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Nuria Roca: “Los piropos que más agradezco son los de las mujeres”


Hablamos al raso, embozadas ambas con mascarillas de pato, en el patio de la nave dese donde se emite El Hormiguero, en la calle Alcalá de Madrid. Imposible acceder a ese templo televisivo sin una PCR negativa del día en el bolso. Hay aquí auténtico pánico al virus, y se entiende. Hoy, miércoles 10 de febrero, es el último día de Nuria Roca como presentadora sustituta de urgencia del programa insignia de Pablo Motos, quien regresa mañana al plató tras una semana recluido en casa por positivo en coronavirus, pero que no ha dejado de aparecer en pantalla todas esas noches ejerciendo de padre espiritual del espacio desde su domicilio. En ese tiempo, a Roca le ha dado tiempo a, no solo mantener, sino superar al jefe en audiencia y a poner de acuerdo a crítica y público a la hora de alabarla. Cordial y un puntito en guardia ante preguntas supuestamente comprometidas, Roca luce con encanto y soltura el recién estrenado flequillo con el que tuvo que salir a la arena de improviso y que estos días piden ya muchas españolas en las peluquerías. Roca, con 780.000 seguidores en Instagram, crea tendencia, y sospecho que lo sabe, y que le gusta.

No me diga que no le temblaron las piernas el día que tuvo que pasar de tertuliana a presentadora en un par de horas.

Para nada. Trabajamos juntos hace años y yo sabía que, si pasaba algo, era yo quien iba a sustitiirle. Pablo lo tiene todo previsto, y ya lo habíamos hablado. Le operaron, pasó la primera ola, la segunda ola, Pensaba que no iba a suceder. Pero sucedió. Y, hora y media antes, me dije: “ostras, vamos para adelante”. Claro que impone la responsabilidad. Es un programa muy escaletado, solo se puede hacer bien si lo disfrutas, y yo lo he disfrutado como una enana.

¿Ha sido el momento más estresantes de su carrera?

No. He hecho sustituciones de telediario de un minuto a otro, explosiones de focos y cambios de plató en directo, improvisaciones sobre la marcha. Son 26 años de carrera y me ha pasado de todo. Para mí es mucho más intimidante salir al teatro, como voy a hacer, por primera vez en mi vida en La gran depresión con Antonia San Juan de compañera en Fuerteventura, el día 27. Eso sí que es de kamikazes.

Estos días, Daniel Guzmán y Omar Montes se le han declarado en directo. ¿Cómo se lleva derretir a los ‘millenials’ a los 49?

Perdona, tengo 48 años, todavía, que a esta edad contamos hasta las horas. Lo llevo fenomenal. ¿Sabes qué pasa? Que igual que soy muy consciente de la realidad, a veces no lo soy tanto de los años que tengo y me siento como si tuviera 30. Y cuando te lanzan un piropo, sea alguien joven o viejo, siempre que sea honesto y amable, es de agradecer, y los que más agradezco son los de las mujeres, que tengo muchos, además.

Quizá porque no apabulla.

Va por ahí la cosa. Creo que no hay que ser agresiva. Chicho [Ibáñez Serrador, su descubridor en Waku Waku, a los 25 años] me decía que yo gustaba a las mujeres, y que eso era una bendición en televisión. Hay una manera de ir por la vida, y de entrar en las casas por la tele, que es pidiendo permiso con la actitud y el talante, y siempre lo he hecho así.

Vive, trabaja y hasta escribe a medias con su marido. Desfaga esa imagen de pareja perfecta.

Es que no quiero desfacerla, porque para mí es perfecta. Mis hijos saben que tienen un hogar, un padre y una madre, pero si nosotros dos estamos juntos es porque nos queremos, nos admiramos y somos cada uno para el otro la persona con la que siempre te irías a cualquier sitio. Si no, no estaríamos juntos.

Aún resuenan los ecos de la que se lió cuando comentaron que eran una pareja abierta. ¿Cómo recuerda aquel ‘escandalazo’?

Fue un escándalo en un vaso de agua. Solo había que rascar un poquito y no quedarse en el titular. Para mí las parejas no están preconcebidas, sino revisables, según el momento y, a partir de ahí, cimentas tu historia. Lo que pasa es que hay a quien le asusta que puedan existir otras formas de relacionarse. Allá cada cada cual. Yo sé lo que tengo, y me gusta.

En ‘Road trip’, vuelve a Valencia. Como decía Jennifer López del Bronx: ¿una sale de Valencia, pero Valencia no sale de una?

Llevo muchos años fuera, pero el lugar donde pasas los primeros 25 años, tu infancia, tu adolescencia y tu paso a adulta te forja, te marca. Soy muy fallera, muy explosiva en cuanto a sentimientos, impulsividad, prontos. Soy muy de mascletás emocionales.

De alicantina a valenciana, ¿qué tiene la terreta para generar tanto suceso y tanto artista?

En Valencia suceden muchas cosas extraordinarias, para bien y para no tanto. Flipé con el caso de la fallera yihadista. Es que ni Berlanga lo hubiera imaginado mejor, sin hablar del propio Berlanga. Sí, Valencia es especial. Cuando hacía programas de buscar gente especial, tipo Factor X o Tienes Talento, sabíamos que allí íbamos a encontrar oro. Y lo había.

Tiene tres cuartos de millón e seguidores en Instagram. ¿Piensa mucho todo lo que publica?

Sí, y no. Si uno se asoma a una red social y cree que eso es la vida real, va aviado. Con un filtrito y una sonrisa, todos estamos guapos, y está muy bien para mostrarlo y como tablón de anuncios, pero ya está. Ni la vida te va en ello ni hay que hacerle tanto caso. Si las usas, que sea para divertirte. Tengo tres hijos adolescentes, sé cuánto tiempo le dedican y lo dañinas que pueden llegar a ser.

Viendo el despliegue de modelos de sus fotos da la sensación de que su armario no tiene fondo. Desde la envidia se lo digo.

Cierto. Tengo que aprender a tirar y no aprendo. Soy muy fetichista, me gustan mucho las cosas, la ropa, los bolsos, los zapatos, y tengo que aprender a desprenderme de ellas. Ahora estoy aprendiendo a compartir.

Puestos a ello, podría copresentar ‘El Hormiguero’.

En absoluto. Tú lo que quieres es un titular, y no voy a dártelo. El Hormiguero es y será el programa de Pablo. Y yo, que he pasado por muchos formatos, creo que acabará estudiándose en las facultades de Comunicación. Es una maquinaria perfectamente engrasada y con un nivel de exigencia brutal que no deja de crecer después de 15 años. Y eso es mérito suyo.

¿No le queda un pellizquito, cierto mono de ser hormiga jefa?

Para nada. Me daría un pellizquito si yo me imaginara cosas. Pablo ha estado malo, he tenido que hacer el programa y ya está. Otra cosa es que alguien quiera fantasear, pero soy muy realista. Con la edad, eres consciente del terreno que pisas y sabes dónde estás, que es lo más importante: no perder jamás el norte.

Se cortó el flequillo justo antes de tener que presentar el programa y confesó que aún no se veía. ¿Se ha acostumbrado ya?

Jajajá. Pues fíjate si estaba contenta, centrada, disfrutando y tan a lo mío que ni me acordé de tal cosa. Y eso que, como sabes, el flequillo da muchísimo dolor de cabeza hasta que te haces con ello.


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