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Nueve consejos para madres y padres primerizos


Recuerdo perfectamente el día que supe que estaba embarazada por primera vez. Un cóctel de sentimientos se apoderó de mí e hizo que me sintiese enormemente vulnerable. La intensa alegría se mezcló con un gran sentimiento de responsabilidad. El miedo, la incertidumbre o las inseguridades fueron floreciendo a lo largo de los nueve meses de embarazo y, en ocasiones, me hicieron llegar a dudar si sería capaz de ser una buena mamá. Emociones que compartí plenamente con mi pareja y que nos hizo darnos cuenta de que nuestra vida iba a cambiar de forma radical.

Fui una primeriza bastante convencional. Tuve un embarazo sin grandes sobresaltos que viví llena de ilusiones. Ilusión por poder ampliar la familia junto a mi marido, emoción por hacer a mis padres por primera vez abuelos, una complicidad muy especial con mis hermanas por hacerles tías. Los últimos meses se hicieron eternos. Me harté de leer libros sobre embarazo y crianza y asistí a diferentes formaciones de preparación al parto en mi centro de salud. Preparamos con mucho mimo la habitación y ropa de nuestro bebé y compramos muchas cosas de puericultura que jamás llegamos a utilizar.

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El temor al parto sobrevolaba a menudo sobre mi cabeza y me llenaba de mucha preocupación. A menudo familiares y amigos explicaban su experiencia en el nacimiento de sus hijos que no ayudaban a templar mis nervios. Tuve un parto lleno de complicaciones a las que por suerte el personal sanitario que me atendió supo darle respuesta. Jamás olvidaré lo que sentí al ver a mi hijo por primera vez, al notar su piel, al darme cuenta de que había sido un flechazo para toda la vida.

Las primeras semanas con nuestro bebé fueron muy caóticas. Recuerdo mi desesperación y cansancio al ser incapaz de calmar o entender a mi hijo cuando lloraba sin parar. ¡Ojalá antes de su llegada alguien nos hubiese explicado que ser mamá o papá es el único oficio del mundo en el que primero te otorgan el título y luego cursas la carrera!. Una carrera de fondo maravillosa pero repleta de dudas y de miles de cosas por aprender. Porque a ser padre se aprende sobre la marcha con mucha paciencia y dedicación. Superando obstáculos y aceptando los posibles errores que puedes realizar por la falta de experiencia. Ahora que he cumplido el decimosexto aniversario como mamá y con toneladas de experiencias y de aprendizajes adquiridos por ensayo-error, puedo afirmar que la maternidad se ha convertido en el viaje más apasionante de mi vida. Una aventura de retos diarios que me hace salir de mi zona de confort y me hace ser cada día un poco mejor.

Ojalá antes de ser mamá alguien me hubiese regalado algunos de estos consejos:

  1. Debes saber que tu hijo no va a tener un mejor papá o mamá que tú. Con nuestras virtudes y defectos no existirá una persona más especial e importante para él en todo el planeta.
  2. Aprende a creer en tu propio instinto, en tu forma de querer, acompañar y proteger. El corazón a menudo nos marca el camino correcto que debemos tomar. Nuestros hijos no necesitan “padres perfectos” sino personas que estén presentes y disponibles en sus vidas, que les quieran sin condición.
  3. Recuerda que la maternidad va mucho más allá de decidir si le das pecho o biberón, si haces colecho o decides que duerma en su habitación. Ser mamá significa querer sin medida, dar alas para volar, despertar las ganas de vivir y aprender.
  4. No dejes que lo urgente te robe el tiempo para lo importante. Dedica a diario a tu hijo tiempo de calidad donde podáis jugar y establecer espacios para hablar con la calma creando vínculos y complicidad. Hazle sentir única y no olvides de decirle a diario que le quieres sin peros ni pros.
  5. Pide ayuda siempre que lo necesites sin sentir vergüenza o miedo al qué dirán. Educar en “tribu” es mucho más enriquecedor para todos. Busca aliados que te entiendan, que reduzcan tu carga y te ayuden a superar los contratiempos. Si es necesario acude a profesionales que te puedan orientar.
  6. Aunque en ocasiones sea muy difícil conseguirlo, busca tiempo para ti, para cuidarte y mimarte. Para cultivar tus aficiones o aprender nuevas cosas. El autocuidado es imprescindible para tener una buena salud física y mental. Si tú estás bien, tus hijos también lo estarán.
  7. No te vuelvas loca comprando cosas de puericultura. Tu hijo lo que más necesita son tus brazos, mimos y consuelo. Tus miradas cómplices y palabras que le alienten.
  8. Fórmate todo lo que puedas en temas de educación y crianza. El conocer las características propias de la etapa educativa que vive tu hijo te permitirá ofrecer una mejor respuesta a sus necesidades y educarle desde la calma y el respeto.
  9. Da a tu hijo el tiempo necesario para aprender y el espacio para que pueda expresar sus emociones con libertad. Permítele llorar, estar triste o aburrirse. Enséñale a poner nombre a todo aquello que siente y a desarrollar estrategias para poder hacer frente. Jamás olvides que no hay nada más maravilloso que nuestra vida se llene de primeras veces. Disfruta de cada etapa porque nuestros pequeños crecen casi sin darnos cuenta.

Como decía Meryl Streep: “la maternidad tiene un efecto humanizador, todo se reduce a lo esencial”. Así que seamos capaces de disfrutar y dar gracias por el regalo más extraordinario que tendremos en nuestra vida.

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