Hay profesionales del fraude que suelen hacer malévolamente bien su trabajo y logran engañar incluso a usuarios avezados,
Eduardo R- Huchim
Suena el teléfono de tu casa y te despierta, corres a contestar y una voz femenina te pregunta si eres Juan Barragán.
Mientras le explicas que no, recuerdas que desde hace algunas semanas y varias veces al día has recibido llamadas semejantes, supuestamente del Banco Santander (o de una agencia de cobranzas) que busca a esa persona. Les has dicho que no eres tú, les has pedido a los hombres y mujeres que han llamado tomar nota de que hace más de 20 años el número fijo al que llaman es tuyo y no conoces ni ha vivido en tu casa nadie de apellido Barragán.
Inútil, siguen llamando y, como seguramente tus interlocutores han advertido tu exasperación por sus telefonemas, han optado por poner ahora una grabación. Hacen las llamadas desde distintos números telefónicos, entre ellos el 5556442677 y el 7262510559.
Indignado por este claro asalto a tu privacidad -que probablemente les ocurre a muchos incautos ciudadanos-, piensas en acudir a la Condusef (Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros), o quizá al INAI por aquello de los datos personales. Sin embargo, te asaltan tus pendientes, los apremios cotidianos, y ya no lo haces, a pesar de que incluso podrías iniciar alguna acción por vía electrónica.
Este es un pequeño ejemplo de los abusos de los bancos que operan en México, la mayoría de los cuales parecen considerar a sus clientes más como súbditos que como lo que realmente son: la razón de su existencia. Nada menos.
En la escala de las increíbles y tristes historias de los cándidos usuarios y de sus bancos desalmados -dicho sea con el permiso de Gabo-, cito otra historia de mayor importancia: la historia muy frecuente de los fraudes por teléfono operados -me dicen quienes saben del tema- desde reclusorios o casas de seguridad, en particular en la Ciudad de México.
Estos profesionales del fraude suelen hacer malévolamente bien su trabajo y logran engañar incluso a usuarios avezados, porque su lenguaje, su transferencia a otras instancias (después de la primera llamada) es muy real. Incluso tienen grabaciones de audio que parecen originales. Con frecuencia, la puerta de entrada es un supuesto pago con la tarjeta de crédito o débito de la futura víctima, del que -dicen- avisan para ofrecer medidas correctivas inmediatas y evitar daños mayores.
Los delincuentes incluso se identifican con números reales de empleados del banco de que se trate e incluso ofrecen gestionar -y lo hacen- herramientas bancarias como el token. El fraude se comete con tarjetas de crédito y de débito y muchos clientes incautos caen redondo porque hay razones para pensar que, en efecto, les están llamando desde su banco, ya que les proporcionan datos personales como nombre, número de tarjeta, fecha de nacimiento y otros. Todo ello alimenta la sospecha de que en el fraude participan empleados o exempleados bancarios que quizá hacen sustracciones de la base de datos de ciertos bancos.
Casi sin percatarse y confiados en que están hablando con un ejecutivo bancario, los incautos clientes aportan algún dato que permite la consumación del fraude. Las consecuencias son: pagos fuertes con la tarjeta de crédito, uso fraudulento del token y/o saqueo de cuentas.
Lo peor: los bancos se resisten a reconocer que la responsabilidad en este tipo de fraudes es total o parcialmente suya, sobre todo porque la información que aportan los defraudadores es real y deriva de fugas de información del propio banco.
En resumen: desconfíe de las llamadas telefónicos que supuestamente le alertan de pagos no reconocidos o le ofrecen algún servicio o gestión, aunque le den datos reales de sus cuentas bancarias. Los bancos recomiendan consultar a su ejecutivo de cuenta o a personal de la sucursal donde tenga sus cuentas.
Hay otras historias de este tipo que abordaré posteriomente.
Peccata minuta
Trol
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE) le ha dado entrada al vocablo trol para definir al usuario de redes sociales que difunde mensajes provocativos u ofensivos.
En efecto, después de describir su primera acepción como “ser maligno que habita en bosques o grutas” en la mitología escandinava, el DRAE dice en su segunda acepción lo siguiente:
Trol 2
Del ingl. troll, y este der. de to troll ‘merodear’, ‘pescar al curricán’, ‘trolear’, quizá con infl. de troll ‘trol1’.
- m. y f. En foros de Internet y redes sociales, usuario que publica mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de molestar, llamar la atención o boicotear la conversación.
El tuit
Diálogo interno:
—Nosotros creamos la belleza en el tigre.
—¿Qué ve el tigre cuando ve un tigre?
—Ve su propia versión del tigre.
—Es triste que no se vea como nosotros lo vemos.
—Tal vez, pero no para él.
—¿Qué es lo bello, entonces?
—Que podamos crear la belleza en el tigre.— gustavo (@biciclotimia) September 11, 2019
El libro de hoy
Gobierno abierto y derechos humanos
Luis Efrén Ríos Vega e Irene Spigno | Directores
Gobierno abierto y derechos humanos son temas que se emparentan y complementan. Uno y otros son motores que impulsan a los países hacia el ansiado nirvana de la plenitud democrática.
Este libro, bajo la coordinación de Luis Efrén Ríos Vega e Irene Spigno, reúne investigaciones sobre gobierno abierto -concepto relativamente reciente- y su relación con los derechos humanos, desde miradas poliédricas.
Los diferentes textos fueron escritos por Jordi Barrat i Esteve, Ángel Caballero, Guillermo Escobar Roca, Alfonso Hernández Godínez, María Guadalupe Imormino de Haro, María José Montiel Cuatlayol, Víctor S. Peña, Khemvirg Puente Martínez, Reyes Rodríguez Mondragón, Joel Salas Suárez, Luis Carlos Ugalde y Ricardo A. Valencia.
Editorial: Tirant lo Blanch / Colección: Derechos Humanos Siglo XXI /1ª Edición, 2020 / 340 págs. / Rústica.
Brevicuentos
Conozco a un hombre
César Vallejo
Conozco a un hombre que dormía con sus brazos. Un día se los amputaron y quedó despierto para siempre.
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@EduardoRHuchim