Las deportaciones de haitianos en Texas (Estados Unidos) no detienen a los migrantes que aún están en Colombia a punto de atravesar la temible selva del Darién. Aunque algunos pocos intentan el camino de regreso a Chile, la mayoría ve el avance hacia Centroamérica como un destino inevitable. “Lo que está pasando allá no me preocupa, es un tema de política. Voy con determinación. Lo grave para nosotros está aquí”, dice Jean-Enock Gedeus a EL PAÍS por teléfono desde Necoclí, la población colombiana donde se agolpan cerca de 20.000 migrantes haitianos.
Con “lo grave” este hombre se refiere a la falta de agua potable, el colapso del hospital municipal, los costos del alojamiento, que tiene a muchos durmiendo en campamentos improvisados en la playa y, sobre todo, la ausencia de tiquetes de lancha que los lleve hasta Acandí, el último pueblo antes de entregarse a los traficantes que los cruzan por la Selva del Darién.
Esa crisis sanitaria y económica sí ha hecho que al menos 7.600 migrantes manifiesten su intención de retornar a Chile, según dice a este diario Sonia Peña, coordinadora del Grupo Especial de Asuntos Étnicos y Migrantes de la Personería de Medellín.
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Hace un mes los Gobiernos de Colombia y Panamá acordaron que solo se permitía el paso de 500 migrantes diarios hacia El Darién. Las empresas de transporte marítimo restringen entonces la venta de billetes a ese número, pero los migrantes no paran de llegar y superan el número de salidas permitidas. Desde Chile, pasando por Brasil, Perú y Ecuador siguen saliendo haitianos empujados por la falta de trabajo tras la pandemia y las dificultades que enfrentaban muchos de ellos para regularizar sus documentos en Chile.
El embudo en Necoclí se cierra cada vez más y las cifras superan con creces las de junio y julio, cuando este pueblo caribeño fue escenario de otra enorme aglomeración. De acuerdo con Médicos Sin Fronteras, que tiene un puesto médico en Bajo Chiquito (Panamá), si el ritmo de llegadas a ese país continúa siendo tan alto como el de las últimas semanas, a mediados de octubre podremos decir que en apenas 10 meses de 2021 se han producido tantos cruces de migrantes a través de esta ruta como en los 10 años anteriores juntos.
Gedeus lleva ya 15 días en Necoclí, se ha gastado 40 dólares diarios, y logró conseguir billete en lancha para el 4 de octubre, pero está preocupado por una mujer de su grupo que está embarazada y espera bebé para noviembre, pero no ha logrado un cupo. Si no viaja pronto parirá en medio de la selva, dice este hombre que vivió durante seis años en Chile.
Médicos sin Fronteras ha dado cuenta de que al menos cuatro han dado a luz en la selva. Fabiola Pintado, gestora de actividades médicas de MSF, relata que uno de los primeros casos que atendió al llegar a Bajo Chiquito fue el de un niño de ocho días, que había nacido en la selva, y le habían cortado el cordón umbilical con una navaja.
“Los migrantes lo que más necesitan son rutas seguras y dignas. Desde mi punto de vista, esa ruta no puede pasar por el Darién, ya no es por la cantidad de actos criminales que se producen, los asaltos y la violencia sexual, sino también el propio Darién, que es un camino extremadamente difícil, la gente arriesga sus vidas para cruzarlo”, dice Pintado.
Migrantes haitianos cruzan la selva del Darién, en Panamá, el pasado domingo. En video, el recuento de lo sufrido en el peligroso camino.
Cincuenta muertos
Si en agosto pasado había una zona de Necoclí llamada Villa Haití, hoy es todo el municipio de 70.000 habitantes el que tiene presencia de los migrantes. En ese momento todavía podían alquilar hoteles y los pobladores se salían de sus casas para rentarles espacios a los migrantes y ganar en dólares; ahora no hay espacio y se crearon campamentos improvisados en las playas. Este lunes, la Policía reportó la muerte de un haitiano después de una riña con otro compatriota.
“Antes un haitiano pasaba tres días en Colombia, ahora es uno o dos meses y gastando dinero”, cuenta Gedeus, que pide ayuda para irse rumbo a Panamá. Ya no tienen más dinero.
Desesperados por salir de allí, ninguno repara en los peligros del cruce del Darién. A pesar de las decenas de testimonios que hablan de violaciones sexuales, robos y muertes al cruzar las 500.000 hectáreas de trocha, están decididos a continuar. Las mujeres y los niños son los más vulnerables.
“Recuerdo a una chica haitiana a la que violaron, que se llamaba Nancy. Venía además cargando a dos niños que no eran suyos, se los encontró perdidos en el Darién y decidió no moverse de Bajo Chiquito esperando a que los niños pudieran reencontrarse a su familia”, contó la gestora de Médicos sin Fronteras.
Los relatos y videos de muertos que envían por Whastapp aquellos que ya cruzaron han sido contabilizados por el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Panamá. Su director, José Vicente Pachar, asegura que al menos 50 migrantes han muerto intentado el cruce y que solo la semana pasada hallaron nueve cuerpos y unos restos óseos en la ribera del río Turquesa.
“La selva fue muy mala. Me golpearon, me robaron y vi como ocho muertos en el camino”, le dijo a este diario por teléfono, Irvens Norvilus, un migrante haitiano que atravesó por el tapón del Darién a comienzos de septiembre. Ahora está en México y espera para pasar a Estados Unidos. “Es mi sueño. Yo soy trabajador y el sueldo en Chile estaba malo. Por eso tenemos que buscar este destino”, dice.
Hasta ahora solo 30 migrantes haitianos han decidido desandar el camino y retornar a Medellín y de ahí por el sur de Colombia para volver a Chile. Sin embargo, la Personería y Migración esperan que el próximo 7 de octubre miles de ellos empiecen a retornar. “Han solicitado a las empresas de transporte marítimo que les devuelvan el dinero. Una vez lo tengan- creemos que será a partir del 7 de octubre- empezarán el retorno. Nos estamos preparando para acompañarlos”, dijo Sonia Peña, de la Personería de Medellín. Aún no es claro si volverán donde todo comenzó o simplemente esperan a que baje la marea y el caos en Necoclí para intentar de nuevo llegar a Estados Unidos.
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