Era, en apariencia, un concierto más en el Palacio de Bellas Artes. Sería la enésima noche en la que se escucharía la novena de Beethoven en la joya art déco del centro de México. Muchos de los asistentes vestían con elegancia para el recital en una de las principales casas de ópera del país. Los hombres usaban esmoquin y las mujeres vestidos de noche. El coro de la Orquesta Sinfónica de la Armada entonaba la letra del cuarto movimiento de la famosísima composición: “¡Hermanos, sobre la bóveda celeste debe habitar un padre amoroso!” Parecía un concierto más, pero en realidad se trató de un caballo de Troya espiritual que ha generado una catarata de explicaciones por parte de la Secretaría de Cultura del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
El evento llamado El guardián en el espejo fue, según sus organizadores, una gala para honrar a Naasón Joaquín García “por su amplia trayectoria humanista que ha trascendido a sesenta países promoviendo por 35 años la superación académica, el emprendimiento y la pacificación de la sociedad por medio de los valores de la paz, el respeto absoluto y la no discriminación”. Pero el comunicado promovido por la Asociación de Profesionistas y Empresarios de México evitó en todo momento aclarar que Naasón Merari Joaquín García, presente en uno de los palcos del Palacio, suele ser llamado el “apóstol” por los millones de feligreses que conforman la iglesia que encabeza, la Luz del Mundo, de corte evangélico. Esta organización fue fundada en Guadalajara en 1926 durante la guerra cristera. Desde entonces, ha extendido su influencia a 35 países con más de cuatro millones de practicantes.
Fue el diario El Universal quien reveló este jueves que una iglesia utilizó un de los recintos culturales más importantes del país para honrar a uno de sus líderes. La información generó numerosas críticas en una nación donde se guarda con celo la laicidad del Estado. Los edificios públicos, entre ellos los culturales, tienen prohibido prestar sus espacios para la organización de eventos de culto. Al ser cuestionados, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), de quien depende Bellas Artes, dijo que en ningún momento se “incumplió” con la norma al permitir el evento de la Luz del Mundo.
En un comunicado, el INBAL aseguró que fue Rogelio Zamora, un senador del Partido Verde quien hasta octubre pasado perteneció al izquierdista PRD, el que solicitó la organización de un evento cultural y musical gratuito con organizaciones con las que se había reunido en Los Ángeles. El costo del evento para la citada Asociación de Profesionistas y Empresarios de México fue de 185.000 pesos, poco menos de 10.000 dólares. El INBAL dice que los ensayos sobre el escenario se llevaron a cabo “sin que en ningún momento se señalara frase alguna con sentido religioso”. Sin embargo, bastaba una superficial revisión de las redes sociales de la asociación en Facebook para ver que se promovía un “jubileo” para el apóstol Naasón.
La Secretaría de Cultura también se ha defendido asegurando que de última hora fue cancelado el pretendido homenaje por la gerencia del Palacio de Bellas Artes. “El senador y sus representantes se retiraron muy molestos. No se había pactado, solicitado, ni se había autorizado. Era una violación muy clara a una normativa”, dijo este jueves Lucina Jiménez, directora del INBAL. Ante la prohibición, los feligreses aclamaron al apóstol desde la plaza de la Ciudadela, aledaña al palacio. El líder religioso los saludó desde el imponente edificio de mármol blanco mientras miles de personas coreaban su nombre. El momento quedó grabado gracias a un video que tomó el diputado Sergio Meyer, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), y quien preside la Comisión de Cultura en la cámara baja, quien asistió como invitado al evento.
La Luz del Mundo es una organización conocida por su poder de convocatoria. Y la gala nocturna de este miércoles no fue una excepción. A ella acudieron algunos políticos de Morena. Entre ellos el líder del Senado, Martí Batres, y otros dos legisladores de la bancada: Félix Salgado Macedonio y Julio Ramón Menchaca. Los políticos disfrutaron de la música sin imaginarse la polémica que se avecinaba.
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