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Pedro Acosta, el niño prodigio al que no le gustaban las motos, campeón de Moto3

Agresivo, descarado, valiente. Pedro Acosta es un niño. Un niño que empezó a ir en moto cuando no le gustaban las motos ni las carreras. Su padre se iba a hacer unas tandas, “de dominguero”, y dejaba al chico en la escuela de pilotos. La misma escuela en la que sigue entrenándose ahora, bajo las órdenes de Paco Mármol, su mano derecha. “Era muy malo”, confiesa el chaval entre risas. Pero empezó a gustarle, a divertirse. “Y cuando te lo pasas bien todo viene así de fácil. Ahora es lo único que hago”, señala en un reportaje de DAZN. Puro desparpajo, hoy Acosta es también un campeón del mundo irreverente, hambriento, listo. Rival duro. Lo fue este domingo más que nunca para Dennis Foggia, a quien adelantó en la última vuelta de una carrera de locos, como casi todas las de Moto3. Especialmente cuando irrumpen personajes como él, que todo lo quieren y todo lo pueden.

Hijo de una familia de pescadores del Puerto de Mazarrón, en Murcia, y fan de un histórico como Kevin Schwantz, a quien, obviamente nunca pudo ver competir en directo, Acosta ha ganado el título de Moto3 a los 17 años, en su primera temporada en el Mundial, y como hacían los clásicos: dando espectáculo. Con un triunfo a falta de una carrera para que el campeonato baje el telón. “Quería ganar el campeonato del mundo como un campeón”, señala.

El tiburón —el apodo le viene que ni pintado— ha hecho historia este domingo de noviembre en Portimao. Su temporada se recordará por cómo irrumpió en un Mundial de Moto3 que necesitaba de una buena sacudida. Subió al podio el primer domingo de carreras, en el gran premio de Doha; y ganó al fin de semana siguiente, en el mismo escenario y pese a salir desde el pit lane por una sanción que le obligó a remontar hasta el triunfo. Siguió ganando: en la primera cita en Portugal, terreno hoy para cerrar una historia maravillosa; y en Jerez. Cuatro podios seguidos (con tres victorias), un logro que le puso en el libro de los récords del Mundial. Volvió a ganar. En Alemania. Y en Estiria.

Contemporizó cuando fue necesario. Se relajó y aprendió a marchas forzadas a no liarla, no precipitarse, como le pasó en Aragón, donde sumó el único cero, donde aprendió de su único error. “No se pueden ganar todas las carreras”, concedía la víspera de este domingo de celebraciones.

Acosta no es el campeón más joven de la historia por tan solo un día. Un día más joven era Loris Capirossi cuando, también con 17, ganó el Mundial de 125cc en 1990. “Si podemos ganar lo voy a intentar. Pero si tengo que asumir sumar puntos y llegar a Valencia, lo haré. No podemos cometer un gran error”, avisaba el sábado. Salía 14ª. Nada que no pudiera superar con unos cuantos adelantamientos. Como tantas veces había demostrado antes.

A mitad de carrera, Acosta ya había alcanzado al grupo de cabeza, que lideraba Foggia (cuarto en parrilla), su rival por el título, a quien debía restarle cinco puntos para no tener que esperar a cantar el We are the Champions hasta la semana que viene, en Valencia. No fue necesario. El murciano iba decidido a ganar. Y lo hizo.

Pedro Acosta celebra su triunfo en el podio. MARCELO DEL POZO (Reuters)

No fue fácil. Se colocó en cabeza después de que su compañero de equipo en el KTM que dirige el mago Aki Ajo, Jaume Masià, le echara un cable. Pero se descentró y perdió posiciones en un par de parpadeos. Foggia recuperó el liderato a siete vueltas del final. Y Acosta, la tercera plaza poco después. A cuarto giros, Acosta empezó su ataque. Y uno y otro se fueron peleando por el primer puesto hasta la última vuelta. El 37 adelantó al italiano tras tomarle el interior, y aquel, que todavía no había dicho la última palabra, tuvo la desgracia de encontrarse en pista con Darryn Binder, que se lo llevó por delante (fue descalificado por la acción) e hizo campeón a Acosta unas curvas antes de lo esperado.

“Me he pasado la vuelta de honor llorando. Hace menos de un año me quedé sin equipo. Y no sé qué decir más que agradecer a Aki Ajo, Red Bull y a KTM que confiaran en ese niño que parecía que nunca iba a llegar. No me han dado un equipo, me han dado una familia. Nunca han perdido la sonrisa. Y ha terminado un año duro, después del verano di el estirón y me costaba mucho aguantar bien físicamente. Las últimas carreras me han costado. No es normal llegar al Mundial y hacer esto”, declaró a DAZN, entre lágrimas tras bajar del podio.

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