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Once helados envasados con los que pecar este verano


No importa que tu verano consista en arrastrarte por la ciudad bajo el sol con la tensión bajísima, uniéndote al grito comunal que te hermana con el resto de la población y que es pronunciado en cada esquina, en cada vagón de metro: “Ay, qué calor hace”. No importa que lo que debería ser un paraíso de aguas azules y ojos entornados por el sol dorado, sea en tu caso una oficina desierta en la que tecleas desganado mientras esperas a que den las tres (eso si tienes jornada intensiva de verano, claro). Porque siempre te quedará el helado.

A pesar de que tu verano no responda en absoluto a los cánones marcados por los dioses del estío, trabajes de sol a sol de junio a septiembre, no tengas piscinas cerca y tu único placer sea sumergir los pies en un balde de agua helada con aspirinas efervescentes mientras ves vídeos de perritos rescatados y lloras, no pasa nada, sonríe un poco: siempre te quedará el helado.

Aun siendo un ser desgraciado que ha aprendido a leer el futuro en las manchas de sudor de las camisetas de otros desgraciados que deambulan con los sentidos embotados por el bochorno, toda penuria resultará más llevadera si suspiras hondo y rechupeteas un buen helado.

Como sabemos que no puedes moverte y entendemos que no te apetezca acercarte a la heladería elegante de la avenida no sé qué, porque no quieres que la gente vea tu cara de pringado que pasa el verano en la ciudad, hemos recopilado una serie de helados que, además de ser ambrosía de los dioses y tirando a sanos (o todo lo sano que puede ser algo que basa parte de su éxito en el dulzor). Además están disponibles en tiendas relativamente fáciles de encontrar, supermercados e incluso online .

Polo de guayaba de La Quindianita

En mi opinión, hay un único e inigualable néctar helado de los dioses del verano, y ese es el helado de guayaba de La Quindianita. Estos polos fueron introducidos en España en 1999 con el objetivo de, según reza su página, cumplir con “una necesidad de satisfacer parte de las insuficiencias gastronómicas de la comunidad latina en España”. Los popularmente llamados “polos latinos” son helados sencillos, todos de la misma forma de aspecto casero, que abarcan desde sabores más básicos, como el mango, la fresa, la mora o el coco, a frutas de las que algunos no hemos oído hablar en la vida, como la lúcuma o el lulo. También hay combinaciones curiosas, como el coco-fresa o el yogur-maracuyá o el polo de queso, todas ellas deliciosas.

El helado que nos ocupa en estas líneas -y que ocupa mi corazón heladero- es el de guayaba. La sensación al comerlo es la de estar degustando un trozo de exquisita guayaba madurísima congelada y pinchada en un palo. Y esta percepción es casi cierta. Si uno mira los ingredientes, ve que estos helados solo contienen la fruta en cuestión, agua y azúcar. Prácticamente como si los hiciéramos en casa. Si a esta sana sabrosura le añadimos su precio -1 euro- y que se pueden encontrar casi en cualquier tienda de alimentación de barrio que se precie, el combo heladero completa un círculo perfecto de sabor-precio-felicidad, que en mi imaginación culmina con un sonido de cuerpo colisionando contra el agua azul de una piscina y un delfín guiñando el ojo a cámara.

Helado Green de mango verde

Los helados Green van en la misma línea que los de La Quindianita: polos latinos de fruta elaborados con los ingredientes básicos. Sabrosos, sencillos, económicos y deliciosos. Los sabores que maneja Green son prácticamente los mismos que los de La Quindianita, añadiendo algunos sabores innovadores como el de mojito y el de ube (un tubérculo morado de bello aspecto). Mònica Escudero se decanta por el helado Green de mango verde (que se toma con tajín en polvo), un, en sus propias palabras, “delirio refrescante a mano en cualquier tienda latina”.

Helados de panna cotta y crème brûlée de Mövenpick 

También, atendiendo a estas propuestas de helados accesibles y ricos, Mònica Escudero recomienda los helados suizos Mövenpick de panna cotta y el de crème brûlée, disponibles en tiendas varias, entre ellas El Corte Inglés y tiendas tirando a pijillas. Aúnan ingredientes de calidad y combinaciones de sabor finísimas, nada dulces y empalagosos. Los helados Mövenpick no son, obviamente, los más baratos, pero tampoco los más caros: el envase de 75 ml cuesta 3,95 euros, aunque también hay tarrinas de 500 ml por 6,95, no mucho más de lo que cuestan otros helados de tarrina que son más populares, pero que sin duda tienen menor calidad.

Helado de pistacho de Ametller Origen

Jordi Luque, de Unto, se confiesa admirador de los helados de Ametller Origen, un modelo de producción de origen familiar que integra la producción agrícola, la elaboración y la comercialización con el objetivo claro de mejorar la alimentación y la salud. “Me sorprende muy gratamente el helado con sabor a pistacho -dice Jordi-. Es mantecoso, con sabor muy definido al fruto seco… Parece que no escatiman en una pasta de buena calidad”. El precio de la tarrina de pistacho gira en torno a los 5,95 euros. El único problema es que Ametller Origen solo dispone de tiendas y servicio online -entrega en 2 horas- en Cataluña. No obstante, cuando entras en su página te piden el código postal, dejando caer la vaga promesa de que quizás, algún día color celeste, incluso los paisanos de Valdeburguillo de Cáspitas podrán disfrutar de las delicias de su helado de pistacho.

