Trama, enseña los mapas de situación de los búnkeres. PABLO LASAOSA

A lo largo de este 2022, el Gobierno de Navarra, a través de la dirección General de Paz y Convivencia, y el Ejecutivo central van a impulsar la señalización, limpieza y recuperación de los accesos a estos búnkeres y la instalación de paneles y QR informativos. Uno de los objetivos que tienen en mente, detalla el director del Instituto de Memoria Histórica, José Miguel Gastón, es poder llegar a crear un recorrido uniforme por todo el Pirineo navarro. Está prevista la construcción de rutas en Bera, Artesiaga, Erratzu, Roncal u Otsondo. Por ahora, son las oficinas de turismo las que pueden indicar donde se encuentran. Hay municipios más adelantados, como Burguete, donde se han creado hasta tres rutas diferentes. Uno de los fundadores de Gabinete Trama e ideólogo de este proyecto, Carlos Zuza, explica que son itinerarios “autogestionados” en los que los visitantes pueden conocer la historia a través de los paneles informativos. Permitirán recorrer distintos tipos de búnkeres “significativos y relevantes” con los que hacerse una idea de lo que supuso esta obra faraónica.

Los búnkeres fueron construidos por el Ejército franquista siguiendo las indicaciones de un grupo de ingenieros que eligieron puntos estratégicamente claves sin importarles si el terreno era comunal o privado. Legalmente no existen. Por ello, con este proyecto de Fronteras de Hormigón, y a través del servicio de arqueología de la Institución Príncipe de Viana, se documentan y se registran. De este modo pasan a ser patrimonio histórico y a tener su propia categoría jurídica, lo que evitará que puedan ser destruidos por los dueños de los terrenos. “Es patrimonio público y hay que preservarlo, pero vamos poco a poco. Esto nos va a llevar años”, explica Zuza.

Cuenta la tradición oral que si una persona quería construir una casa en el Pirineo navarro durante la dictadura, el Ejército supervisaba su localización y, en caso de que interfiriera en la línea de tiro de algún búnker, avisaba a los futuros dueños de que, si construían la casa ahí y en algún momento se producía una invasión, su vivienda sería dinamitada por las fuerzas de defensa, sin derecho a indemnización.

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SuscríbeteEl historiador y arqueólogo Carlos Zuza visita en uno de los túneles de los búnkeres. PABLO LASAOSA

El vecindario conocía la existencia de búnkeres en sus valles, pero sin sospechar el alcance real de la construcción. Zuza, historiador, arqueólogo y vecino de Burguete, comenzó a indagar junto con su socio en Gabinete Trama, Nicolás Zuazúa. La mayoría de las localizaciones las hallaron en los centenares de planos elaborados por el Ejército franquista, que se almacenan en el Archivo Militar General de Ávila, pero algunos los han encontrado gracias al testimonio de los habitantes de la zona.

Es lo que ocurrió, por ejemplo, en Erratzu. El concejal por Geroa Bai en el Valle de Baztán, Joseba Arizkun, descubrió la existencia de varias construcciones defensivas en el terreno de un vecino. Con su permiso entraron en algunas de ellas y, junto con el Instituto de Memoria Histórica, seleccionaron cuáles eran las más apropiadas para limpiar y abrir al público. Carlos Zuza y Nicolás Zuazúa organizaron allí un campo de trabajo y durante las labores de limpieza, el dueño del terreno les señaló la localización de otro búnker más que no aparecía en la documentación. “Motosierra en mano”, lograron acceder a una construcción horadada en la roca, mucho más amplia de lo esperado, y que hoy en día también se puede visitar.

En esta zona próxima al pueblo de Erratzu se concentran tres búnkeres de grandes dimensiones. Se pueden visitar también los barracones en los que se alojaron soldados y prisioneros y se está preparando un sendero de unos 600 metros que los conectará con el pueblo y con el aparcamiento de la Cascada de Xorroxin, que atrae a miles de turistas cada año.

Otra de las rutas más accesibles está en el municipio de Bera. Incluye el búnker de Peña Rata, que vigila la frontera con Francia y que se diseñó como observatorio. Las construcciones se han limpiado, el terreno se ha adecuado y se han instalado señalizaciones gracias a la labor de un centenar de jóvenes de entre 16 y 24 años que han participado en campos de trabajo desde 2017. Dentro del programa Escuelas con Memoria son visitados luego por escolares de aquellos centros educativos que lo soliciten.

Antiguos barracones junto a los búnkeres donde se alojaban los soldados. PABLO LASAOSA

Para horadar esta inmensa fortificación en los Pirineos, Franco tuvo en cuenta los errores cometidos por Francia en la denominada Línea Maginot, la fallida muralla de defensa construida por los galos en su frontera con Alemania e Italia tras la Primera Guerra Mundial. La francesa, explica Zuza, se organizó en una línea, por lo que al caer un primer punto, cayeron todos los demás detrás y no se consiguió detener la invasión alemana. Por eso en el Pirineo navarro las decenas de ingenieros que participaron en su construcción diseñaron una red de 56 centros de resistencia autónomos. Cada uno de ellos disponía de distintos tipos de búnkeres y tropas, sin un control central.

Su construcción fue compleja. Todos los búnkeres se dispusieron de manera estratégica, camuflados y con un sistema de mirillas que permitía defender el resto de refugios sin tenerlos a tiro. De esta forma, se garantizaba su seguridad en caso de que una de estas infraestructuras cayera en manos enemigas. Las zonas ciegas se minaban. En algunos puntos, el centro de resistencia alcanza los 30 kilómetros de anchura. Zuazúa destaca “lo bien hechos que están”. “No había hormigón para hacer las casas porque el hormigón está aquí”.

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