Que Podría destruirte no estuviese nominada a los Globos de Oro contrarió hasta a Deborah Copaken, guionista de la sí nominada Emily in Paris —cómo imaginar que tenía guionistas— que se apresuró a tuitear que la serie de HBO era “su favorita de todos los tiempos”. Alguien honesto, no como Scott Frank, creador de Gambito de dama, que el domingo tras escuchar su nombre no pronunció las palabras adecuadas: “Michaela, este Emmy es tuyo”.
Gambito de dama, la inspiradora historia de una huerfanita que triunfa en un mundo hostil, fue la favorita durante los peores días de la pandemia. Un refugio en tonos pastel tan preciosista y confortable como predecible. Lo contrario a lo que ofrecía Michaela Coel en una serie casi autobiográfica sobre una mujer que debe afrontar una violación que ni recuerda, reordenar su espacio afectivo, reconstruirse con piezas dañadas y lidiar con el desdén que provoca ser una víctima antipática (hola, Rociíto). Era un mal momento para emprender un viaje con esa amiga intensa que siempre tiene que inventarse un drama. Un muy mal momento para recordar que la realidad seguía reptando bajo la catástrofe.
Después llegó la pseudo normalidad; la humanidad dejó de hornear su propio pan, volvió a marcar salir a tomar algo en los intereses de Tinder, se negó a mirar atrás y ahora la mejor comedia de 2021 es que Gambito de dama le haya arrebatado un premio a Podría destruirte. Porque el único motivo para que alguien no piense que la de Coel es la mejor serie del año es que no la haya visto.
Hace días, un actor de Ted Lasso tuvo que desmentir ser un personaje generado por computadora como los del FIFA21. Después de ver Podría destruirte es difícil no pensar que todas las demás series son simplemente eso: pixels.
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