Helado de yogur de La Fageda

Raquel Piñeiro cae postrada a los pies del helado de yogur de La Fageda. “Son productores lácteos maravillosos -afirma- y especialmente este helado suyo de yogur, que es un sabor que de primeras puede parecer como de abuelita, pero que al paladar resulta néctar y ambrosía absolutos”.

Los helados de La Fageda, cuyo precio medio es de 5,89 euros el envase de 500 ml y 11,78 euros el de 1 litro, pueden encontrarse en muchos supermercados de la red española, desde el Eroski al Spar, pasando por Coviran, El Corte Inglés, Carrefour y algunas gasolineras Repsol. Así que, en este caso, no hay excusa para no entregarse atados de pies y manos a los placeres de este helado de yogur.

Helado de skyr de Gelatelli

El skyr es un postre lácteo -mezcla entre yogur y queso fresco- que se hizo popular en España a raíz de su aparición en los lineales de Lidl. Al ser un producto bajo en grasas, pero rico en proteínas, fue habitual verlo asomando de las bolsas deportivas de fibrosas sílfides y musculocas untadas en aceite. Poco después apareció, también arropado por la cadena de origen alemán, el helado de skyr marca Gelatelli, una vuelta de tuerca más a la moda de este yogur de vikingos. Si bien es cierto que el helado -disponible en su versión natural, y también con cerezas o arándanos- no se caracteriza por su sencillez en cuanto a ingredientes (si le das la vuelta al paquete, te echas a temblar con la cantidad de glucosas y fructosas y dextrosas), sí que es cierto que es una opción rápida, económica y bastante rica. El helado de skyr natural tiene una textura aterciopelada, no demasiado dulce, y el punto justo de acidez para no empalagar. Al ser básico, queda muy bien si se le añaden tropezones de factura casera, véase unas avellanas picadas y tostadas y unos trocitos de dátiles, o una galleta básica, no muy dulce, partida en trocitos.

Làctic de Rocambolesc

Sé que este es uno de esos momentos en los que el lector abotargado por el calor se echa las manos a la cabeza y exclama: “¡Pero bueno! ¿Esto no iba de helados accesibles? ¿Por qué se nos lanza por la barranquilla de la pijez?”. Si esto sucede, es buena señal, ya que al menos la furia le hará despertar de su sopor veraniego, echarse agua fresca en el rostro y marchar con paso marcial hacia su Rocambolesc más cercano a darse el caprichito del verano. Tengamos en cuenta que el helado no es un producto de primera necesidad, y que los mismos 10 euros que se gasta usted en un gin tonic tirando a regular, los puede invertir en un polo y un helado de Rocambolesc.

De primeras, el alma inquieta del tomador de helados se irá derechita a probar curiosidades tales como la mano de Juego de Tronos (un polo realmente bello con forma de mano postiza de Jamie Lannister hecho de mango y naranja sanguina) o el Helado Oscuro (una cabeza de Darth Vader a base de vainilla y arándanos), ambos de sabor muy natural y sin pasarse de dulzor. Pero la verdadera delicia de Rocambolesc es su clásico, su apuesta segura: el láctic, una combinación de dulce de leche, confitura de guayaba y algodón de azúcar. A pesar de lo empalagosa que pueda resultar esta descripción, en Rocambolesc saben lo que se hacen, y han conseguido lograr un contrapunto entre estos sabores que hace del láctic un helado delicado que te hará desmayar de ricura, pero no de dulzor. Todas estas sensaciones al precio de 3,50 euros la tarrina pequeña con topping y 4,20 la tarrina grande. Más os habréis gastado en cañas desgasificadas y torreznos de plastiquillo.

Polo de horchata de La Jijonenca

El polo de horchata de La Jijonenca es un ejemplo de sencillez triunfal. Sin demasiadas vueltas, sin artificios, sin nada más que horchata de chufa y azúcar, este polo y unos rayitos de sol pueden transportar a cualquiera a la infancia alicantina que nunca tuvo. A pesar de que el polo de horchata no parece que sea un valor destacable de la carta de helados de La Jijonenca, -ahí escondidito, en la categoría Sorbifresh, entre el polo de limón y el de fresa- es precisamente el único del cartel, junto con el de leche merengada, que parece honrar realmente el apelativo de “helados artesanos” que engloba toda la producción. El Sorbifresh horchatero se da la mano con los helados latinos, en el sentido de que no hay trampa ni cartón posibles, no hay promesas de crunchy crunchy ni siropes derramándose por la mano: es simple y deliciosamente lo que dice ser. Y eso, en un mundo de helados horror vacui de tres capas y hasta quince tipos de topping, puede casi hacernos llorar de ternura y amor por el verano.


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