La división entre la calle y la clase política de Túnez ha vuelto a hacerse patente este martes. Cientos de manifestantes han intentado llegar a las puertas de la Asamblea al grito de: “El pueblo quiere que sea disuelto el Parlamento”, “abajo el régimen”, “libertad para los prisioneros”, “no a la marginación de los barrios populares”. Mientras tanto, el Parlamento iniciaba una moción de confianza sobre los 11 nuevos ministros, todos hombres, propuestos por el jefe de Gobierno, el tecnócrata Hichem Mechichi.
Un fuerte despliegue policial hizo posible que la marcha se detuviera a unos 100 metros de la Asamblea. Pero la distancia que hay entre la clase política del país y una buena parte de los jóvenes parece alargase cada día. Aunque el resultado de la moción de confianza se esperaba para bien entrada la madrugada de este miércoles, el verdadero juego político parecía desarrollarse, no en el Parlamento, sino en las calles de este país de 11,5 millones de habitantes.
Las manifestaciones apenas han cesado desde el jueves 14 de enero, día en que se conmemoraba el décimo aniversario de la huida del dictador Zine el Abidine Ben Alí. Un policía agredió ese mismo jueves a un pastor en la ciudad de Siliana, a dos horas y media en coche desde Túnez. Y ese acto, difundido en las redes sociales, inflamó el sentimiento de humillación entre los jóvenes, que recordaron al vendedor ambulante Mohamed Bouazizi. Si Bouazizi dio origen a la Primavera Árabe, al inmolarse el 17 de diciembre de 2010, cuando varios agentes le quitaron su carrito ambulante, el pastor de Siliana ha espoleado la memoria de la revolución.
Esta vez, miles de jóvenes se manifestaron durante cuatro noches en decenas de regiones del país. En algunas de las manifestaciones se produjeron saqueos y enfrentamientos con la policía. Unos 1.200 jóvenes fueron detenidos. La mayoría de ellos continúan en prisión. Algunos diputados en el Parlamento indicaron que debería atenderse los reclamos de la calle y poner a esos jóvenes en libertad.
Las protestas fueron duramente reprimidas por una policía a la que la sociedad civil aún acusa de cometer abusos propios de la dictadura. Este lunes por la tarde trascendió la noticia de la muerte de un joven manifestante, Haykel Rachdi, quien había sido herido en la cabeza el 19 de enero por un proyectil de gas lacrimógeno. La noticia de su muerte provocó nuevas manifestaciones en su ciudad, que fueron igualmente sofocadas con gas lacrimógeno.
En la capital del país, los disturbios y las principales protestas de jóvenes se iniciaron en el barrio de Ettadhamen, el más desfavorecido y superpoblado del país. Desde allí salieron este martes cientos de manifestantes en dirección al Parlamento, que se encuentra a más de una hora de distancia a pie. A ellos se les fueron uniendo otros manifestantes en el centro de la ciudad.
Los manifestantes corearon gritos contra Hichem Mechichi, de 47 años, sin afiliación política, que ocupa desde julio la jefatura de Gobierno. Mechichi fue propuesto por el presidente del país, Kais Said, un profesor de Derecho Constitucional, de 62 años y tendencia conservadora. Pero ambos políticos se fueron distanciando en pocos meses. En los últimos días Mechichi decidió renunciar a los ministros más afines a Said y nombrar a otros 11, en un equipo de 30.
El presidente avanzó el lunes que él pensaba rechazar los cambios propuestos por Mechichi. Alegó que el procedimiento es inconstitucional, ya que él no fue consultado sobre la renovación del Gabinete. También criticó el hecho de que los 11 elegidos sean hombres y añadió que algunos de los elegidos podrían tener conflictos de intereses con sus cargos, sin aportar más detalles.
La Asamblea cuenta con un total de 217 diputados y el grupo mayoritario, el de los islamistas de Ennahda, solo disponen de 57 escaños. A la fragmentación de la Asamblea y a las disputas entre el jefe de Estado y del Gobierno se suma el deterioro de una economía que encogió un 8% en 2020. Y donde más de 12.800 personas se vieron abocadas a viajar en patera hacia Europa.
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