Durante las últimas cuatro décadas, la barrera arrecifal situada frente a las costas del Caribe mexicano ha perdido más del 80% de su cobertura de coral.
Por Alejandro Castro
Por primera vez en México, científicos del Centro Regional de Investigación Acuícola Pesquera (CRIAP) en Puerto Morelos, Quintana Roo, lograron reproducir sexualmente colonias de coral dentro de sus sistemas de cultivo, hazaña que representa una esperanza para la preservación del Arrecife Mesoamericano, uno de los ecosistemas marinos más importantes del mundo.
El proyecto de rescate de especies emblemáticas de coral, liderado por la investigadora Claudia Padilla Souza, busca preservar especies que se encuentran en riesgo de extinción local y cuya reproducción sexual en su entorno natural es prácticamente imposible.
Los corales son animales coloniales de importancia ecológica. Son los principales formadores de arrecife, hogar de miles de especies marinas y una barrera de proyección costera ante fenómenos meteorológicos, dice la Claudia Padilla a Aristegui Noticias.
Una colonia de coral es una estructura de roca de carbonato de calcio (esqueleto) cubierta por cientos o miles de pequeños organismos llamados pólipos que conforman el tejido vivo. Dentro de estos pólipos viven en simbiosis unas microalgas llamadas zooxantelas, que dan color al coral.
La reproducción sexual es el proceso natural de fertilización que tienen los corales para multiplicarse, como toda especie animal. Los corales se reproducen una o varias veces al año, dependiendo el tipo de coral, y a determinadas horas y días, dependiendo del atardecer o la posición de la luna, explicó la especialista.
En el proceso sin intervención humana, cada colonia de coral libera huevecillos denominados “gametos”. Estos gametos son un saco milimétrico que contiene óvulos y espermas, los cuales se rompen y se liberan en el agua. Los espermas de una colonia se juntan con los óvulos de otra colonia de coral de la misma especie y se logra la fecundación.
De esa fecundación “nace” una larva de coral que buscará fijarse en una pequeña estructura sólida que luego se transformará en un primer pólipo para empezar una nueva colonia de coral, que crecerá con el paso de los años.
Para que el proceso de fecundación se dé, las colonias de coral deben estar cerca una de la otra, para que los espermas de una colonia se mezclen con los óvulos de otra, y viceversa.
Sin embargo, durante las últimas cuatro décadas la barrera arrecifal situada frente a las costas del Caribe mexicano ha perdido más del 80 por ciento de su cobertura de coral, coincidente con el boom inmobiliario en la región desde la década de los setenta, refiere Lorenzo Álvarez Filip, del Laboratorio de Biodiversidad y Conservación Arrecifal.
Pero el tiro de gracia comenzó en mayo de 2018, cuando investigadores detectaron por primera vez el brote del Síndrome Blanco en los corales de la región, una enfermedad capaz de matar en cuestión de semanas a colonias que tardaron cientos de años en formarse.
Esta enfermedad llevó a por lo menos cuatro especies al límite de la extinción local, situación que volvió imposible su reproducción y repoblación natural.
Ante esta situación, el equipo de investigadores del CRIAP, de Inapesca, en colaboración con la organización Healthy Reefs y la UNAM, recrearon las condiciones del mar en un estanque controlado para reproducir cuatro colonias de la especie Diploria Labyrinthiformis, mejor conocida como “coral cerebro”.
Hecho histórico
El pasado 16 de julio, al comenzar a caer la tarde, los biólogos Eloy Ramírez y Andrés Morales se prepararon para vigilar las colonias dentro del estanque, en el último día con posibilidades para el desove, según el ciclo de reproducción. Lo mismo habían hecho los cuatro días previos sin éxito.
Sus rostros se mostraban poco esperanzados, aunque hablaban de tener una actitud positiva para que ocurriera.
“La experiencia de ver el desove es fantástica, estar esperando y que empiecen a salir, casi nunca pasa, pero cuando pasa es espectacular”, dijo Andrés Morales.
Poco antes de las 18:00 horas, Eloy Ramírez se introdujo al estanque y comenzó a preparar el equipo. En cada coral se colocó una especie de velo en forma de cono con la punta hacia arriba, sostenido del fondo por unas piezas de plomo. En la parte superior fue colocado un recipiente, hasta donde se elevarían los gametos si se lograba el desove.
Solo se dejó una colonia descubierta, para vigilarla.
Aproximadamente a las 18:15 horas comenzaron a salir los primeros huevecillos de la única colonia descubierta, por lo que no pudieron ser capturados, pero ello movilizó a los biólogos, pues era señal de que venía una segunda camada de esa misma colonia y muy probablemente de las otras tres.
Transcurrieron no más de 10 minutos cuando, al mismo tiempo, tres de las colonias comenzaron a arrojar sus huevecillos, que en el interior contenían espermas y óvulos.
Al término del proceso, los recipientes con los óvulos fueron llevados al laboratorio y mezclados los de una colonia con otra, para conseguir la fecundación.
De ese procedimiento nacieron alrededor de 500 mil larvas esa misma noche, que tras algunos días de maduración fueron depositadas en otro estanque donde hay unas pequeñas estructuras de concreto llamadas “sustratos”, indicó Claudia Padilla en entrevista.
Dichas larvas se fijaron a esas pequeñas estructuras de media esfera de un centímetro de diámetro y, al cabo de unos días, se transformaron en los primeros pólipos de coral, que con el paso del tiempo se multiplicarán y formarán nuevas colonias de coral, con las cuales se pretende repoblar los arrecifes.
Esta técnica de reproducción asistida de corales había sido realizada con éxito en Australia y Florida, Estados Unidos, pero esta es la primera vez que se consigue en México, con el apoyo de la organización internacional Mar Fundation.
María del Carmen García Rivas, directora del Parque Nacional Arrecifes de Puerto Morelos, explica que de los arrecifes depende la vida y la economía de todo el Caribe mexicano. Los arrecifes de coral aportan la arena blanca y la tonalidad turquesa del mar que año con año atrae a más de 15 millones de turistas, además de ser una barrera de protección para la infraestructura costera y el hogar de cientos de especies de interés comercial.