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Oligarquía de Estados Unidos aniquila al Trumpismo | Artículo

La muy eficaz ofensiva de la clase dominante del sistema se realizó en tres frentes: el militar, el comunicacional y el financiero. Fue tan efectiva, que logró remover en menos de dos semanas al populismo patógeno de Trump que ya no le servía.

Heinz Dieterich   

 

  1. Operación Limpieza

Al estilo de una operación quirúrgica fulminante, la clase dominante estadounidense puso fin a los remanentes político-circenses del fallido golpe de Estado de Trump. Desplegó 25,000 tropas con armas de guerra –programadas para disparar– en la capital política del país, convirtiéndola en una zona militar fortificada (sic). Bloqueó el acceso de Trump al botón nuclear y operaciones militares internacionales. Cortó las comunicaciones de Trump en Twitter, Facebook y Youtube, poniéndolo de hecho bajo arresto domiciliario e incomunicación en la Casa Blanca. Congeló los subsidios financieros al sector trumpista de la clase política gringa, obstaculizando sus carreras y perspectivas políticas inmediatas y convirtiendo al Fuehrer neoyorquino en un paria internacional.

  1. Oligarquía bimodal liquida populismo patógeno

La muy eficaz ofensiva de la clase dominante del sistema  –que desde su fundación por esclavistas y mercaderes capitalistas en 1783 nunca ha trascendido el status de una oligarquía bimodal (republicanos/demócratas) basada en la violencia y el racismo– se realizó en tres frentes: el militar, el comunicacional y el financiero. Fue tan efectiva, que logró remover en menos de dos semanas al populismo patógeno de Trump que ya no le servía.

El Fuehrer Trump, creyendo sus propios delirios megalómanos de estar por encima de las clases y luchas sociales, pasó la línea sistémica roja de la oligarquía con su fallido Putsch (golpe). No quiso aceptar que era un simple Calibán, un empleado del sistema de outsourcing político de la power elite, contratado para arreglar una coyuntura (problema) particular del sistema –como Hitler y Mussolini antes– más no para reconfigurarlo a su antojo. Un lumpen-político contratado para un trabajo sucio, no para convertirse en nuevo dueño del negocio USA-S.A. de C.V.

Foto: aph.org

  1. Tres advertencias militares

Trump hizo caso omiso a repetidas advertencias de la manu militari (Fuerzas Armadas), que no iban a permitir un golpe de Estado tipo Mussolini, Hitler, Maduro o Erdogan. Unos seis meses atrás, el poderoso general James Clapper, ex Director de Inteligencia Nacional (DNI) de Obama, advirtió en CNN, que ante la conducta de Trump podría llegar el momento de tener que tomar una acción colectiva: “there may come a moment when collective action will be necessary”. Trump pasó por alto el aviso, porque obviamente no conocía el significado de “collective action” en la Social Identity Theory (Teoría de la Identidad Social), ni tampoco los códigos de acción del mundo militar.

La segunda advertencia se produjo el 17 de diciembre, cuando uno de los golpistas de Trump, el  general en reserva Michael T. Flynn, propuso en la televisión que Trump declarara la Ley Marcial y encargara a los militares reponer las elecciones en cuatro estados importantes. El Secretario del Ejército (McCarthy) y el Chief of Staff (James McConville) respondieron de inmediato: “there is no role for the U.S. military in determining the outcome of an American election – la Fuerza Armada de Estados Unidos no juega ningún papel en determinar los resultados de una elección americana”.

El 12 de enero se produjo la última y categórica exhortación al inquilino temporal de la Casa Blanca, de desistir de su aventura putschista. El poder decisivo del país, the U.S. Joint Chiefs of Staff (Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos), calificó la toma del Capitolio como un “violento motín en Washington, D.C.” y “un ataque directo al Congreso de los Estados Unidos… y nuestro proceso constitucional”. El memorando, dirigido a  más de dos millones de tropas, re-enfatizó el juramento de los militares de “apoyar y defender la Constitución de los Estados Unidos contra todos los enemigos, extranjeros y nacionales” (sic) y aseguró que el presidente electo Joe Biden “será inaugurado el 20 de enero”.

  1. A sangre y fuego

El memorando lleva las firmas de siete generales y un almirante que dirigen la institución: un generalato, que representa a los jefes de Estado Mayor del Ejército y la Fuerza Aérea, el comandante del Cuerpo de Marines, los jefes de la Oficina de la Guardia Nacional, las operaciones navales y las operaciones del Espacio. 1.3 millones de miembros del servicio activo y más de 800.000 guardias nacionales y reservistas recibieron el edicto.

En paralelo, se ordenó el despliegue de 25,000 Guardias Nacionales en Washington, D.C.: una acción castrense sin par desde la Guerra civil, que no deja duda sobre la determinación militar de imponer la transición pacífica del poder a sangre y fuego, si fuera necesario. Triunfó el esprit de corps de la Fuerza Armada y su lealtad ante la oligarquía binomial, a tal grado, que el general Mark Milley, nombrado por Trump en diciembre de 2018 como presidente del Estado Mayor Conjunto, tuvo que alinearse. Para nadie que haya vivido en “las entrañas del monstruo” (José Martí) y conoce el funcionamiento real del sistema, fue una sorpresa.

