La izquierda se fortalece en América Latina. Ésa es al menos la impresión que dejan la toma de protesta de Xiomara Castro, en Honduras, y el triunfo de Gabriel Boric, en Chile.
Postulada por el partido Libertad y Refundación, Xiomara Castro tiene el enorme reto de levantar un país en bancarrota y polarizado tras tres gobiernos de derecha que siguieron a su derrocado esposo, Manuel Zelaya.
A sus 62 años, será en estos momentos la única mujer presidenta en la región, y aunque en su discurso inaugural dejó claro el estado de “tragedia nacional” en que recibe Honduras, no escatimó en los anuncios de medidas de apoyo a la población más pobre.
Castro tratará de levantar un país en ruinas, al tiempo que lidia con una crisis política dentro de la propia coalición que la postuló.
En Chile, el triunfo de Boric abre expectativas de cambio en un escenario mucho más optimista, al menos desde el punto de vista económico.
A sus 36 años, Boric sustituirá al conservador Sebastián Piñeira en La Moneda, el próximo 11 de marzo.
En su mandato, tendría que consolidarse el proceso de una nueva Constitución, iniciado con el plebiscito de octubre de 2020, y para el cual tendrá que lidiar con un Congreso en el que la derecha mantuvo una presencia importante.
A unos días de su triunfo, Boric prometió instaurar en Chile un Estado de bienestar, y anunció un gabinete mayoritariamente femenino, con figuras emblemáticas como Maya Fernández, nieta de Salvador Allende, al frente del Ministerio de Defensa, o la activista Camila Vallejo, que a sus 33 años será ministra de la Secretaría General de Gobierno.
Honduras y Chile se suben así a la “ola progresista”, un proceso de consolidación de la izquierda latinoamericana, que este año podría tener tres episodios importantes más en Costa Rica, Colombia y Brasil.
El 6 de febrero habrá elecciones presidenciales en Costa Rica, y uno de los punteros en las encuestas es José María Figueres Olsen, del Partido Liberación Nacional, ubicado como de centro-izquierda, quien disputa el cargo con Fabricio Alvarado, del partido conservador Nueva República.
La segunda vuelta en este país está prevista para el domingo 3 de abril.
En Colombia, las elecciones presidenciales están programadas para el 29 de mayo (primera vuelta), con una eventual segunda vuelta el 19 de junio.
Colombia podría dar el giro a la izquierda, después de cuatro años de gobierno del conservador Iván Duque, con el candidato Gustavo Petro, un economista postulado por una coalición encabezada por Colombia Humana (que se declara progresista y socialdemócrata) de la que forma parte también el Partido Comunista Colombiano.
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Brasil es otro país que está generando una alta expectativa de cambio hacia la izquierda, o mejor dicho vuelta a la izquierda, con el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva.
El veterano expresidente competirá en las elecciones del 2 de octubre, y es probable que enfrente en las urnas al ultraderechista Jair Bolsonaro, el presidente que se ha afiliado ya al Parido Liberal en pos de su reelección para cuatro años más de gobierno.
Si dan el campanazo, Figueres, Petro y Lula podrían sumarse a los gobiernos de izquierda democtrática que, desde 2018, han irrumpido en la región: Andrés Manuel López Obrador en México (2018); Laurentino Cortizo en Panamá (2019); Alberto Fernández en Argentina (2019); Luis Arce en Bolivia (2020, tras la crisis detonada por la destitución de Evo Morales), y Pedro Castillo en Perú (2021).
Un bloque sin duda interesante para el mundo post pandemia, caracterizado por la crisis económica, por la agudización de las desigualdades y por el desencanto con una democracia electoral que no ha resuelto los graves problemas sociales de la región.
En ese contexto, este nuevo bloque de izquierda tendrá que posicionarse, también, frente a tres gobiernos supuestamente de izquierda, en donde la democracia ha sido sofocada: Cuba, Venezuela y Nicaragua.
No sería extraño que los presidentes Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega busquen cobijo en esta nueva corriente de izquierda latinoamericana, lo que pondrá a prueba la vocación democrática de sus dirigentes.
Arropar a los tiranos y solapar la deconstrucción de los sistemas democráticos no sería una buena señal para una izquierda que se dice progresista.
*Twitter: @chamanesco