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Pablo Rivero: “Las redes sociales me obsesionan. Nunca sabes quién te está viendo”


Pablo Rivero (Madrid, 40 años) era un veinteañero cuando comenzó a trabajar en la serie Cuéntame cómo pasó, donde interpreta desde hace dos décadas a Toni, uno de los hijos de la familia Alcántara. Su madre guarda todavía en el salón una fotografía de aquellos inicios del actor: un posado en el bistró del barrio de San Genaro rodeado de grandes figuras como Tony Leblanc, Fernando Fernán Gómez e Imanol Arias, su padre en la ficción. “Yo estaba muy verde al principio”, reconoce Rivero por teléfono, que recuerda haberse perdido más de una vez en las escenas al pensar: “La cantidad de películas que he visto de estos señores”.

Cuéntame “ha sido la mejor escuela” para el intérprete, serie que ha compaginado con películas (Neckan, La noche del hermano y Paella Today!) y obras de teatro (El sirviente, Yo y mis circunstancias y Fausto) a lo largo de estos años. Pero desde hace cuatro también se está haciendo un hueco en la industria literaria. Primero publicó No volveré a tener miedo, luego vino Penitencia y acaba de presentar Las niñas que soñaban con ser vistas, con la que se reafirma en su faceta de autor de thrillers. En estas novelas indaga sobre temas escabrosos, como parricidios, violaciones, pederastia… sin dar demasiada importancia al qué dirán. “Con la literatura he encontrado esa manera de no tener que gustar a todo el mundo”, comenta Rivero, que como actor asegura haber sido más prudente: “He intentado ser un tío más serio, no hacer determinadas cosas para que me tomaran en serio, siempre pensando mucho, racionalizando mucho”. Siente adrenalina en ciertos momentos de su vertiente interpretativa, sin embargo concluye: “La plenitud la he encontrado más veces escribiendo que actuando”.

Le apasionan el cine y la literatura de terror y se obsesiona hasta tal punto con un tema truculento que se pasa las noches en vela investigando y, por supuesto, sintiendo mucho miedo. Las niñas que soñaban con ser vistas nace de su inquietud por el lado oscuro de las redes sociales que más tarde deriva en otros asuntos como el síndrome de Estocolmo y la internet profunda, un espacio digital donde encontrar armas, drogas y pornografía infantil. “El tema de las redes sociales es algo que a mí me obsesiona en el sentido de que nunca sabes quién te está viendo y no sabes la cantidad de información que estamos dando”, dice Rivero, muy comedido con lo que publica en Instagram y Facebook. Sostiene que nunca ha tenido ni va a tener Twitter: “Me parece que la gente no filtra y que es para ver quién insulta más”, cuenta el actor, que se considera una persona muy impulsiva y prefiere evitar la confrontación pública.

No obstante, las redes sociales también tienen su lado bueno. Le han permitido estar más cerca de los lectores —especialmente durante la pandemia en la que se han cancelado ferias y firmas de libros—, los cuales le han transmitido sus impresiones. “Leer y contestar los mensajes que me llegan me parece el mejor premio”, expresa Rivero, en cuyas cuentas se centra exclusivamente en temas profesionales. A excepción de una publicación en septiembre en la que habló por primera vez de algo más personal: que en casa son “tres chicos”. Se trató de una fotografía en blanco y negro en la que el actor, acompañado de su pareja y su hijo, dan la espalda a la cámara para contemplar el mar. Se decidió a compartir un retazo de su vida privada para normalizar la homosexualidad. Una decisión por la que recibió multitud de mensajes de chicos y sus madres agradecidos por dar visibilidad: “Fue muy emocionante”.

También entró en juego que previamente se había enterado de que la prensa del corazón iba a publicar una foto de su familia. De hecho, la revista Semana lo hizo 36 horas después con unas instantáneas de ellos en la sierra madrileña. “No me gustaba nada la idea de que pudiera parecer que me estaba escondiendo, que me estaba ocultando como si fuera algo ilegal”, explica Rivero, que agrega: “Antes de que pareciera algo terrible dije que al contrario. Estoy superorgulloso”. Aunque él no muestre de forma asidua a su familia, como sí hacen otras celebridades, no la niega en su día a día: él y su pareja suelen acompañar al niño al colegio y Rivero es muy dado a enseñar fotos de su pequeño en los rodajes.

Pero, por supuesto, sigue habiendo ciertos límites: no desvela ni el nombre ni la edad de su hijo. Tampoco se anima a tratar el tema de la homofobia desde el ámbito político: “No me meto en política. Es que no se merecen que hablemos de ellos”.

En ese aspecto es muy diferente a su popular personaje, Toni Alcántara, que desde que comenzó la serie en 2001 ha tocado la política en infinidad de ocasiones. Como diría el patriarca de la familia: “¡Hijo, ya estás otra vez con la política!”. El 23-F, los GAL, la guerra de Irak… el mayor de los dos varones de los Alcántara siempre ha estado ahí para contarlo y vivirlo. Pero nada de esto hubiera sido posible sin la implicación de Marta Altamira (interpretada por Anna Allen), su primer gran amor en la serie, que le introdujo en el activismo político. La última vez que la actriz pisó el plató de Cuéntame fue en 2008. Siete años después Allen abandonó el foco mediático tras descubrirse que se inventó una próspera carrera en el extranjero que vendió a base de falsos montajes en las redes sociales. Algunos compañeros de la industria prefirieron no hablar, otros se mofaron de ella y hubo quienes, como Rivero, salieron en su defensa. “No me gusta condenar a nadie. Veo cosas peores en redes sociales. Desde luego, a una compañera lo que no voy a hacer es machacarla”, opina el actor tras el regreso de la intérprete a la última temporada de la serie.

Respetuoso con los demás, también es una persona discreta. Ha tenido que lidiar con la fama desde muy joven, algo que ha afectado en algunas ocasiones a su entorno. “He tenido amigas que no se ponían en bikini a mi lado en la playa porque no querían que les sacaran fotografías”, pone como ejemplo. “El día de la madre no pongo una foto con la mía. Mi madre sabe que la quiero mucho y no necesito que todo el mundo lo sepa”, apunta riéndose. Pero lo que tiene claro es que es él quien ha elegido este camino de notoriedad, no los demás.


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