A menos de tres meses del final de 2020, el año que cambiará el guion de la historia económica contemporánea, hay un puñado de cosas claras en América Latina. Será, con certeza, el peor ejercicio desde que hay registros: más de un siglo, según los datos de la Cepal, que cuenta con una de las series de PIB más completas para la región. Y la pobreza, la gran lacra que el bloque no ha logrado dejar atrás ni siquiera en los años de crecimiento más boyante, y los principales indicadores de bienestar social regresarán a niveles de una década atrás. Reconociendo todo esto, el Banco Mundial se sustrae este viernes del pesimismo reinante sobre la región y hace una lectura moderadamente optimista: el rebote en 2021, dice, será más fuerte de lo previsto. Pero la región tendrá que esperar —como pronto— hasta 2023 para recuperar el nivel de PIB anterior a la pandemia.
El multilateral ve “señales” de que el impacto podría acabar siendo “menos grave” de lo que se temió en un principio: el comercio mundial ya ha regresado a niveles precrisis; los precios de las materias primas se han mantenido “relativamente bien”; las remesas, tras caer de manera “abrupta” en los primeros compases de la crisis, también han regresado a terreno positivo; y son “pocos” los países que han visto limitado su acceso a los mercados financieros internacionales para emitir nueva deuda. “Las políticas económicas deberían apuntar a aprovechar estas oportunidades”, subrayan los técnicos del Banco Mundial. Estos elementos le permiten revisar notablemente al alza su previsión de crecimiento para el año que viene —el rebote será del 4% y no del 2,8%, como preveía en junio— pese a profundizar la caída prevista para este 2020 catastrófico —el 7,2% se convierte en un 7,9%—.
De entre los grandes países, Argentina sufrirá la mayor caída de PIB este año (-12,3%, el tercer ejercicio en negativo), seguido por Perú (-12%), Ecuador (-11%) y México (-10%). En el lado contrario, Brasil (-5,4%), Chile (-6,3%) y, en menor medida, Colombia (-7,2%) serán las que mejor aguanten el tipo. Si se toma en cuenta toda la región de América Latina y el Caribe, y no solo a las economías de mayor tamaño, los mayores retrocesos se producirán en dos países del Caribe, Santa Lucía (-18%) y Belice (-17,3%), que en un solo ejercicio verán esfumarse casi la quinta parte de su producto. En el lado contrario, Guyana, que vive un auténtico boom petrolero, será la única economía que escapará de la quema con un crecimiento, atención, superior al 23% este año.
En 2021 toda la región se teñirá de verde con la única excepción de Venezuela, un país al que el Banco Mundial no incluye en sus proyecciones desde hace años. De entre las grandes economías del bloque, Perú logrará el mayor rebote (+7,6%), seguido por Argentina (+5,5%), Ecuador (+4,8%) y Colombia (+4,5%). Chile crecerá un 4,2%, México un 3,7% y Brasil un 3%. Y solo cuatro países del área, Uruguay, Paraguay, la República Dominicana y Guatemala lograrán recuperar en 2021 todo el terreno perdido con el estallido sanitario.
“Los Gobiernos deben proteger a los más vulnerables mientras adecúan las normas sanitarias”, apunta Martín Rama, economista en jefe del Banco Mundial para la región. “Garantizar un acceso amplio y asequible a la atención médica es fundamental para enfrentar este desafío”. Los técnicos del multilateral valoran los “robustos” paquetes de estímulo “a pesar de las restricciones fiscales” y que “buena parte” de estos recursos fueran a transferencias sociales: “su efecto multiplicador sobre la actividad económica está siendo significativo”, detallan. El organismo, sin embargo, también lanza un aviso a navegantes. “Acertadamente, los Ejecutivos aumentaron el gasto para enfrentar esta crisis, pero los niveles de deuda pública han subido de forma significativa y los países deberán hallar la manera de retomar la senda del equilibrio fiscal”.
En su actualización del cuadro macroeconómico regional, el organismo con sede en Washington también pone el foco sobre la informalidad, una realidad que distingue a América Latina de las economías avanzadas y también de la mayoría de países del bloque emergente: con casi la mitad de los trabajadores sin ningún tipo de cobertura social, esta realidad ha amplificado el zarpazo de la pandemia. El impacto de los confinamientos, remarca el Banco Mundial, recayó “desproporcionadamente” en hogares con trabajos informales. “Hay que poner el foco ahí, tanto a corto plazo como a largo plazo”.
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