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Penélope Cruz, actriz por encima de los premios

Penélope Cruz, a la entrada de la ceremonia de clausura de la Mostra.
Penélope Cruz, a la entrada de la ceremonia de clausura de la Mostra.FILIPPO MONTEFORTE / AFP

La ganadora de la Copa Volpi miente. Miente al estilo Banderas. “Tuve suerte al principio”, contaba Penélope Cruz al inicio del certamen a Tommaso Koch. No es así. La madrileña (Alcobendas, 47 años) ha trabajado mucho en pos de un estatus que le permite actualmente elegir a qué dedicar su tiempo; por ejemplo, sus campañas de publicidad de cosméticos le permiten involucrarse en proyectos con Julio Medem (Ma Ma), Oliver Assayas (La red avispa) o Todd Solondz (este último finalmente ha caído en el limbo). O impulsar Competencia oficial, la otra película con la que competía estos días en Venecia. Allí insistía: “Los actores siempre buscamos materiales que supongan un reto, que sean personajes diferentes a nosotros mismos y a lo que hayamos hecho antes. He tenido la suerte de en diferentes ocasiones en mi carrera encontrarme con personajes que tienen una dificultad, una complejidad. Y muchos han sido con Pedro. Yo intento darlo todo y vivo de un trabajo que me gusta tanto como cuando empecé. En la actuación nunca lo sabes todo, sigues aprendiendo como un estudiante”.

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Por eso, por la amistad que les unió más allá de ser familia política, le dolió profundamente la muerte de su suegra, Pilar Bardem, el pasado mes de julio, una maestra en la interpretación y en la vida. “Gracias por haberte puesto siempre del lado del que más lo necesita. Por alzar tu voz ante las injusticias. Por dejarte la piel luchando por mejorar las condiciones de vida de los miembros más necesitados de nuestro sector, sin esperar nunca nada a cambio. Eres admirable”, apuntaba en las redes sociales.

Cruz tiene un lado intenso que a veces la bruma de la publicidad esconde. En el rodaje de Todos lo saben, de Asghar Farhadi, tuvo que ser evacuada en ambulancia tras sufrir una crisis por rodar muchas veces una secuencia muy intensa. Es muy cuidadosa con la alimentación de su familia, algo que a veces hace sufrir a su marido, Javier Bardem, como ha contado él entre bromas varias veces. Bardem por cierto, también ha ganado, en su caso dos veces, la Copa Volpi. Otra de las grandes preocupaciones de Cruz se encuentra en la educación de sus hijos, Leo y Luna, a lo que se suma su lucha por la privacidad de sus vástagos. “¿Soy intensa? Es una manera de vivir las cosas que uno no elige. Tiene su lado positivo, porque las cosas buenas a lo mejor también las siento más. Las malas mucho, las sufro muy a flor de piel todo el tiempo, pero yo me recuerdo así desde pequeña. Me afecta mucho la energía de los otros, si una persona entra en un cuarto y no está bien y además tengo una relación con esa persona familiar o personal, se me pega. Absorbo mucho, como una esponja”.

Javier Bardem y Penélope Cruz, en la ceremonia de clausura tras ganar la actriz la Copa Volpi.Vittorio Zunino Celotto / Getty Images

Entre sus amigos, Juan Diego Botto, Goya Toledo, Luis Tosar, Luis Alegre y, por supuesto, Pedro Almodóvar, casi más un maestro. En la presentación de Madres paralelas en Venecia, contaba: “Puede que sea mi personaje más difícil hasta ahora. Hay muy pocos directores que les den a sus actores y equipo tanto tiempo. Pedro trabaja con el sistema que más respeto y valoro, es un artesano. Quedan pocos en el mundo. Y para mí eso es oro. Ves a un hombre dispuesto a dar su vida por la película. Intentar sacar toda la verdad que tenemos”. Y se extendía en la respuesta: “No tiene un momento de descanso a nivel mental, emocional, incluso físico. Es un no parar de emociones, montañas rusas, ponerte entre las cuerdas. Y es maravilloso que presente a tres madres imperfectas a las que no puedes juzgar”. Por cierto, Cruz encarnó a la madre de Almodóvar en Dolor y gloria, y su primera aparición en su cine fue dando a luz en autobús —junto a Pilar Bardem— en Carne trémula.

Tráiler de ‘Competencia oficial’.

La actriz ha sumado la Copa Volpi a un impresionante currículo: el Oscar, el Bafta, el César de Honor, el Donostia, dos premios del cine europeo y tres Goya, fruto de su ansia por hacer buen cine. Estos días ha finalizado el rodaje de L’immensità, de Emanuele Crialese, que le ha hecho viajar a la Roma de los años setenta, y en las próximas semanas protagonizará junto a Luis Tosar el rodaje de En los márgenes, el debut como director de Juan Diego Botto. Del futuro de Cruz hay dos cosas claras: en algún momento dirigirá. Ya lo ha hecho en anuncios publicitarios y en el documental Yo soy uno entre mil. Antes o después se pondrá tras las cámaras para una historia de ficción.

La otra certeza es que seguirá dedicando parte de su tiempo a las labores sociales. Durante el confinamiento se volcó en actividades que nunca se hicieron públicas por su negativa a que se supieran. Solo se supo de forma oficial su ayuda al hospital de La Paz y su donación de 152.000 mascarillas FFP2 a residencias de mayores, personas dependientes y al hospital madrileño Gregorio Marañón. Forma parte de los apoyos de la ONG Proactiva Open Arms, y en 2018 explicó: “Ellos mismos saben que no son la solución, pero entonces, ¿quién recogería a esa gente? Europa y el resto del mundo no pueden dar la espalda a este problema gigantesco, no vale mirar para otro lado. Sería el horror. Si no aceptamos encarar este hecho, ¿qué ocurrirá? Debemos invertir en educación en sus países, ayudar en las zonas donde peor lo están pasando”.

Tráiler de ‘Madres paralelas’.

¿Y a quién dedicó el Donostia en septiembre de 2019? A las 44 mujeres asesinadas por violencia de género en lo que iba de año: “Espero que cuando una mujer encuentre la fuerza gigantesca que se necesita para contar lo que se vive en una situación así, la escuchen, pero que la escuchen a la primera”. Justo en la misma semana en la que apoyaba e impulsaba un manifiesto firmado por 500 personalidades de la cultura llamando la atención sobre el desastre del cambio climático. O ha protestado por la situación de los habitantes de la Cañada Real. Esas acciones tienen reacciones encontradas en la opinión pública, que a Cruz a veces le duelen: todavía alguien le pregunta en ocasiones si vive en Los Ángeles, cuando reside desde hace tiempo en Madrid y sus hijos están escolarizados ahí.

La ductilidad que muestran su papel cómico de Competencia oficial y su trabajo dramático aunque contenido en Madres paralelas confirman que es una de las grandes actrices del cine europeo. Tras el Oscar y este último galardón es llamativo que siga sin el premio Nacional de Cine.


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