Más de cincuenta sociedades científicas y asociaciones de pacientes, vecinales y profesionales de distinto tipo firmaron en marzo de este año un manifiesto para reclamar una ley integral del amianto. El texto señala en su primer párrafo que el uso industrial de este tóxico “ha supuesto un desastre global sin precedentes” y cifra en 130.000 las muertes que puede ocasionar en España hasta 2050 provocadas por las fibras letales que desprende al ambiente. Gran parte del amianto no se ha retirado, lo que supone, según las organizaciones firmantes, “un problema de salud pública, medioambiental y laboral del pasado, presente y futuro”.
Las enfermedades vinculadas a este material, conocido también como asbesto, son numerosas, y algunas revisten especial gravedad. Tiene una relación directa con el cáncer. Laura Mezquita, oncóloga del Hospital Clínic de Barcelona e investigadora del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (Idibaps), explica que “entre los carcinógenos, uno de los campeones es el amianto, del grupo uno, al igual que el tabaco o el radón. Según la clasificación de la OMS, este grupo incluye aquellas sustancias en las que está demostrado que inducen cáncer en humanos con seguridad”.
Julio (nombre ficticio) es una de las víctimas del amianto. En 1975 entró a trabajar con 15 años en una fundición y en mayo pasado le detectaron un mesotelioma, un tipo de cáncer que se produce en el mesotelio, la fina capa de tejido que recubre el pulmón y otros órganos internos. El principal factor de riesgo vinculado a la enfermedad es la exposición al amianto y sus efectos se manifiestan décadas después. En España se diagnostica a unas 300 personas al año. Julio y sus compañeros creen que algunas de las piezas que manejaban en la fundición contenían amianto. Trabajaron con ellas durante décadas ignorando sus secuelas. “Lo desconocíamos y creemos que la empresa también”, dice Julio.
Por sus características, el amianto se usó masivamente hasta 2002 cuando fue prohibido. Sus secuelas no se restringen al ámbito laboral porque la exposición también ha podido ser doméstica y ambiental. Por ejemplo, hay muchas tuberías antiguas de aguas residuales y pluviales fabricadas con este material que con el tiempo han podido degradarse y desprender fibras contaminantes, como recuerda Laura Mezquita, que pertenece también al grupo Cáncer, Trabajo y Medioambiente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
En el mesotelioma concurre, además, una circunstancia que complica el pronóstico y explica la doctora Mezquita: “El diagnóstico es difícil, especialmente en etapas precoces. Por eso, se suele detectar con frecuencia en estadios avanzados”. Julio notó los primeros síntomas el 22 de diciembre del año pasado, cuando enfilaba la cuesta para llegar a su domicilio. Habituado a practicar senderismo y con buena forma física, ese día llegó jadeante a casa. En el hospital le detectaron líquido en la pleura, se lo extrajeron, le hicieron una biopsia y un PET y, sin embargo, el cáncer no dio la cara. “Se atribuyó a un problema infeccioso hasta que en mayo la neumóloga prescribió otro escáner y otra biopsia y salió que tenía mesotelioma”, recuerda Julio.
La medicina dispone de tratamientos para abordar la enfermedad, pero su efecto hasta ahora era muy limitado. La irrupción de la inmunoterapia, como en otros tipos de cáncer, abre otra perspectiva y puede suponer un punto de inflexión en esta enfermedad. La especialista del Clínic confiesa que en su etapa como investigadora en el Gustave Roussy Cancer Center de París vio casos de mesotelioma tratados con inmunoterapia “con respuestas prolongadas de muy buena calidad”.
En el tratamiento con inmunoterapia quedan incógnitas por despejar. “En los pacientes con mesotelioma hemos observado que puede llegar a beneficiar mucho a un grupo de ellos, pero a día de hoy aún no disponemos de biomarcadores que nos ayuden a identificar la respuesta a la inmunoterapia”, apunta Laura Mezquita. Ese es un reto en el que trabaja la investigación oncológica, el otro consiste en desarrollar todo el potencial de lo que se conoce como medicina de precisión. El concepto lo explica la doctora Mezquita: “Consiste en plantearnos qué tratamiento se adapta mejor a cada paciente con un tumor concreto, un mesotelioma, por ejemplo. ¿Con qué se beneficiaría más, con quimioterapia, con inmunoterapia, o con ambos, o incluso con otro tipo de tratamientos dirigidos? La idea es personalizarlo y no al revés”. El objetivo de la innovación oncológica aplicada al mesotelioma es convertir un cáncer muy agresivo en una enfermedad crónica como ya ha ocurrido en otros tipos de cáncer. Para lograrlo se requiere invertir en investigación.
Uno de los problemas que agrava el pronóstico del mesotelioma es que no hay pruebas específicas para detectarlo de manera temprana, como sí existe la mamografía para diagnosticar un cáncer de mama o un escáner de baja dosis en el de pulmón. Julio había pasado las pruebas médicas de la revisión laboral anual dos meses antes de caer enfermo, “pero en la radiografía no salió nada”.
Mientras se desarrolla una técnica de detección precoz, cabe poner en marcha otras de las recomendaciones que hacen los expertos que piden una ley integral de amianto. “Estamos a tiempo de salvar decenas de miles de vidas y de evitar prolongar la pandemia de casos de cáncer y otras enfermedades derivadas de la exposición al amianto”, señala el manifiesto. La suma de la prevención y la innovación terapéutica siempre da resultados en salud pública.
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