Hasta los 18 años N’Golo Kanté se ganó la vida vendiendo chatarra. Prosperó en el fútbol aficionado, fuera del potente circuito de academias de cantera que monitoriza la federación francesa. Al firmar sus primeros contratos semiprofesionales en el Boulogne y en el Caen su temperamento ya estaba conformado. Lo presidía un invencible sentido de realidad. Tenía 23 años cuando ascendió a la Ligue 1 y sus compañeros de entonces le recuerdan conducirse con la prudencia de alguien que no se fía de sus condiciones para completar una carrera en el fútbol. En el fondo de su corazón vivía como si de un momento a otro tuviera que volver a vender chatarra.
Paul Pogba provenía del extremo opuesto de la fortuna. Con 16 años lo fichó el United y con 23 disputó una final de Champions con la Juventus. Cuando coincidió con Kanté en el mediocentro titular de Francia, en 2016, no solo cimentaron al equipo que levantó la Copa del Mundo en Rusia. Juntos constituyeron el mejor doble pivote del siglo y se convirtieron en el alma de la selección con mayor potencial futbolístico que ha existido desde la España de Xavi e Iniesta. Esta noche (21.00, Telecinco) ambos prolongarán la saga enfrentándose a Suiza en octavos de final de una Eurocopa que les ha presentado más dificultades de las esperadas.
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Francia posee plantilla para imponerse holgadamente a sus rivales más dotados. Pero en los tres partidos del Grupo F exhibió más dudas que certezas. Como en el Mundial de Rusia, la defensa verificó que es la línea de menor jerarquía. Pavard y Hernández, sus laterales, no son laterales sino centrales desnaturalizados; mientras que Kimpembe se muestra errático y Varane menos intuitivo que en sus mejores días. En el ataque, Benzema, el mejor gestor del juego, se quedó sin piernas superados los 50 minutos; Mbappé sumó menos goles que Morata (1); y Griezmann, estajanovista pero funcionarial, fue el único que se esforzó cuando el equipo perdió la posesión. Si Francia acabó primera de grupo fue porque Pogba, Kanté y Rabiot se multiplicaron con y sin la pelota para conseguir algo cada vez más extraordinario: cohesionar un equipo que defiende con ocho y deja dos hombres descolgados.
La hazaña no es nueva. Con Pogba y Kanté en la alineación titular, Francia suma 40 partidos, 29 victorias, nueve empates y dos derrotas, incluyendo amistosos. La pareja nunca perdió un partido oficial. Su sintonía es el secreto del equipo que conquistó el Mundial sin que su nueve, Giroud, hiciera un solo gol.
Con una media de siete recuperaciones por encuentro cada uno, los dos interiores fueron quienes más sufrieron para que Francia no se partiera en esta Eurocopa. Si Kanté hizo un promedio de tres faltas por encuentro, Pogba apenas hizo una. En su afán por darle continuidad a las acciones, Pogba ignoró su agonía física. Pudo cometer más faltas tácticas para tomarse un respiro. Prefirió robar y jugar rápido, impulsado por un ardor competitivo que trascendió el rigor táctico en las acciones más desequilibrantes de su ataque. Los pases que desencadenaron el penalti a Mbappé y el gol de Benzema contra Portugal fueron suyos.
Muy sensible a la falta de estímulos, Pogba se recarga en Francia por las mismas razones que perdió energía en el Manchester United. En su club acabó por dejarse llevar. Primero porque en 2018 lo marginó Mourinho, después porque no percibió que con una plantilla que tenía a Rashford y Maguire como principales exponentes pudiera conseguir nada glorioso. No lo animó ni el salario de 18 millones de euros anuales que le pagan hasta 2022 y que, de otra parte, disuade a otros clubes de la idea de adquirir su pase.
“Pan bendito”
Animados por un torneo que sienten que tienen a mano, Pogba y Kanté superaron los diez kilómetros recorridos por partido en las primeras tres jornadas. Pero fue Kanté quien batió el récord. El volante del Chelsea suma 32 kilómetros de desplazamientos. Los más agradecidos fueron los centrales que, como Varane, vieron cómo los ataques de Alemania, Hungría y Portugal alcanzaban su área filtrados, con marcas desequilibradas por el roce con sus interiores. Francia apenas concedió un gol de jugada, ante Hungría.
“Kanté es pan bendito”, resumió Deschamps ayer. “Todo el mundo quiere a N’Golo”, le secundó Varane. “Es un gran compañero que hace ese esfuerzo extra por recuperar el balón e ir hacia adelante. El lugar que ocupa en la selección no tiene nada que ver con su tamaño: ¡es enorme! Se merece el Balón de Oro”.
Kanté tiene un solo coche. Un Mini blanco de 20.000 libras que se compró al llegar a Leicester y que ya es un mito entre los aficionados de Stamford Bridge. Pogba registra un Maserati, un Lamborghini, un Bentley, un Ferrari y un Rolls Royce.
Entre los dos mezclan sencillez, prudencia, atrevimiento y exuberancia. No se parecen en casi nada y son inseparables. Están invictos. Son el alma de Francia.
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