La desconfianza en las vacunas ha desencadenado un grave brote de sarampión en Filipinas, con casi 7,000 casos y más de 100 muertes, por lo que las autoridades sanitarias iniciaron este sábado una campaña para inmunizar a unos 5,000 niños al día.
Alrededor de 2.6 millones de menores de cinco años no están inmunizados en el país, todavía traumatizado por el escándalo de Dengvaxia, una controvertida vacuna contra el dengue que se aplicó masivamente en escuelas entre 2014 y 2017 y que se relaciona directamente con la muerte de 39 niños.
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Su fabricante, la farmacéutica francesa Sanofi Pasteur, tuvo que admitir en 2017 que acarreaba efectos adversos y que las personas vacunadas que contrajeran dengue por primera vez sufrirían síntomas mucho más severos.
Por el temor a las vacunas y la histeria colectiva que generó el mediático caso de Dengvaxia, Edelyn Darios, de 27 años, no aplicó ninguna a su hijo menor, pero en enero, con solo seis meses, contrajo el sarampión.
“Estoy asustada. Hoy (sábado) he venido para que mis tres hijos -los dos mayores tienen 8 y 6 años- reciban una nueva dosis de la vacuna. Hay cada vez más niños enfermos en el barrio”, contó a EFE Edelyn, que acudió al centro de salud de Baseco, una barriada de Manila que es una de las áreas más superpobladas del país.
En Baseco, la Cruz Roja de Filipinas lanzó el sábado una ambicioso plan de inmunización para vacunar a entre 2,000 y 5,000 niños durante el fin de semana, en los centros de salud y de casa en casa con la ayuda de 250 voluntarios, para concienciar a las familias de la importancia de prevenir esa enfermedad que se propaga por el aire.
“Nunca habíamos visto algo así, un número tan alto de casos de sarampión en un período tan breve. Además se están produciendo múltiples brotes en diferentes puntos del país”, explicó Susy Mercado, doctora de Cruz Roja que coordina esta campaña que se replicará en otros puntos del país hasta marzo.
Desde el 1 de enero hasta el 13 de febrero, se han registrado 6,921 casos de sarampión -casi el 30 % en Manila- y 115 muertes, la mayoría de menores de 5 años, confirmó el secretario filipino de Sanidad, Francisco Duque.
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En 2017 -antes del caso de Dengvaxia- se documentaron 2,400 casos de sarampión en Filipinas, aunque en 2018 ya subieron a 18,000; mientras que la tasa de inmunización cayó del 73 % al 55 %.
También acudió al centro de salud de Baseco, Clarisa Mistura con su hijo de 11 años, ya que su otro hijo de 9 tiene sarampión -por suerte fuera de peligro- y no quiere que se contagie.
“Estoy muy preocupada. Cada día hay más casos”, confesó Mistura, quien ya en 1999 perdió a su bebé por culpa de esa enfermedad.
Aisa Lontoc, de 23 años, salió a la calle a la llamada de uno de los equipos de Cruz Roja que vacunaban puerta a puerta con su bebé Jean Marco, que justo el sábado cumple un año, para que le apliquen una segunda dosis y evitar sustos.
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“A los nueve meses le puse la vacuna como recomienda el médico, pero como me han dicho que no hay riesgo de sobredosis quiero reforzarla”, apuntó.
No muy lejos de Baseco, está en hospital San Lazaro, el centro de Manila especializado en enfermedades contagiosas, totalmente desbordado por la afluencia de casos, más de 2,000 en lo que va de año, y donde han visto morir a 75 niños.
“Todas las muertes se han producido en las 48 horas posteriores al ingreso, ya que eran casos que llegaron en estado muy grave, con neumonía”, explicó el doctor, Ferdinand De Guzman, director del hospital que ha llegado a recibir hasta 75 casos al día.
De Guzman advirtió de la relación directa entre la rápida propagación de los casos y los barrios más empobrecidos de la capital, donde un tercio de sus 13 millones de habitantes viven en asentamientos irregulares y con frecuencia insalubres.
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“Recibimos muchos casos de hermanos y vecinos que vienen juntos. El sarampión se contagia muy rápido por el aire y en las comunidades pobres es habitual que vivan hasta diez personas en habitáculos pequeños, en el mejor de los casos con una letrina”, señaló.
En el patio del hospital se han instalado varias carpas con unas cien camas adicionales para aliviar la aglomeración en las habitaciones, ya que los menores ingresados están acompañados las 24 horas por sus padres u otros familiares.
“Vine hace tres días porque vi que a mi hija le salió sarpullido y tenía algo de fiebre”, relató Jennina de los Santos, de 25 años con Xymien, de ocho meses, en brazos, que estaba sin inmunizar porque la vacuna no estaba disponible en el centro de salud de su barrio.