El gobierno paraguayo decidió la semana pasada colgar el cartel de completo en Tacumbú, la mayor cárcel del país, por la situación de hacinamiento que genera unas condiciones de vida “inhumanas”, según denunciaron a Efe varios familiares y trabajadores relacionados con los presos.
El Ministerio de Justicia decretó el cierre de esa penitenciaría, en Asunción, a la espera de que se alivie la superpoblación de una cárcel que este lunes acogía 4,117 presos, pese a que su capacidad es de 1,300, según datos facilitados por la dirección del centro, la mayoría de ellos en prisión preventiva.
Un día que “llovió mucho y hacía mucho frío”, comenzó a relatar visiblemente emocionada Sara Villalba, madre de un interno de 22 años, “encontré a mi hijo ahí, bajo el tinglado, todo mojado”, ya que junto a otros presos, “duerme en el pasillo” por la falta de espacio en e penal.
En esa prisión permanece desde hace cuatro años el hijo de Villalba, al que le quedan cinco de condena por delante, en condiciones higiénicas “pésimas”, con “cucarachas por todas partes” y recibiendo una alimentación que es un “desastre”, digna de un “chancho” (cerdo), aseveró.
El director de Tacumbú, Jorge Fernández reconoció a Efe, en declaraciones telefónicas, que unos 800 reos carecen de celda y se encuentran ubicados en “tinglados” en los que las condiciones higiénicas son deficientes por la falta de sanitarios, aunque aseguró que se está construyendo un baño nuevo en esa zona.
Fernández lamentó la insuficiencia de personal con el que cuenta, con “un guardia por cada cien presos”, y la falta “absoluta” de medios para hacer frente a las situaciones de violencia generadas por el hacinamiento, así como para evitar la entrada de droga en la prisión, uno de los mayores problemas, admitió.
El hijo de Villalba “se fundió” durante su internamiento, ya que según la madre, se inició allí en el consumo de drogas por la facilidad para adquirirlas.
Respecto a la alimentación, el director de Tacumbú negó que sea escasa y de mala calidad, y añadió que bajo su mandato, que comenzó en febrero, reformaron la cocina y “cambiamos a la gente” encargada de recibir los alimentos, ya que detectaron que se estaba “robando” comida, lo que hacía, según él, que esta solo llegara a 600 presos.
Asimismo, indicó que se provee a todos los reos de “jabón para asearse”.
Una abogada de varios internos que salía de la prisión, fue la que calificó su situación de “inhumana” y achacó la superpoblación al elevado uso que el sistema judicial hace de la prisión preventiva, ya que según datos oficiales, el 80 % de los reclusos no tiene condena firme.
A través de los barrotes, dos internos confirmaron a Efe la situación y añadieron que para conseguir una celda “tenés que pagar”, en un lugar en el que “falta plata” y se producen “peleas diarias por 32 centavos de dólar.
“Cada día tenés que luchar por tu vida acá adentro”, aseguró uno de ellos.
A Fernández el término “inhumano” le pareció excesivo aunque sí reconoció la mayoría de los problemas y que se producen situaciones de violencia “casi a diario”.
En ese sentido, una de las psicólogas forenses de la Corte Suprema que trabajan con los internos, Florentina Ramírez, explicó que las situaciones violentas se propician por la “ociosidad” en la que conviven, así como por el trato que reciben por parte de los funcionarios de prisiones, que tienen una “carga excesiva de trabajo”.
“Realmente aunque sea psicóloga me cuesta mucho pensar en la reinserción y en el cambio” de los presos, “pero no porque no tengan esa predisposición sino porque no hay un apoyo de profesionales especializados para ellos”, lamentó.
La situación de Tacumbú se repite en la mayoría de las cárceles paraguayas, que con una capacidad de 9,000 presos, se encuentran atestadas con cerca de 15,000 internos, según estimaciones oficiales de finales de 2018, mientras que la tasa de ocupación media alcanza el 337.7 %, según el estatal Mecanismo de Prevención de la Tortura.