“No ser intubado cuando es imprescindible mata en minutos”


Borja Quintana (Madrid, 1962) y Antonio Planas (Valladolid, 1959) vivieron la primera de ola de covid en sus hospitales, el Universitario de Móstoles y La Princesa, en Madrid. Allí son jefes de servicio de Anestesiología y Reanimación. El primero es también presidente de SAR Madrid, la Sociedad de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor de la comunidad; el segundo, secretario de SEDAR, la Sociedad Española de este área. En marzo, los centros comenzaron a trabajar con los recursos disponibles, pero en apenas tres semanas ya superaban por mucho sus plantas de agudos y sus UCI, las unidades de cuidados intensivos. Algunos sextuplicaron su espacio original para los enfermos más graves. Pasaron a usar los espacios de reanimación [unidades de críticos postquirúrgicos a cargo de los servicios de anestesiología] y reconvirtieron lugares que previamente no tenían ese uso: quirófanos, zonas de recuperación postanestésica, gimnasios, pasillos.

La implicación de los anestesiólogos fue crucial en la gran coreografía que iniciaron todos los centros para hacer frente al virus, a un torrente de enfermos como jamás había sufrido el sistema sanitario. Más de 900 profesionales de estos especialistas se dedicaron a la atención del crítico covid para complementar a los equipos de Medicina Intensiva, y a la atención de la cirugía no demorable o urgente. Quintana y Planas responden de forma conjunta a las cuestiones sobre el pasado, el presente y el futuro de la pandemia.

Pregunta. En marzo, el virus sorprendió al sistema sanitario, que tuvo que reinventarse en horas para contener una avalancha de pacientes que colapsó los centros. Han pasado siete meses, ¿qué ha cambiado?

Respuesta. Se han venido elaborando en los hospitales los denominados “planes de elasticidad” para adaptar la actividad a la presión asistencial, se ha adquirido material de críticos, como respiradores; se ha hecho acopio de fármacos estratégicos; se han planificado y dotado nuevos espacios para ser utilizados como unidades de críticos covid; y se han hecho planes de contingencia y se ha estructurado mucho mejor la coordinación entre los diferentes servicios de anestesia. Pero obviamente, cada centro hospitalario presenta sus particularidades y debe identificar sus puntos fuertes y sus debilidades. Respecto a los recursos humanos, la misma fuerza humana que en la primera oleada supo estar en primerísima línea, estaría ahora dispuesta para trabajar por los ciudadanos y asegurar la máxima calidad posible en la atención.

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P. En esta crisis los anestesiólogos forman parte de los equipos de Intensiva que manejan los pacientes críticos, ¿qué obstáculos han encontrado?

R. Las principales trabas en la primera ola fueron las derivadas de una situación de catástrofe. Si en Madrid hubiera un terremoto con el mismo número de víctimas, el sistema sanitario tendría las mismas dificultades. Los anestesiólogos tuvimos un papel en el cuidado del paciente crítico y al ser una de las plantillas más numerosas de los hospitales pudimos ofrecer ese servicio al ciudadano desviando gran parte de nuestra actividad habitual a los cuidados muy urgentes y críticos. Duplicar el número de camas en pocos días fue difícil, pero creemos que supimos dar un paso al frente como era nuestro deber, y vocación, y como hicieron el resto de profesionales.

Hubo que suspender muchas intervenciones oncológicas y no demorables. Eso es muy duro. Lo hemos vivido con gran preocupación y tristeza

P. Muchos especialistas fueron sacados de su rutina para tratar pacientes covid, algo que paralizó en parte o por completo algunos ámbitos de la actividad rutinaria. ¿Cómo afectó y afecta a su especialidad?

R. Ante una situación como la vivida en la primera ola no hay opción. En los hospitales se hizo lo que había que hacer. Cada minuto de demora en la atención de un paciente que bajaba de planta o llegaba ahogándose a urgencias podía suponer la pérdida de una vida de forma inmediata. Eso no deja mucho margen para nada. Se suspendieron multitud de cirugías en aras de salvar vidas de forma inmediata. Y debemos tener en cuenta que no todas las intervenciones quirúrgicas tienen carácter vital, es decir, que o se opera de manera inminente o el paciente muere. Pero no ser intubado cuando es imprescindible mata en minutos. Sin embargo, es cierto que hubo también que suspender muchas intervenciones oncológicas y no demorables. Eso es muy duro. Lo hemos vivido con gran preocupación y tristeza. En cuanto a esta segunda, cada centro está adaptando de forma flexible la actividad quirúrgica a la carga de trabajo. Se prioriza la cirugía oncológica y la no demorable y se mantiene la actividad urgente. El ritmo de ingresos no tiene nada que ver con la anterior ola y en la mayoría de los centros se está trabajando con mejor organización y menos inmediatez. ¿Qué pasará de aquí en adelante? No lo sabemos.

