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“No tengo la misma repercusión en otras redes”. Por qué a la gente con discapacidad le va mejor en TikTok

Cuatro creadores con algún tipo de discapacidad en vídeos recientes. De izquierda a derecha, @juan.pish, @celia_.jose_, @yo_soy_chuy_free_fire y @alanelruedas
Cuatro creadores con algún tipo de discapacidad en vídeos recientes. De izquierda a derecha, @juan.pish, @celia_.jose_, @yo_soy_chuy_free_fire y @alanelruedasTik Tok

“Digan que sus papás son primos sin decir que son primos”, pide un joven al principio de un vídeo en la red social TikTok. Se corta el plano y aparece la cara en una silla de ruedas motorizada de Juan Osorio, que sufre una neuropatía motora que le reduce los músculos. Osorio da entonces marcha atrás y gira con su silla. El vídeo dura escasos 10 segundos y lleva más de 16 millones de reproducciones en TikTok. El sentido del vídeo es claro: sus padres eran primos y por eso nació así. Aunque en realidad no son primos, “el vídeo fue un boom”, dice Osorio por videoconferencia a EL PAÍS desde Medellín (Colombia).

Osorio es Juan.Pish en TikTok, donde lleva desde febrero y ha logrado 129.000 seguidores. EL PAÍS ha hablado con ocho creadores con algún tipo de discapacidad o enfermedad que en menos de un año han reunido cientos de miles de seguidores en la plataforma. Todos hablan en español y sus vídeos son de humor, responden preguntas sobre su vida, muestran sus habilidades o siguen alguna tendencia de la red, sin buscar en ningún caso la compasión. Ninguna otra red tiene una presencia tan visible de personas con discapacidad. Los creadores consultados por EL PAÍS tienen cuentas en YouTube, Instagram, Twitch o Twitter y sus seguidores en todas ellas apenas llegan al 10% de TikTok. Ninguno tiene muy claro cuál es el motivo: el algoritmo, su naturalidad, las características de la plataforma o su tipo de usuarios.

TikTok tiene más de 100 millones de usuarios en Europa y otros 100 en EE UU, según la compañía y, pese a que nació en 2017, ha sido la séptima aplicación más descargada en la segunda década del siglo XXI, según datos de AppAnnie. Este lunes anunció que había alcanzado 1.000 millones usuarios mensuales, un club en el que solo hay otras tres redes sociales: Facebook, YouTube e Instagram.

La profesora Crystal Abidin, de la Universidad Curtin (Perth, Australia), cree que TikTok incentiva a este tipo de creadores. “Comparado con YouTube, Instagram o Twitter, es ciertamente mejor para hablar de temas sociales para jóvenes”, dice. “Una de las maneras para conseguir fama y seguidores en TikTok es hablar de minorías o de alguna causa social, como racismo, sexismo o discapacidad, asegura.

Así empezó @Alanelruedas. En 2018 se partió la columna haciendo un salto mortal en un gimnasio de Madrid. Ahora, estudia informática. Durante el confinamiento decidió probar con TikTok: “El primer vídeo lo vieron cientos de miles de personas y no tenía ni mil seguidores. Como por otros medios no hay gente con discapacidad informando o haciéndose ver, llamó más la atención”, dice. Ahora tiene 633.000 seguidores. En Instagram, donde sube menos material, tiene 21.000. “Los vídeos de TikTok en Reels [la plataforma clon de TikTok de Instagram] se ven mucho menos. No sé cómo funciona el algoritmo de Instagram pero no se ven igual”, explica.

El contenido de Alan es cómico y provocador. Responde todo tipo de preguntas, incluso las que podrían parecer desagradables, sobre su accidente o sobre cómo no puede hacer algunas actividades cotidianas. “Cosas de tetra” suele llamarlo. Desde los blogueros de hace 20 años, cada generación crea los contenidos de un modo distinto. La naturalidad de la generación Z se filtra en estos vídeos. El cuidado con el que hay que tratar la imagen en Instagram les da pereza. “Para subir a una foto en Instagram me voy a una sesión a la otra punta de Madrid y edito las imágenes para que luego las vean 1.000 personas. En TikTok me pongo la cámara en casa, me grabo cinco minutos y tengo un millón de reproducciones”, añade.

