En Campo Real (Madrid) se producen aceitunas y se fabrican contenedores. Junto a las muchas empresas que se dedican al fruto del olivo en este municipio de 6.000 habitantes, una actividad que le otorga cierta fama, también prospera Sanimobel, una compañía familiar que desde 1979 se dedica a diseñar y comercializar mobiliario metálico donde depositar todos los tipos de basura que un ciudadano puede reciclar.
En los últimos 30 años, esta empresa, una de las pioneras en el sector de gestión de los residuos, ha alimentado la red nacional con cerca de 600.000 unidades. Sus impulsores son José Antonio y Rubén Cañadas, padre e hijo, un tándem que explica que desde el primer contenedor que fabricaron, allá en 1996, estos muebles urbanos han cambiado mucho. Para bien. “Antiguamente eran cajas metálicas, cuadradas, con un solo propósito que era identificar con un color la basura. Ahora se han refinado para todas las necesidades”, explica Cañadas padre. “Eso sí: nos mandan fotos de los contenedores antiguos que fabricamos y siguen funcionando”, añade riendo el hijo.mpreas
El contenedor ha pasado de ser un mero elemento del paisaje urbano a un artefacto cada vez más sofisticado. Cañadas hijo, director técnico-comercial de la compañía, de unos 100 trabajadores en la actualidad, dice estar en permanente contacto con sus usuarios. “Al final somos nosotros mismos, nuestros vecinos”, afirma. Por ello existen modelos accesibles para personas con movilidad reducida, identificados con braille y con compartimentos interiores independientes para diferentes alturas de depósito. O modelos con sensores de llenado y apertura lateral para mejorar la eficacia de las rutas de recogida. También han desarrollado materiales metálicos más duraderos y resistentes, de precio más elevado, que demuestran el axioma, dicen, de que lo barato sale caro.
En la actualidad se pueden ver contenedores para toda clase de basura. Los más reconocibles son el amarillo para envases de plástico, briks y latas; azul para envases de papel y cartón; verde para vidrio y marrón para orgánica. También hay otros para ropa usada, fracción resto o aceite.
Pero de lo que más se enorgullecen es su último invento, el punto móvil de proximidad, esto es, una versión pequeña del punto móvil de siempre. En la práctica es un contenedor con varias tapas y compartimentos donde tirar 14 fracciones diferentes sin recorrer grandes distancias: pilas, toners, radiografías, cápsulas de café o móviles… Opera ya en la Comunidad de Madrid, donde hay cerca de 80, en la Comunidad Valenciana y en el País Vasco. “Es la próxima revolución. Nuestro niño mimado”, cierra Cañadas hijo.
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