Sin apenas recuperarnos de la sorpresa de que el Nobel de Literatura ponía este año el centro en África con la obra de Abdulrazak Gurnah, que pronto tendremos la ocasión de leer también en castellano, tal y como ha anunciado la editorial Salamandra, nos despertamos con otra buena nueva.
En esta ocasión la escritora Paulina Chiziane ha conseguido el Premio Camões, el galardón más importante para la literatura en lengua portuguesa. Este fue instituido en 1988 y hasta la actualidad son siete los escritores africanos en lengua portuguesa que lo han conseguido: dos angoleños (Pepetela y José Luandino Vieira), dos caboverdianos (Arménio Vieira y Germano Almeida) y tres mozambiqueños (José Craveirinha, Mia Couto y Paulina Chiziane).
El PALOP es un acrónimo que designa a los países africanos cuya lengua oficial es el portugués (Guinea Bissau, Cabo Verde, Angola, Mozambique, Santo Tomé y Príncipe y Guinea Ecuatorial, que adoptó esta lengua como idioma oficial). Estos países lusófonos africanos contienen a un buen número de escritores, quizás los más conocidos de ellos sean Pepetela, Germano Almeida, Mia Couto, Agualusa y Ondjaki, además de Paulina Chiziane, cuyas obras se pueden leer en castellano. Sin embargo, la lista de nombres desconocidos para el público lector en castellano guarda múltiples tesoros por descubrir, por citar algunos de ellos: los mozambiqueños Ungulani Ba ka Khosa y Lilia Momplé, la angoleña Djaimilia Pereira o los caboverdianos Manuel Lopes, Eileen Barbosa o Vera Duarte. Diferente es el panorama en Guinea Bissau y Santo Tomé y Príncipe donde la producción literaria va a distinta velocidad.
Dice la autora en ‘El alegre canto de la perdiz’ que sin la contribución de los negros, la colonización no habría sido posible
Con respecto al portugués, que Chiziane utiliza en su escritura y que ha propiciado que le concedan este premio, lo aprendió en una misión católica, aunque habla las lenguas chope y ronga. Nació en Manjacaze, en 1955, en el seno de una familia cristiana (protestante). En un primer momento la escuela de esta mujer, que prefiere que se la llame “contadora de historias”, fue el fuego en torno al cual su abuela narraba las historias de su infancia. Creció dentro de la colonización portuguesa, que tanto aparece en su narrativa, en Lourenço Marques (actual Maputo). Después, aquella niña observadora e introvertida se convirtió en la primera mujer novelista de su país, tras su paso por el Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique), con la publicación de Balada de Amor ao Vento (1990). La propia escritora ha afirmado que durante sus primeros avances literarios casi nadie creía en su trabajo el cual indagaba en silencios y tabúes.
A aquella obra le siguieron otros libros, donde volcó historia y traumas, con la mujer siempre en el centro, hasta convertirse en el referente literario que es en la actualidad. Tres de ellas, al menos, están traducidas a castellano: en 1996, Vientos del apocalipsis (Txalaparta, trad. Marta Rosa Sardiñas y Teresita Urra), centrada en la guerra civil mozambiqueña; en 2002, Niketche, una historia de poligamia (El Cobre, trad. Pere Comellas) en torno a dicha cuestión y en 2008, El alegre canto de la perdiz (Elefanta, trad. Rodolfo Alpizar, en la actualidad solo en formato ebook) sobre la discriminación, la asimilación y el mestizaje. Sin embargo, su trayectoria literaria se debe completar con otros ocho títulos hasta el más reciente publicado en 2018, O canto dos escravizados.
Se ha dicho que “La narrativa de Paulina Chiziane nace directamente de la vida con un vigor cautivante”. Lo cierto es que su voz atraviesa los tiempos y el espacio, nos coge de la mano para zarandearnos con su necesidad de hacer que la mujer mozambiqueña hable en sus obras como si así se compensara el silencio de una sociedad patriarcal que niega la voz, los derechos y la presencia femenina.
En entrevista la escritora ha comentado que la obra que más le ha tocado de su producción es Vientos del apocalipsis. Se trata de una novela dura sobre la guerra civil (1977-1992) en la que el bucle de hambre, muerte, violencia, inhumanidad amenaza con no tener fin. Chiziane parece pintar, como cuando era niña pero sin rastro de inocencia, auténticos y macabros cuadros donde lo único que queda es la sinrazón, la locura y la masacre. Y deja asomar la desilusión que le supuso todo el proceso tras la independencia.
Años más tarde escribió Niketche, una historia de poligamia la que es su obra más conocida y que está considerada un clásico de la literatura portuguesa. A través de ella, su protagonista Rami, una mujer sumisa plegada a su marido, descubre con sorpresa la poligamia de este. Al principio su enfado se lanza contra las otras esposas hasta que empieza a escucharlas y cambia. El mundo tradicional mozambiqueño —diferente también en el norte y el sur del país— emerge con fuerza desde las vidas de este puñado de mujeres que acaban uniéndose frente al marido. Así, ellas acaban encontrando su manera de resistir y, aunque a veces no lo acabemos de entender, de vencer.
Finalmente, en El alegre canto de la perdiz, Chiziane llena de un poderoso pensamiento las páginas de esta novela que se sumerge en la cuestión identitaria que oscila entre la negritud, la asimilación y el mestizaje. Las mujeres protagonistas viven bajo las consecuencias de oleadas sucesivas de situaciones que han hurtado su lugar en el mundo. Emerge, así, el lenguaje reflexivo a modo de una corriente íntima llena de cuestiones a través de las que repasa, muy crítica, la historia de su país, siempre sometido a agentes externos que les han mantenido esclavos. Esas máscaras blancas en pieles negras que son algunos de los personajes que aparecen en la novela, con las que se logrará que el colonialismo habite mente y vientre. Argumentando cómo a través de un nuevo léxico se cambian realidades a golpe de estética lingüística para ocultar las sucesivas atrocidades que han padecido las gentes de Mozambique. Diciendo en alto cosas como que “el colonianismo es masculino” y añadiendo que “sin la contribución de los negros, la colonización no habría sido posible”.
Paulina Chiziane, emocionada tras recibir el premio, lo ha dedicado a las mujeres de su país. Una escritora que apunta cuál es la finalidad de su tarea en El alegre canto de la perdiz: “Contar una historia significa llevar las mentes en el vuelo de la imaginación y traerlas de vuelta al mundo de la reflexión”.
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