Alan ha hecho algún dúo con @Charrliiieeee, un chico de 19 años de Alicante que convive con el cáncer desde hace cuatro. Su enfermedad no es una discapacidad, pero el modo en que la trata se acerca al de otros creadores. El 1 de enero de 2021, poco después de que lo hiciera su novia, se abrió su cuenta en TikTok. “Entonces estaba curado de la primera recaída. Pero cuando pasé la tercera recaída, pensé en hablar de esto también”, explica. Y su cuenta se disparó. “Tuve un gran impulso de visitas por el cáncer. La gente es muy morbosa, pero quienes me han seguido han sido maravillosos y se han portado genial”, dice. Hoy su novia tiene 62.000 seguidores y Charlie roza los 900.000.

Como Alan, su contenido es cercano al humor negro. El cartel de un vídeo reciente dice “cuando los médicos me dicen que han detectado un tumor nuevo”. Y Charrliiieeee hace playback de una canción de Lowlight titulada Tranquilísimo. Lleva 8,3 millones de visitas. Otro de sus múltiples hits es Me hice famoso por tener cáncer.

TikTok es una red basada en vídeos cortos que se enlazan uno tras otro. El espacio central de la plataforma es una página llamada Para ti con vídeos pueden interesar al usuario por su viralidad o porque ha demostrado interés por esos temas antes. El descubrimiento de nuevos creadores es así más sencillo. Los comentarios de la gente, donde pueden aparecer mensajes de odio, están ocultos bajo otra pestaña, con lo que los usuarios solo los ven si activamente los buscan. Este método facilita la viralización porque en 20 minutos pueden verse y juzgarse más de un centenar de vídeos, lo que no ocurre igual en otras redes.

Sin burbuja

Jessica Lopez, encargada de redes en la organización estadounidense Diversability, nacida con amputación congénita de las cuatro extremidades, ve dos ventajas en TikTok. Primero, la aleatoriedad de su algoritmo. “Tienes más opciones de ser descubierto”, dice. “Todos hemos oído hablar de la burbuja en redes, que se refiere a que las plataformas te muestran más de lo que ya has visto; eso no sucede con la misma intensidad en TikTok”. La segunda ventaja es que “a la gente le preocupa menos tu aspecto y más la autenticidad del contenido. Eso atrae a creadores con discapacidad porque pueden enseñar al mundo cómo son”.

Lopez ve esta apertura a más audiencia como algo generalmente bueno. Pero no siempre es así. La mayoría de los creadores entrevistados por este periódico no se ha quejado de recibir mensajes odio. Pero ocurre. Hace unos días los jugadores del Fulham, un equipo inglés, fueron a celebrar un gol a la grada con Rhys Porter, un joven espectador con parálisis cerebral. ¿El motivo? Hace unas semanas, Porter colgó un vídeo haciendo de portero con otros niños. Aunque apenas tenía 2.500 seguidores, el vídeo se hizo viral y atrajo comentarios desagradables. La cuenta ahora es privada y el vídeo no está accesible, pero hay informaciones en la BBC y Sky que explican el caso.

En 2019 un ex moderador de contenidos de TikTok denunció en un medio alemán que el algoritmo escondía a los creadores discapacitados. La compañía respondió que eran medidas no vigentes ideadas en su día para protegerles. Este periódico se ha puesto en contacto con la compañía para saber si hay algo que favorezca la presencia de la discapacidad en la red. Su respuesta ha sido un largo correo con escasa información de contexto, que ni siquiera se puede atribuir a la empresa.

La diferencia entre la calidez que sienten los creadores en español y el caso de Porter puede tener, entre muchos otros, un origen cultural. TikTok separa bien su contenido por países. Desde España, aunque puedes buscar cualquier vídeo, se ve sobre todo contenido de España o en español. “Eso significa”, dice la profesora Abidin, “que en algunos países más progresistas se destaquen los temas de discapacidad, mientras en otros como Japón, donde apenas se menciona este asunto, raramente verás a gente en silla de ruedas”.

Abidin intuye otros dos motivos que pueden haber llevado a esta mayor visibilidad de la discapacidad en TikTok. Primero, el amateurismo: “TikTok está ampliamente limitado al móvil aunque ya hay usuarios de elite que hacen ediciones muy complicadas en el ordenador”. En segundo lugar, que TikTok explotó con la pandemia, en un momento en el que se hablaba de la Covid, e de las vacunas, y también de racismo, por el caso de George Floyd. “Para muchos su llegada a TikTok está vinculada a la justicia social. Eso marcó el tono y por eso vemos mucho activismo en la aplicación”, explica.

