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Niña migrante: “Primero Dios vamos a llegar”


“Me siento un poquito alegre, pero como que tengo un poquito de miedo. Me siento un poquito nerviosa”, comparte Aisleen, quien a sus nueves años es una de los muchos menores que se integró a la caravana. “Pero primero Dios, vamos a llegar”.

Su madre, Eucebia Domínguez tiene tres hijos, pero para el recorrido solo trajo a una.  Dice que caminar no ha sido lo más difícil, sino el cansancio y el hambre que las acecha.

Otro integrante de la caravana les alegra el día a sus acompañantes con su guitarra y dice que la música cura las heridas y mantiene la esperanza viva.

La Cruz Roja Mexicana ha estado ofreciendo asistencia, mientras los oaxaqueños han hecho lo mismo.

“Gracias a Dios, nos han apoyado mucho, igual que cuando estuvimos en Guatemala, nos apoyaron mucho”, dijo uno de los miembros de la Caravana en Tapanatepec, Oaxaca.

“Les hice una salsa, queso, pues lo que se puede porque yo trabajo”, dijo Angela Cortés, comerciante quien les trajo ayuda con lo que está a su alcance.

Mientras tanto, otros habitantes les permitieron cargar sus celulares, proporcionaron tambos de agua para que se bañen, aunque otros prefieren utilizar los ríos que se van topando en el camino.

Cuando se cambian de ropa, unos a los otros se cubren. Y aunque es muy poco el dinero que llevan, dicen que con la ayuda que reciben de los mexicanos no les falta nada.

“Ahorita le están dando a mi niña una torta de jamón… han dado variedades de alimentos”, dijo Yohana Maldonado, migrante hondureña. 

El camino que les espera es largo, pero Aisleen dice que valdrá la pena, ya que cuando entre a Estados Unidos, ella solo quiere estudiar.

“Vamos a llegar con fe, vamos a llegar, y como usted sabe, solo es Dios quien rompe fronteras” dijo Eucebia Domínguez

Las calles del pequeño poblado de San Pedro Tapanatepec en el estado de Oaxaca cambiaron de la noche a la mañana. La ropa tendida y el bullicio de miles de personas que interrumpieron por unas horas la tranquilidad del pueblo se extendió por todo el pueblo.

Entre los que llegaron, se encuentran la pequeña Raquel y sus padres.

La recién nacida, apenas puede abrir los ojos y sus tiernos dedos se mueven lentamente, mientras Ernesto, su padre, usa un pedazo de cartón como abanico para resguardarla de la humedad y el calor.

“Estamos acá por el calor, pero ya en la noche nos vamos para los albergues”, dijo Ernesto, quien viene acompañado de su esposa y sus dos otras hijas, una de cuatro años y la mayor de seis.

Ernesto teme por su vida por lo que no quiso mostrar su rostro, ya que dice que presuntamente lo amenazan en Honduras, donde vivió toda su vida.

Entre la multitud también se encuentra Maryui Elizat, tiene ocho meses de embarazo y dará a luz en menos de tres semanas. Ella también está viajando con su esposo y su hijo de 2 años.

Ella dijo que si regresaba a Honduras, siempre temería a la violencia y el hambre.

La caravana recorrió aproximadamente 25 millas el lunes mientras continúa su travesía por México, al noreste de Oaxaca.

Cuando pueden descansan, tratando de combatir el agotamiento, prevenir la enfermedad y la deportación y van ayudados por la mano de todos los que les abran las puertas y les brinden una mano en su camino. 


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