Ya es oficial. La nueva normalidad vendrá con la obligación de emplear mascarilla en muchas situaciones de la vida cotidiana hasta que el gobierno dé por finalizada la crisis de la covid-19. Y, para muchos hombres, la incorporación definitiva del cubrebocas a su rutina diaria podría ser un motivo para replantearse su relación con esa barba que, antes de la pandemia, era la norma. En ICON hemos recopilado la información existente –en los últimos meses mucho se ha escrito sobre pandemia y régimen capilar– para explorar las distintas opciones.
Opción 1: aféitatela
Imágenes como la de este caballero lidiando con su mascarilla y con una voluminosa barba que excede con mucho los límites de este dispositivo de protección explican la base de este dilema: una barba poblada es imposible de contener en una mascarilla estándar, y dejarla al descubierto puede ser una fuente de quebraderos de cabeza. En todo caso, conviene saber que la única mascarilla incompatible con la barba es la FFP2, un tipo de dispositivo hermético que debe estar en contacto con la piel limpia y afeitada y que es la que están obligados a utilizar los sanitarios que atienden a enfermos con covid-19. De ahí que, desde el inicio de la pandemia, muchos sanitarios decidieran afeitarse y difundir su gesto en las redes con la etiqueta #Yomeafeitoporti. Así que, si no debes utilizar una de estas mascarillas –ojo, son las que distribuyó gratuitamente la Comunidad de Madrid a los ciudadanos el pasado mes de mayo–, no hay incompatibilidad entre tu barba y tu mascarilla higiénica o quirúrgica. En todo caso, sí es cierto que llevar la piel afeitada siempre es garantía de limpieza y mantenimiento fácil. Especialmente en verano, cuando la subida de temperaturas multiplica el sudor y hace más difícil la higiene. Eso sí, si decides afeitártela (muchos hombres lo hicieron al iniciarse el confinamiento), hazlo con método: recorta primero los cabellos más largos con una máquina eléctrica o tijera, y luego mete la cuchilla o la afeitadora, previa aplicación de espuma, gel o aceite de afeitar. Aquí tienes algunas pistas extra.
Opción 2: barba sí, pero bajo control
Recortar la barba hasta dejarla en pocos milímetros –lo suficiente para que se vea, pero no para que cambie las proporciones del rostro– es una opción muy apropiada especialmente para todos esos hombres que ya no recuerdan el aspecto que tenían con el rostro afeitado. Con la longitud adecuada, de pocos milímetros, el uso de la mascarilla quirúrgica o higiénica no presenta dificultades, y el efecto visual es el de un hombre con barba. Es la opción perfecta para estar cómodo en la calle con mascarilla y en la videoconferencia sin ella. Eso sí, la barba corta también exige cuidados: recortarla cada pocos días –aquí una recortadora eléctrica simplifica mucho las cosas– y limpiarla a conciencia a diario. Lo mejor es emplear un limpiador jabonoso mixto (para piel y barba), que por suerte ya se puede encontrar sin problema en la mayoría de droguerías y perfumerías. Si utilizas un limpiador facial estándar, corres el riesgo de que la piel se reseque demasiado y aparezca la temida caspa de la barba.
Opción 3: una gran barba con un gran mantenimiento
Si todo lo anterior no te convence, nada te impide llevar una barba frondosa y poblada. El mayor desafío será la posible incomodidad de la mascarilla, especialmente a la hora de adaptarla a tu barba de leñador. Si consigues dominar esta operación, la única recomendación extra es extremar su limpieza y cuidado, y resistir la costumbre de tocarla –una recomendación extensible a la cara, tal y como explican los expertos–: ya mucho antes de que el contagio nos preocupara algunos estudios alertaban sobre la cantidad de gérmenes y bacterias que puede acumular una barba si no se limpia adecuadamente. Por suerte, hay muchos productos específicos y champús aptos para la barba, así que si eres especialmente meticuloso puedes seguir siendo barbudo mientras las autoridades –y las temperaturas– lo permitan.
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