Ante la atrocidad de una guerra, casi todo queda relegado a un lugar secundario, pero merece la pena retener una decisión crucial para la superviviencia misma de la especie y el planeta, tal como los conocemos ahora. La Asamblea de Medio Ambiente de Naciones Unidas celebrada en Nairobi esta semana ha dado un impulso crucial al que será el primer tratado internacional de carácter vinculante contra la contaminación por plásticos. Setenta años después de que empezara a generalizarse su uso en el ámbito doméstico y en la fabricación de todo tipo de productos, el éxito y la versatilidad de este material lo ha convertido en una de las más graves amenazas para el medio ambiente. La ambiciosa propuesta llegó avalada por más de 60 países, entre ellos todos los de la Unión Europea, y con el apoyo de más de 90 grandes empresas que utilizan este material. El tratado será vinculante y regulará el tratamiento de los residuos a la vez que limita la fabricación y uso de plástico virgen.
La única forma de minimizar el impacto del plástico a medio y largo plazo es reducir de forma significativa su fabricación y sus aplicaciones. En 1950 se fabricaban apenas dos millones de toneladas de plásticos. En el año 2000 eran ya 234 y en 2021, casi el doble: 461. A este ritmo, en 2040 la producción se habrá duplicado de nuevo. La mitad de este plástico va a parar a un vertedero controlado, un 19% se incinera, lo que también comporta contaminación del aire, y solo un 9% se recicla. El 22% se dispersa en el medio ambiente en vertidos incontrolados. Según un informe de la OCDE, desde 1950 se han vertido más de 140 millones de toneladas en ríos y mares. El proceso de degradación es muy lento y provoca altas concentraciones de microplásticos que entran en la cadena alimentaria de los animales y acaban llegando también a los humanos.
El actual modelo de control de la contaminación ha fracasado, entre otros factores porque resulta mucho más caro reciclar que producir plástico nuevo a partir del petróleo. La explosiva expansión de los plásticos en las últimas décadas se debe precisamente a que los costes de producción no incluyen las externalidades derivadas del tratamiento de los residuos, que es complejo y muy caro. Pese a la enorme dificultad, el comité intergubernamental creado al efecto es el paso más importante dado tras el Acuerdo de París de 2015 contra el cambio climático. El objetivo de Naciones Unidas es que el tratado pueda ser sometido a votación hacia finales de 2024.
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