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Por el artístico valle del Hudson

Como señalaba el escritor Javier Montes en el artículo Ponerle puertas al campo, del suplemento Babelia, desde hace ya algún tiempo se ha consolidado una cierta “tendencia centrífuga que la pandemia ha acelerado o traído a la conversación”: una dinámica que “dibuja un nuevo paisaje: centros de arte que se mudan de la ciudad al campo y buscan conexiones más o menos articuladas con lo rural”. Si esto es cierto en España, también lo es en Nueva York, que sigue siendo una de las ciudades más influyentes del mundo en el ámbito del arte contemporáneo. No es casualidad que el Guggenheim albergue, hasta el próximo 15 de febrero, una exposición titulada, precisamente, Countryside, The Future.

El Upstate de Nueva York —región al norte de la gran ciudad— no es solo el lugar donde se pueden encontrar las mejores alitas de pollo (las famosas Buffalo wings), ni la tradicional alternativa a los Hamptons como segunda residencia de la gente adinerada de la Gran Manzana. Más recientemente ha sido un horizonte de huida para los no tan adinerados, cuando la pandemia y el teletrabajo empujaron a muchos a escapar de las grandes metrópolis —en busca de un nuevo encuentro con lo rural o, simplemente, de alquileres más bajos y algo de espacio al aire libre—. En los tiempos del coronavirus se ha convertido también en el lugar ideal para las excursiones y el ocio de quienes se quedaron en la ciudad, no solo por la naturaleza y las opciones de senderismo, sino también por su oferta cultural. Dejando atrás la urbe, con su apabullante oferta de museos, y poniendo rumbo hacia la parte septentrional del Estado de Nueva York, pueden encontrarse joyas como Art Omi (en Ghent), el Everson Museum of Art (en Syracuse), la sede de la Jack Shainman Gallery, conocida como The School (que reabrirá la próxima primavera), o la Albright-Knox Art Gallery, que debería renacer en 2022 ampliada y convertida en el Buffalo AKG Art Museum.

Pero de todos los sitios del Upstate, el valle del Hudson encarna de manera paradigmática las posibilidades de la conjunción entre belleza paisajística, arquitectura y arte contemporáneo. Además, resulta especialmente accesible desde Manhattan, sin necesidad de coger el coche. Si se opta por el tren, el trayecto empieza en Grand Central Station, donde cogeremos la línea Hudson de la Metro-North, asegurándonos de escoger un asiento en el lado más cercano al río para disfrutar de las espectaculares vistas que ofrece el viaje, que bordea la orilla del curso de agua rebautizado en honor del navegante y explorador inglés Henry Hudson.

Una sola línea de tren y un abanico de opciones para pasar el día. Estos son tres de los centros de arte contemporáneo más icónicos ubicados en el valle del Hudson.

Dia: Beacon

La Dia Art Foundation nació en Nueva York en los años setenta. Mantiene en Estados Unidos una serie de instalaciones comisionadas por la fundación y repartidas por la geografía norteamericana —entre otras, la Spiral Jetty, de Robert Smithson, en Great Salt Lake (Utah), y varias piezas de Walter De Maria, como The Lightning Field, en Quemado (Nuevo México), o The Broken Kilometer, en el Soho de Nueva York—. Cuenta con dos centros permanentes: uno en el barrio de Chelsea, en Manhattan, y otro en Beacon, inaugurado en 2003. Instalado en una antigua planta industrial de principios del siglo XX, Dia: Beacon expone en amplísimos espacios diáfanos obras de Louise Bourgeois, Warhol, Gerhard Richter, On Kawara o Dan Flavin. Su librería merece la pena.

A la salida, Beacon es también conocido por su emergente escena de cervecerías artesanales. Y el cercano Mount Beacon ofrece vistas de altura del parque estatal Hudson Highlands y de las montañas Catskill, aunque también puede pasearse por Denning’s Point y el parque Long Dock.

Storm King Art Center

Ubicado en Cornwall, para llegar a este museo de esculturas al aire libre también hay que bajarse en Beacon (una hora y media, aproximadamente, desde Grand Central, tanto en tren como en coche). Si se va en transporte público, habrá que hacer en taxi el trayecto restante hasta la entrada del recinto: un jardín de unas 200 hectáreas en cuyas extensiones de hierba y bosque se exhiben obras de Alexander Calder, Richard Serra, Anthony Caro, Isamu Noguchi o Nam June Paik, entre otros muchos. De enero a marzo está abierto solo los fines de semana (actualmente, las pocas galerías y espacios expositivos interiores permanecen cerrados debido a la pandemia). Dentro del parque hay una cafetería, pero en verano el plan de hacer un pícnic es casi insuperable.

Magazzino Italian Art

Este es un centro dedicado al arte italiano contemporáneo, con una atención priori­taria al arte po­vera (Penone, Pistoletto, Pascali, Jannis Kounellis, Mario Merz…). El lugar cuenta también con impronta española: el arquitecto Miguel Quismondo firmó el proyecto del centro de arte; Campo Baeza —recientemente galardonado con el Nacional de Arquitectura—, la vivienda particular de los fundadores (los coleccionistas Nancy Olnick y Giorgio Spanu), y, más recientemente, ambos acometieron conjuntamente la ampliación del museo. Para llegar al Magazzino hay que bajarse en la estación de Cold Spring —quizás uno de los pueblos con más encanto de la zona, aunque atravesarlo a lo largo de su Main Street no lleve más de 15 minutos— y hacer un breve trayecto en taxi hasta el museo (antes de la pandemia había un servicio de lanzadera, ahora suspendido).

Una de las excursiones más desafiantes que ofrecen las inmediaciones es el llamado Breakneck Ridge, en el Hudson Highlands State Park, pero las vistas panorámicas merecen definitivamente el esfuerzo. En cualquier caso, se recomienda ver la puesta de sol desde Little Stony Point antes de coger el tren de vuelta a la rutina urbana.

Sergio Colina Martín es autor de los poemarios ‘La agonía de Cronos’ y ‘Las guerras frías’.

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