En 2010, cuando Sandro Rosell ganó las elecciones del Barcelona, intentó equilibrar las cuentas. “Al llegar vimos que la deuda del club era mucho mayor de lo que se decía. No había caja, pero poco a poco hemos puesto orden”, explicó. Y contó su política de ahorro: “Soy austero y duro. Incluso pierdo amigos. Quitamos el catering en los actos, a nuestros guardaespaldas. Se han dejado de hacer fotocopias en color en el club. Ahora las hacemos en blanco y negro y ahorramos en tóner”. Pero Rosell y su junta fueron un paso más allá: presentaron una acción de responsabilidad contra la Junta de Laporta (2003-2010) por resultados negativos al finalizar su mandato después de una reformulación de las cuentas a través de una auditoría de Deloitte, que dejó un saldo de 47,6 millones de euros de perdidas. “Es el momento más importante de la historia social del club”, destacó, en su momento, Rosell. En 2017, la Audiencia de Barcelona exoneró a Laporta.
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El desajuste económico le sirvió a Rosell para sustituir a Unicef por Qatar de la camiseta del Barcelona. Y, una vez arreglada la situación económica, Rosell, artífice de la llegada de Ronaldinho al Camp Nou en 2003, buscó a su segundo jugador franquicia. Lo encontró también en Brasil: Neymar. La llegada del paulista fue el punto de partida de la crisis económica actual del Barcelona, simbolizada en una masa salarial excedida, que no ha permitido que el club azulgrana pudiera extender el vínculo de Lionel Messi hasta 2026 como ya había acordado Laporta con el delantero argentino el pasado mes de julio.
El Barcelona anunció el fichaje del jugador del Santos en mayo de 2013. En su presentación, unos meses más tarde, Rosell aseguró que el club azulgrana había pagado 57,1 millones por el traspaso de Neymar: 17,1 al club paulista y otros 40 millones a una sociedad que pertenecía a la familia del jugador: N&N. En enero de 2014, Rosell renunció después de que el Barcelona reconociera que el coste del brasileño fue en realidad de 86,2, en el que se incluía comisiones, acuerdos por scouting y captación de publicidad, todas a cargo del padre del jugador.
Mientras el fútbol de Neymar generaba dudas en el campo —”tu brasilerito no arranca”, le soltó Messi a Rosell—, en el vestuario también hizo ruido el sueldo del futbolista brasileño. “Se rompió la escala salarial”, se quejó uno de los pesos pesados del grupo. Messi, por entonces, cobraba cerca de 15 millones de euros netos. Era el líder de la tabla de salarios, seguido por Xavi, Iniesta y David Villa, los tres en alrededor de ocho millones por temporada. El grupo azulgrana entendía que el sueldo de Neymar no era solamente de 7,5 (como se había explicado) sino que también había que sumarle todas las partidas que se habían pagado a su padre y a su empresa familiar. Messi fue el primero en pasar por los despachos. El club, ya dirigido por Josep Maria Bartomeu, necesitaba volver a colocar al argentino como el líder de la escala salarial.
Pero Neymar no solo alteró las cuentas del Barcelona en su llegada, lo hizo también en su salida. El portazo del brasileño en 2017 alteró el área deportiva azulgrana. Bartomeu se desesperó para reemplazar al paulista y lo hizo a fuerza de cartera. Pagó 145 millones por Dembélé y le otorgó un salario de cerca de 11 millones netos. Coutinho llegó a cambio de 160 para el Liverpool y de 14 de sueldo. Por entonces, Messi ya cobraba cerca de 70 después de su renovación en noviembre de 2017. A lo que había que sumar las elevadas nóminas de Luis Suárez, Busquets, Piqué y Alba. En aquella temporada, los sueldos del primer equipo (520), más las amortizaciones (119), dejaron al Barcelona al límite de lo recomendado: 70% respecto de los ingresos.
Un año más tarde, aterrizó Griezmann con un salario similar al de Suárez. El Barcelona cerró la campaña 2019-2020 con gastos en salarios deportivos de 636 millones (amortizaciones incluidas), mientras que sus ingresos fueron de 855 (74%). Lo más llamativo, sin embargo, fue que en la temporada 2016-2017, la última de Neymar en el club, el coste de la plantilla había sido de 432. Es decir, que en tres temporadas el aumento de los sueldos y amortizaciones del primer equipo se cifraba en un 47%. “El club generaba muchos ingresos para sostener a una plantilla con sueldos desorbitados. Era insostenible”, explica un empleado del Barça.
La crisis económica como consecuencia de la pandemia desnudó todos los problemas del Barcelona. Cuando falta que se hagan oficiales las cuentas de la temporada 2020-2021, Laporta, como Rosell en su momento, señaló a la gestión anterior. “La situación es mucho peor de lo que nos habían dicho y lo que habíamos previsto”, dijo ayer el presidente. Messi había aceptado cobrar 20 millones en la próxima campaña —su salario iba a aumentar en el siguiente curso para volver a disminuir en los últimos tres—. Pero ni así el club podía bajar la masa salarial. “Con Messi al 110%; sin él, 95%”, explicó Laporta.
El Barcelona no tejió puentes para desprenderse de Griezmann, Coutinho, Dembélé y Pjanic y no le quedó más remedio que cerrarle las puertas del Camp Nou a Messi.
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