Abidin ve en esto dos problemas sustanciales. Que haya quien simule una discapacidad para ganar seguidores, y el seguidismo por conveniencia. “Hay gente que parece interesada en estos asuntos pero no porque lo estén genuinamente sino porque se suben a un carro que antes era el cambio climático o Black Lives Matter”, dice.

Estos últimos pueden caer en el llamado inspirational porn, usar la discapacidad para aleccionar moralmente. “Son los que dicen que ‘tú también puedes’ cuando son los Juegos Paralímpicos”, dice Melania Moscoso, investigadora en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. “Son apelaciones a la responsabilidad individual que usan como pretexto a la persona con discapacidad cuando un ciego ha subido al Everest sin oxígeno y tienen el efecto perverso de presentarnos [ella tiene parálisis cerebral] como santos inalcanzables. Esos discursos nos convierten en una presencia incómoda para el resto de la sociedad”. Para Moscoso, los que salen bailando “sin pedir disculpas por su discapacidad, pueden ayudar a luchar contra estos usos aleccionadores”.

El vídeo más viral, con casi 50 millones de visualizaciones, de los creadores consultados por EL PAÍS es de Jesús González Ferral, de Tenosique (México), en su cuenta Yo soy el chuy free fire. En el vídeo bromea con un bote de talco, que coge con el pie y tira a la pantalla porque eso hacen en México cuando a un niño le sudan las manos y quiere jugar al móvil. Chuy juega al videojuego Free Fire con los pies. Tiene “un síndrome con un nombre raro”, dice a EL PAÍS por videoconferencia. Chuy estuvo un año para lograr 100.000 seguidores en YouTube. En TikTok lleva más de 861.000 en apenas cinco meses.

Chuy juega en el móvil porque “en tableta es demasiado grande”. El móvil se aguanta en una madera que encontró donde puso “una basecita de imán y como el celular no trae imán atrás le pegué con colaloca una moneda de 5 pesos; sí no se mueve, ingeniería mexicana”, bromea.

Chuy no juega solo al Free Fire. También a Clash Royale: “Lo juego con mi nariz y llegué a gran maestro 5″. ¿Y cómo ves la pantalla? Me alejo un tantito y vuelvo. Los pies son para juegos con más botones”, explica. Chuy ya está en contacto con profesionales de los videojuegos para promocionarse. “Estoy ahorrando para comprar un computador”, dice.

La cuenta con más seguidores en este grupo empezó aún de forma más casual. Son Celia y José, dos jóvenes de Jaén con síndrome de down. Durante el confinamiento empezaron a bailar y a grabarse vídeos solo para divertirse. Una prima de Celia, de 16 años, lo vio. “¿Por qué no subís esto a TikTok?, nos preguntó”, dice Celia por videoconferencia. La madre abrió una cuenta que olvidó poner en privado, subió un vídeo en un parque y al llegar a casa llevaban 15.000 visualizaciones. Desde ahí, con más de 500 vídeos de bailes y bromas, llevan 1,2 millones de seguidores. Un mes después empezaron en Instagram, donde tienen 118.000.

Su ventaja respecto al resto de creadores consultados es que no hablan en los vídeos, con lo que tienen muchos seguidores fuera del mundo hispano. Irene, hermana de Celia, se ha topado con uno de los posibles problemas de estas cuentas: monetizarlos y patrocinarlos. “Estuve llamando a agencias pero cuando se metían en su perfil no volvían a llamar. Igual el síndrome de down les condicionaba”, apunta.

No está claro si TikTok seguirá siendo un lugar amable para creadores con discapacidad, pero sí parece que otras redes han perdido esa batalla, aunque solo sea por su formato. “TikTok es más accesible”, dice Charliiieee. “Twitter no solo es más tóxico, como es por escrito, impide mostrar tus sentimientos. En el momento en que grabas un vídeo y se ven tus facciones, eso llega más que un simple texto. Igual con Instagram, subes una foto y quizá por dentro estás destrozado, pero si subes un vídeo se te nota todo”, añade.

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