Un grupo de extrema derecha ruso, al que las autoridades de Moscú permiten entrenar paramilitares con absoluta libertad, ha sido vinculado con el envío de cartas con sustancias deflagrantes que a finales de noviembre llegaron a varias instituciones en España, entre ellas la Embajada de Ucrania y La Moncloa. El diario estadounidense The New York Times publicó este fin de semana que Estados Unidos sospecha que los servicios de espionaje del Kremlin han recurrido presuntamente a la organización Movimiento Imperial Ruso (RIM, por sus siglas en inglés) para perpetrar los ataques de cartas explosivas. Según relataron al diario varias fuentes de la Administración estadounidense, los extremistas rusos supuestamente sirvieron a Moscú como puente con grupos ultras españoles en una campaña de desestabilización. Aunque las autoridades españolas investigan los hechos, Rusia lo niega y su embajada en España ha respondido en un comunicado que el artículo del periódico estadounidense “no contiene ni una sola prueba”.
El RIM se autodefine en su página de vKontakte, la alternativa rusa a Facebook, como “una organización monárquica, ortodoxa-patriótica y conservadora de derechas”. Su bandera es la tricolor negra, amarilla y blanca de los zares, cuyo imperio quiere restablecer.
Como la compañía de mercenarios Wagner, esta agrupación ha resultado útil al Kremlin en acciones militares con las que pretendía no tener ningún vínculo. Así, en 2014, proveyó de voluntarios y entrenamiento a los separatistas de la región de Donbás, en el este de Ucrania. Además, sus paramilitares también han combatido en Siria y Libia, país este último donde han muerto al menos dos de sus miembros.
La organización y sus líderes, ahora bajo la lupa por sus posibles vínculos con el envío de cartas explosivas en España, fueron el primer grupo supremacista blanco incluido en la lista norteamericana de “Terrorismo Internacional Especialmente Designado”. Washington etiquetó así a esta agrupación en 2020 por “proveer entrenamiento para actos terroristas que amenazan la seguridad nacional y la política exterior de EE UU”. “El RIM ha brindado capacitación paramilitar a supremacistas blancos y neonazis de Europa, y trabaja activamente para unir a este tipo de grupos en un frente común contra sus supuestos enemigos”, señalaba el comunicado publicado entonces por el Departamento de Estado norteamericano.
El Ministerio de Exteriores ruso protestó en 2020 por la calificación del RIM como organización terrorista. “Washington no proporcionó ninguna información clara y detallada sobre los motivos de su decisión, y tenemos la sensación de que ha sido diseñada como un acto de propaganda”, afirmó en abril de 2020 la portavoz de Exteriores, María Zajárova. Según sus palabras, el RIM era una “plataforma rusa poco conocida” que cayó víctima de “la rusofobia de cierto segmento del establishment de Washington”. Zajárova recomendó a EE UU que se centrara en sus propios grupos ultras.
Atentados ultras en Europa
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Existen antecedentes de ataques en suelo europeo donde las huellas llevan a vínculos con el RIM. El movimiento, fundado en 2002, cuenta con varios campos de entrenamiento en San Petersburgo, por los que han pasado también ultras de países occidentales. Dos ciudadanos suecos, miembros del Movimiento de Resistencia Nórdico, recibieron formación en aquellos campos en 2016. Entre ese año y 2017 perpetraron una serie de atentados bomba que incluyeron un centro de refugiados y una librería de izquierdas en Gotemburgo.
Los dos terroristas fueron detenidos poco después y a ello se sumó, en 2020, el arresto de Anatoli Udodov, el supuesto enlace de los ultranacionalistas suecos con el RIM durante las últimas dos décadas. Este ciudadano ruso fue detenido al aterrizar en Estocolmo hace tres años por esconder un alijo de armas en el país, aunque la policía sueca tenía también pruebas de que mantenía una estrecha relación con uno de los terroristas, Víktor Melin.
Uno de los campos de entrenamiento del RIM se llama Partizán (partisano en ruso). En uno de sus vídeos promocionales de 2017, varios hombres practican el combate en espacios cerrados con rifles de asalto modernos. “Para un hombre no ser un guerrero en estos tiempos es una debilidad criminal”, afirmaba en la publicidad Denís Gariyev, uno de los fundadores del movimiento y responsable de su brazo militar, la Legión Imperial Rusa.
“Luchamos por un futuro mejor, más justo y brillante para los rusos”, recalca RIM en su página web. Aunque ellos solo consideran rusos a la población eslava; en su web se refieren a los ciudadanos de otras etnias del Cáucaso como “los también rusos”. Además, ironizan sobre las alabanzas de algunos periodistas del Kremlin hacia los soldados chechenos: “Se muestran agradables con los dueños de barbas wahabitas”.
“Las ideas morales y la ética del pueblo ruso se fundamentan en el cristianismo ortodoxo”, afirma el grupo, que ataca cualquier otra creencia. Así, desprecia el ateísmo y pone en el punto de mira a la Iglesia Latina, la representación de los católicos en Rusia, al acusarla de “recaudar fondos para el desarrollo del nacionalismo ucranio, la rusofobia y el nazismo”.
El Movimiento Imperial Ruso tampoco reconoce la desaparición de la monarquía zarista y tacha de ilegítima la Revolución de 1917. Uno de sus blancos favoritos es Lenin, al que describe como “un idiota moral, degenerado desde su nacimiento” que “arruinó el país más grande del mundo y mató a millones de personas”. Para ilustrar su artículo sobre el líder de los bolcheviques, el movimiento incluye una de sus últimas fotos, enfermo e inválido, en una silla de ruedas.
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