La comisión de investigación del Congreso sobre el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero ha comenzado este martes, entre esas mismas paredes donde sucedieron los hechos, con los demoledores testimonios de cuatro agentes de policía que sufrieron golpes que van mucho más allá de las metáforas de aquellos días. Uno de ellos, el sargento Aquilino Gonell, del cuerpo que protege a las Cámaras, ha dicho que sintió cómo se le iba el oxígeno mientras se enfrentaba a los violentos que buscaban boicotear la confirmación de la victoria electoral de Joe Biden, que tenía lugar ese día. “Así es como voy a morir, defendiendo esta entrada”, pensó en aquel momento, ha recordado Gonell. “Nunca en mi vida me habían llamado negrata llevando este uniforme”, ha dicho otro agente, Harry Dunn. Enfrente, les escuchaba un grupo de siete congresistas demócratas y dos republicanos, pero el bipartidismo es un espejismo: estos dos últimos son una rara avis en su partido, críticos feroces de Donald Trump.
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Como ocurrió con el juicio parlamentario al expresidente Trump celebrado a raíz de estos disturbios (su segundo impeachment, por el que quedó absuelto, el pasado febrero), el Congreso aborda este proceso profundamente dividido entre los dos partidos y con la figura del mandatario y los congresistas acólitos planeando sobre la sala.
El día de autos, una multitud de seguidores de Trump se concentró en Washington para protestar contra la ratificación del resultado de las urnas, convencida del bulo del fraude que el republicano llevaba meses alentando. Esa mañana, se dirigió a sus activistas, les alentó a seguir protestando y les animó a marchar hasta el Capitolio. Entonces, una turba formada por unas 800 personas entró por la fuerza y obligó a suspender la sesión. Murieron cinco personas, entre ellas el policía Brian Sicknick, si bien el pasado abril se determinó que había sido por un infarto cerebral no relacionado con las agresiones. La cifra de agentes heridos aquel día ascendió a 140.
“Parecía una batalla medieval. Luchamos mano a mano, centímetro a centímetro para evitar la invasión”, ha afirmado el sargento Gonell, de la policía del Capitolio, este martes. El agente Michael Fanone, de la policía metropolitana, ha relatado, por su parte, cómo los asaltantes le golpeaban y agarraban mientras le llamaban “traidor” a su país. Otro agente de la policía del Capitolio, Harry Dunn, afroamericano, ha señalado que le llamaron varias veces “negrata”. “Este negrata ha votado a Biden”, ha contado que le dijo una mujer. “Puto negrata”, ha dicho que le espetó otro vándalo. “Nunca en mi vida me habían llamado negrata llevando este uniforme”, ha lamentado, en una mañana de discursos cargados de emoción.
Gonell y Fanone han lanzado también una denuncia política dirigida a los legisladores republicanos, que en su defensa de la figura de Trump han tratado de restar gravedad a los hechos y la tensión que los precedió. “Hay un continuo y desconcertante intento de ignorar o tratar de destruir la verdad de lo que sucedió ese día y de adulterar los hechos hasta convertirlos en algo diferente de lo que sin duda revelan: un ataque a nuestra democracia por parte de extremistas nacionales”, ha señalado Gonell. Fanone ha criticado: “Nada me ha preparado para saber cómo debo dirigirme a esos miembros del Congreso que aún niegan los acontecimientos de aquel día”.
La presidenta de la Cámara de Representantes, la poderosa demócrata Nancy Pelosi, anunció el pasado 24 de junio la formación de un comité selecto para investigar de los hechos y causas del asalto del 6 de enero, al margen del trabajo de los tribunales, y plantear recomendaciones con el fin de que no se repita semejante desastre. Los republicanos ya habían bloqueado en el Senado la creación de una Comisión independiente al estilo de la que en su día se formó por los atentados del 11 de septiembre de 2001.
La mayoría demócrata sí lo hace posible en la Cámara baja. Pelosi, que ha decidido sobre la configuración final del comité, rechazó a los dos miembros propuestos por el líder de la minoría republicana, Kevin McCarthy, y optó por los congresistas Liz Cheney y Adam Kinzinguer, también republicanos, pero notables opositores a Trump. “Nunca en la historia de Estados Unidos el presidente de la Cámara de Representantes había elegido a miembros de la otra parte, por lo que ellos están predeterminando lo que suceda” con la investigación, criticó McCarthy.
Este proceso discurre en paralelo al trabajo de la policía y de los tribunales. Más de 500 personas han sido arrestadas por delitos y faltas de diversa índole a raíz de su participación en la revuelta y sigue el arduo trabajo de revisión de cada fragmento de vídeo, cada fotografía, cada uno de esos millones de imágenes de aquel 6 de enero que recorrieron las redes sociales para identificar a los infractores. Muchos de ellos, fueron sus propios delatores al publicar lo que percibían como una hazaña. La primera condena de cárcel por estos hechos fue dictada el pasado 19 de julio contra un operador de grúa de Tampa (Florida), que aquel día se presentó en Washington, bandera con el lema “Trump 2020”, en ristre. Paul Allard Hodgkins, de 38 años, se había declarado culpable de obstruir la labor del Congreso y recibió una pena de ocho meses de prisión.
Trump, que gracias al apoyo republicano salió absuelto del segundo impeachment, sigue agitando el bulo del fraude electoral y apunta a una posible nueva candidatura para las elecciones presidenciales de 2024.
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