5. Trump, huérfano de Augustus, Marx y Dios

En un artículo anterior sentencié que en la política actual el algoritmo más importante del triunfo es la cultura, en particular “los ojos de la razón” (Hegel), la ciencia. El ocaso de Trump manifiesta nuevamente esa verdad. Es obvio, que Il Duce inmobiliario no conocía el coup d´etat más inteligente de la historia, ejecutado por el romano Octavius (Caius Iulius Caesar Augustus) hace dos mil años. De la misma manera ignoraba el más genial análisis científico de los golpistas del “bonapartismo de derecha” –fauna a la cual pertenece junto con Mussolini, Hitler, Maduro– realizado por Karl Marx con motivo del golpe de Estado de Napoléon le Petite, en 1851, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”.

En esa obra paradigmática, Marx explica las condiciones objetivas que posibilitan ese tipo de coup d´etat, demostrando “cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe”. Y resume la esencia de ese fenómeno con una cita del cardenal Pierre d´Ailly. Cuando, en el Concilio de Constanza (1414-18), los puritanos se quejaban de la vida lujuriosa de los papas y sermoneaban sobre la necesidad de reformar las costumbres, el cardenal les dijo con voz estentórea: “¡Cuando sólo el demonio en persona puede salvar a la Iglesia Católica, vosotros pedís ángeles!“.

6. La Falange de Trump I
Aun así, la multifacética falange de poder que el organizador de la seditious conspiracy logró reunir durante su primer mandato, es asombrosa. Además del vector de poder institucional “presidencia”, Il Duce neoyorquino contaba con el apoyo de alrededor de la mitad del electorado estadunidense (74 millones), qué en menos de cuatro años había convertido en un rebaño incapaz de diferenciar verdades objetivas (hechos) de verdades mentales (opiniones).

80 millones de seguidores en Twitter, Facebook y Youtube; conferencias de prensa en la Casa Blanca y ad hoc; declaraciones televisivas; 26,000 mentiras, sofismas (WP fact checker); técnicas de gerencia de la percepción (perception management); mecanismos de lobotomización cultural de las clases sociales y el perverso apoyo de los propagandistas de Fox News (Hannity, Carlson, “Martha”, Watters, Pirro y así, ad nauseam), le dieron un acceso sin paralelo a la mente pública para configurar un universo alterno nacional, donde la verdad es anatema y sacrilegio.

Foto: Reuters

7. La Falange de Trump II
La corrupta clase política del Imperio proporcionó otra tierra fértil de reclutamiento para el proyecto sedicioso de Trump. Der Fuehrer contaba con la mayoría de los congresistas republicanos, encabezados por su capo di capi, el mafioso líder del Senado Mitch McConnel, y su jefe en la Cámara de Diputados, Kevin McCarthy. Decenas de fiscales generales y gobernadores de los Estados federativos estaban con él, al igual que el fiscal general estadunidense William Barr, las milicias paramilitares de supremacía blanca, el clerical-fascismo e integrismo evangélico, sionista, católico y sectores pro-fascistas del gran capital.

8. “Mi honor se llama lealtad”
“Mi honor se llama lealtad” (Meine Ehre heisst Treue) era el lema de los miembros de la SS ante Hitler. Una actitud semejante pudo observarse en la amplia franja fascista de la nomenclatura del Partido Republicano. Aun después del fallido motín en el Capitolio el 6 de enero, en la votación sobre la querella de desconocimiento de los resultados del Colegio Electoral, seis senadores y 121 diputados del Partido Republicano auxiliaron incondicionalmente el circo sedicioso de Trump contra la certificación de Biden. En la votación del impeachment (juicio político) de Trump por el delito de “incitement of insurrection”, el 14 de enero, 192 de los 211 diputados republicanos en la Cámara Baja abrazaron el lema nazi y sufragaron contra la moción de impeachment de Trump: el 91% (sic).

9. El error fatal del Putsch de Trump
Pese a la formidable alianza construida por Trump para no entregar el poder a un vencedor demócrata, su máquina sediciosa padecía de un error de construcción fatal. Trump nunca entendió lo que Maduro, Mussolini y Hitler sí entendieron: que ningún golpe de Estado puede ser exitoso si no cuenta con el apoyo de sectores claves de las Fuerzas Armadas profesionales. Que ante el poder de fuego de los ejércitos modernos, ningún movimiento de masas u organizaciones paramilitares pueden derrotarlos, si no es por cooptación y/o división. Ese fue el missing link cardinal en el engranaje conspirativo de Trump que condenó su proyecto subversivo ab ovo (de antemano) al fracaso.

Caricatura de Allan Mcdonald.

10. Cultura: The art of the deal
Ese axioma se puede expresar en diferentes idiomas: Bill Clinton diría, “It´s the military, stupid!” Mao Zedong la formuló diciendo que “el poder político nace de los cañones de los fusiles” y el letrado Federico el Grande la grabó en latín en sus piezas de artillería: ultima ratio regis – la última palabra de los reyes son los cañones.

Después del día 20, refugiado en su lujosa cueva en Mar-a-Lago, el bioterrista más eminente del mundo y Fuehrer fracasado, tendrá amplio tiempo para reflexionar sobre el enigma que le destruyó. Porque un “capital” tan intangible como la cultura puede ser más esencial en la vida, que The art of the deal.




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