Las plantas procesadoras de carne se están convirtiendo en varios países del mundo en focos de infección de coronavirus, algo que sin embargo no está pasando, al menos hasta ahora, en la Argentina, en donde los casos fueron muy pocos y tempranamente detectados.
El caso emblemáticio fue el brote en una fábrica de Alemania, en donde hubo más de mil contagios y que llevó al distrito de Guetersloh a convertirse ayer en la primera zona de ese país a la que se le ordenó volver a la cuarentena.
Un dato a tener en cuenta: la Organización Mundial de la Salud (OMS) destacó que “hasta la fecha no se ha demostrado que los virus que causan enfermedades respiratorias puedan transmitirse a través de los alimentos o de los envases que los contienen” y señaló en particular que “los coronavirus no pueden multiplicarse en los alimentos, pues necesitan un huésped animal o humano para hacerlo”. La OMS sí subrayo, de todos modos, que las empresas alimentarias deben “intensificar las medidas de higiene personal” y capacitación “para evitar o reducir el riesgo de que contaminen la superficie de los alimentos o los envases con el virus”.
En Alemania, más de 1300 trabajadores de la planta de la empresa Toennies en Guetersloh, el matadero más grande del estado de Renania del Norte-Westfalia, dieron positivo en las pruebas de Covid-19.
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Pero además en estos días también hubo brotes en plantas de cane vacuna y aviar del Reino Unido.
En muchas zonas rurales de Estados Unidos, las plantas procesadoras de carne fueron importantes focos de infección. El 28 de abril, el presidente Donald Trump firmó un decreto para mantener las plantas funcionando, y advertía de una posible amenaza para el suministro de alimentos en ese país.
¿Por qué se dispararon los casos en esos países?
Según especialistas citados en un cable de la agencia Reuters, la industria cárnica es particularmente susceptible a los contagios por coronavirus por la naturaleza del trabajo: de un intenso carácter físico, se realiza en interiores con una gran proximidad entre los trabajadores.
“Sus entornos de trabajo, –líneas de procesamiento y otras áreas en plantas muy concurridas donde tienen un contacto estrecho con sus compañeros de trabajo y supervisores- pueden contribuir sustancialmente a su exposición”, advierten los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) sobre los trabajadores del sector cárnico.
Los CDC mantienen una serie de recomendaciones para las plantas, con medidas para mantener a los trabajadores separados, con el escalonamiento de las horas de llegada y los descansos, el suministro a los trabajadores de barbijos y desinfectante para manos y herramientas. También recomienda a las fábricas tomar la temperatura de los trabajadores a su llegada y enviar a casa a los que tengan fiebre.
En Estados Unidos, a fin de mayo, el sindicato de trabajadores UFCW estimó que al menos 44 empleados de distintos centros de envasado de carne habían muerto a causa de la Covid-19, y que al menos 30 plantas cárnicas tuvieron que cerrar temporalmente, lo que afectó a más de 45.000 trabajadores y contribuyó a una reducción del 40% de la capacidad de sacrificio de cerdos.
Fuera del frigorífico también hay riesgos
Las condiciones en las fábricas no son el único aspecto a considerar. En Europa, los trabajadores de la industria cárnica a menudo comparten el transporte y la vivienda una vez que terminan sus turnos.
En Alemania, por ejemplo, muchos son inmigrantes de países más pobres de la Unión Europea como Bulgaria y Rumania, que a menudo se alojan en grandes habitaciones comunes donde el virus puede propagarse.
“Algunas de estas plantas tienen alojamientos en el mismo lugar o en las cercanías donde hay varias personas en cada dormitorio, desde donde pueden ser transportadas en un autobús al lugar de trabajo, por lo que estarán juntos en un espacio interior durante todo el día“, advirtió Michael Head, experto en salud mundial de la Universidad de Southampton, en Inglaterra.
Por qué no se dio esa situación en Argentina
A diferencia de lo que ocurrió en otros países, en la Argentina los frigoríficos y la industria cárnica en general no fueron hasta ahora un foco importante de contagio.
Al indagar por los motivos, desde el sector apuntan a un puñado de cuestiones: la relativamente baja tasa de contagios que tiene todavía el país a partir de la adopción temprana del aislamiento social, la velocidad con la que la industria cárnica local adoptó esas medidas de distanciamiento (incluso antes de la cuarentena que empezó a regir el 20 de marzo) y el monitoreo.
“El aislamiento preventivo prematuro ayudó porque nos permitió reforzar las acciones de prevención y redujo la circulación del virus” en la sociedad, dijo a El Cronista Daniel Urcía, presidente de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (FIFRA) y consejero del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (FIFRA).
En las plantas se tomaron medidas como el control de temperatura, el refuerzo de las medidas de higiene ya habituales en los frigoríficos (como lavado de manos y botas con distintos productos que son los que se recomiendan para el Covid-19), se implementó el uso obligatorio de tapabocas ya a mediados de marzo y se trabajó en el distanciamiento, escalonando el ingreso del personal en turnos distintos y construyendo carpas para aumentar la distancia en los comedores.
“Esa prevención ha ayudado y los pocos casos que hubo hasta ahora se han detectado a tiempo evitando los contagios en la fábrica. En Estados Unidos estuvieron en el primer tiempo muy relajados y eso hizo que las fábricas fueran un ambiente de difusión. Acá hoy se está haciendo un seguimiento cotidiano y hay una trazabilidad del personal”, afirma Urcía, que también menciona las capacitaciones al personal, con especial hincapié en el del transporte.
“Se ha trabajado mucho y se sigue haciendo. Son medidas que han ayudado”, dice y matiza: “Hasta ahora. Porque uno nunca se puede relajar, no se puede bajar la guardia”.
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