Con más de 2,360 menores muertos entre los más de 5,700 fallecidos en la guerra en Gaza, muchos padres en la Franja están optando por escribir los nombres de sus hijos en las manos de los niños para facilitar su identificación si fallecen en los intensos e indiscriminados bombardeos israelíes sobre el enclave.
Un gesto que han empezado a hacer incluso los propios niños entre ellos, aunque algunos son tan pequeños que ni siquiera entienden lo que esto significa.
Quizás los menores son los que se están llevando la peor parte de esta guerra en Gaza entre Israel y Hamás, iniciada con el ataque del pasado 7 de octubre del grupo islamista, que causó más de 1,400 muertos y 220 rehenes en suelo israelí.
Solo la noche del lunes al martes, al menos 130 personas perdieron la vida, la mayoría mujeres y menores, por los ataques aéreos de Israel en zonas de la Franja, como Yabalia y barrios de la ciudad de Gaza.
El sur de la Franja, donde se calcula que se ha desplazado más de un millón de personas desde el norte en busca de áreas más seguras, tampoco se libra de los bombardeos, que golpean a diario las zonas de Rafah y Jan Yunis.
En Deir al Balah, también en la parte meridional de la Franja, una familia entera con menores y mujeres ha fallecido en las últimas horas. Y ni siquiera después de la muerte han podido descansar en paz, porque el hospital a donde fueron llevados los cadáveres no pudo encontrar parientes vivos para enterrarlos y tuvo que hacer un llamamiento a sus vecinos para que ayudaran con las exequias.
La familia Neteel, del campo de refugiados de Al Nuseirat, ha sufrido el mismo destino y los equipos de rescate se han encontrado los cadáveres de los niños con sus nombres escritos en las manos y los pies, algo que posiblemente sus parientes adultos hicieron para garantizar su identificación adecuada en caso de morir y ser enterrados juntos, lo que finalmente ha pasado.
Urfisal al Yafari, una madre de 32 años con seis hijos de entre 13 y 2 años, teme por lo que pueda pasar a sus vástagos: dos de los niños, Mahmud y Yazan, habían salido a jugar al callejón que está cerca de la casa del tío de Urfisal, en Rafah, cuando un proyectil cayó en la única tienda de comestibles que estaba abierta en la zona.
“Menos mal que no les pasó nada, Mahmud (de 7 años) fue herido en la mano, pero fue algo leve, le operaron en el hospital y ya está fuera”, suspiró aliviada Al Yafari en declaraciones a EFE.
Aun así, la mayoría de los fallecidos en ese ataque eran niños, indicó esta mujer, que fue incapaz de precisar un número.
La tienda atacada “es la única de la zona, está llena de niños y jóvenes que suelen ir a comprar, juegan en el callejón”, detalló Al Yafari, que estaba preparando la cena cuando ocurrió el bombardeo.
Un tío de su marido murió por las heridas que sufrió en la cabeza por ese ataque, mientras que otro resultó herido.
Las ambulancias tardaron en llegar al lugar de la explosión por lo que los residentes del barrio que acudieron a asistir a las víctimas recurrieron a coches particulares y tuktuk.
Tras esta experiencia, Al Yafari afirmó que tiene “miedo” por sus hijos: “Estoy preocupada por ellos”.
“Los niños están todo el día jugando en la calle -siguió-, no entienden que hay una guerra, intentan tener una vida normal, no podemos retenerlos en casa”.
Según la ONG Save the Children, hay al menos 870 niños desaparecidos bajo los escombros de los edificios derrumbados en Gaza, mientras los bombardeos incesantes, los daños en infraestructuras como carreteras y la falta de combustible obstaculizan las labores de rescate.
Un médico del hospital Al Auda, en el norte de Gaza, dijo a Save the Children que en ese centro han recibido los cuerpos de entre diez y doce niños cuyos cuerpos no han sido identificados ni reclamados por ningún familiar.
El Ministerio de Sanidad de Gaza ha recibido al menos 1,550 informes de personas desaparecidas que todavía se encuentran bajo los escombros entre las que hay 870 menores, recordó la ONG.
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