P. ¿Cómo vuelven a afrontar la incertidumbre, cuál es la situación emocional y en cuanto a carga de trabajo?

R. Actualmente la carga de trabajo es bastante normal para los anestesiólogos y, salvo en algunos centros, los anestesiólogos no han entrado en acción con pacientes críticos covid en esta segunda ola. Respecto a la situación emocional, sufren y disfrutan en su vida y la sobrecarga de trabajo y las experiencias traumáticas les afectan como a cualquier otra persona. Sienten miedo como cualquiera y además hay algo que quizás nadie ha valorado. El covid no ha perdonado a los familiares de los sanitarios. Entre ellos hay muchos que han perdido un padre, un hermano o un amigo. Y pese a ello han seguido al pie del cañón, trabajando por los demás y cumpliendo con su deber. Los Servicios de Medicina Preventiva y de Psiquiatría y Psicología Clínica realizaron encuestas en Servicios de Anestesiología y Reanimación durante la primera ola de la pandemia incluyendo a personal médico, enfermería, auxiliar y celadores. El 20% de los encuestados alcanzó puntuaciones que sugerían que podían precisar ayuda emocional. La respuesta que en esas encuestas obtuvo mayor puntuación y reflejó el mayor grado de ansiedad, entre todos los profesionales sin distinción, fue: “Tengo miedo de contagiar a mi familia”. Otros, se contagiaron con el virus y algunos siguen teniendo secuelas. Como el resto de la población. Muchos han experimentado estrés post traumático y muchos se encuentran ya mejor.

El 20% de los encuestados por Medicina Preventiva y de Psiquiatría y Psicología Clínica alcanzó puntuaciones que sugerían que podían precisar ayuda emocional

P. ¿Ha podido realizarse alguna formación para otros profesionales no habituados al manejo de críticos que sean susceptibles de volver a tener que manejar estos pacientes graves?

R. Desde la Unión Europea y a través de la ESICM (Sociedad Europea de Cuidado Críticos) se ha lanzado un programa de formación en conceptos básicos de cuidados críticos para profesionales de la sanidad no habituados a este trabajo. En Madrid se ha llevado por parte de anestesiología con el doctor Fernando Ramasco. Se han creado ya grupos de formación en 15 hospitales de Madrid y se iniciarán este mes las actividades formativas. Eso debe mejorar las capacidades del personal y con ello, los resultados asistenciales. Hay que tener en cuenta que la necesidad de trabajar con personas no entrenadas no solo afecta a los pacientes, genera un estrés enorme en el profesional. Esta formación era imprescindible

P. ¿Qué puede hacerse o qué piden en este momento a las instituciones?

R. El manifiesto COVID-19 a favor de la respuesta coordinada, equitativa y basada en la evidencia científica es muy clarificador en este sentido. En él se pide a las instituciones que tienen responsabilidad en la gestión de la pandemia que la toma de decisiones se guíe siempre por criterios estrictamente sanitarios y basados en la mejor evidencia científica disponible. La pandemia ha puesto de manifiesto que la ciencia debe jugar un papel más relevante en la esfera pública.

P. ¿Qué opinan sobre los mensajes institucionales de “control de la pandemia”?

R. La comunicación es un pilar fundamental en la lucha contra la pandemia. La expresión pública de los mensajes debería ser siempre suficientemente matizada, guiada por criterios estrictamente sanitarios y generadora de conocimiento. La sensibilización y la educación para la salud de los ciudadanos son esenciales para afrontar con mejores perspectivas nuevas amenazas. A este respecto nos referimos de nuevo al Manifiesto Covid [titulado En salud, ustedes mandan pero no saben] que 55 sociedades científicas han firmado tras el primer congreso virtual covid. Ahí está la respuesta a esta pregunta.

Información sobre el coronavirus

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