Por qué el juego es tan importante como comer o dormir


El juego nace de la libertad de los niños y de las niñas, es vida y salud. Explorar y explorarse es parte del mismo, y les permite progresar, ya que, como la neurociencia ha constatado, jugando se hacen mejores conexiones cerebrales. Los niños aprenden principalmente por imitación y por la interacción con el grupo de iguales. Los seres humanos, afortunadamente, tenemos diferentes mecanismos para aprender, entre ellos el juego, uno de los más efectivos tras el aprendizaje por observación. La psicóloga Sara Tarrés nos cuenta: “El juego como modo de aprendizaje es un mecanismo que nos permite adquirir habilidades mientras nos divertimos. Esta diversión es la que nos motiva y ofrece la oportunidad de ir mejorando a base de repetición sin que nos rindamos a la primera de cambio”.

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Por ejemplo durante los dos primeros años vemos diferentes formas de juego-aprendizaje. Uno de ellos puede ser el juego cucú-tras con el que los bebés aprenden a entender la permanencia del objeto. Dice Tarrés: “Otro también muy común se da entre los 18 y 20 meses cuando no se cansan de lanzar objetos al suelo poniendo en práctica sus habilidades motoras finas, su coordinación oculomanual mientras descubren lo que ocurre cuando tiran distintos tipos de objetos (unos se rompen, otros botan, otros se aplastan)”. A modo de juego aprenden determinadas cualidades de las cosas que tiene alrededor y el efecto de la gravedad. Y así con otra serie de actividades que a esta edad son puro juego, desde encajar figuras a corretear por casa de un lado a otro escondiéndose. Para Sara Tarrés recoger los juguetes debería plantearse como una parte más del juego para que incorporen esta conducta a sus rutinas y no resulte tan tedioso para los padres repetir una y mil veces eso de “recoge tus juguetes después de jugar”.

El maestro de infantil Diego Sánchez considera que es esencial dado que mediante el juego aprenden a interactuar con el resto y “les ayuda en su desarrollo cognitivo, psicomotor, social, afectivo, del lenguaje; además aprenden una serie de normas básicas y valores para la vida social como compartir, respetar, interactuar, resolver conflictos y sobre todo disfrutar.” La ilustradora y escritora, especialista en literatura infantil, Núria Albesa acaba de publicar (como ilustradora) Tengo miedo (B de Block, 2021), y nos cuenta: “El juego potencia la creatividad, la curiosidad y la imaginación estimula la atención, la observación y la memoria y enriquece sus habilidades cognitivas y sociales”. Según Albesa jugar puede ser una excelente forma de experimentar con otros niños la empatía, la cooperación, el autocontrol o el sentido del humor, e incluso puede resultar muy útil para resolver sus propios problemas.

La maestra Ana Sanz dice que los niños aprenden de todo y en todo momento, pero que el juego es el gran olvidado y el gran malinterpretado: “Habría que subsanar el error dado que ofrece herramientas para interpretar el mundo, oportunidades para tomar decisiones personales con criterio y pone a los niños en situaciones donde aplicar reglas establecidas y respetarlas”. Y nos preguntamos por qué aprenden mediante el juego. Y nos contesta: “Porque aplican todo lo citado anteriormente desde una situación de disfrute”. El juego despierta la imaginación desde la libertad de poder resolver desde tu propio criterio. Mediante este se dan procesos creativos que les facilitarán la adquisición de los diferentes conocimientos. “Recordemos que no todos los niños aprenden de la misma manera, pero el desarrollo creativo les hace descubrir su lado más fuerte, las estrategias donde se encuentren más cómodos”, afirma Ana Sanz. Atrás queda el ir a la escuela a aprender a leer y escribir. Actualmente se da visibilidad a las formas complejas del pensamiento y a las inteligencias múltiples que el juego puede despertarles.

La psicóloga Sara Tarres afirma que “nuestro cerebro, al igual que el cerebro de otros animales, está diseñado para aprender mejor mediante el juego. Al jugar se activan las bases cerebrales del placer, por ello nos divierte tanto hacerlo y no queremos parar”. Asegura que cuando jugamos segregamos diferentes neurotransmisores (sustancias químicas que usan las neuronas para comunicarse entre ellas pero también con otras células musculares o glándulas). Entre las sustancias que se segregan al jugar encontramos una que es clave, relacionada con el aprendizaje y la memoria: la dopamina. La dopamina nos hace sentir placer, nos motiva y, según apuntan diversos estudios, es un elemento esencial para el recuerdo de la información.

En clase de Diego Sánchez juegan en distintas zonas que favorecen la coeducación, “tales como casita, construcciones, puzzles, plástica o en biblioteca de aula”. Asegura que también hay espacio para el juego libre donde ellos eligen a qué quieren jugar y “otras veces hacemos juego por rincones donde yo decido a qué juega cada grupo de la clase”. Asegura que las dos formas tienen su parte positiva y negativa; “el juego libre está muy bien porque no existe coordinación por parte del docente, ellos juegan a lo que quieren, pero siempre suelen decidirse por la misma zona y por los mismos compañeros; en cambio, en el juego por rincones el tutor designa cada día una zona diferente para cada grupo, así todos pasan por cada uno de los rincones de juego y los grupos son mixtos”.

Para la ilustradora Núria Albesa los libros son una herramienta ideal para que aprendan divirtiéndose. Existen multitud de formatos en función de las necesidades de cada etapa. “Por ejemplo, para bebés hay libros de tela, de baño, de cartón con texturas en su interior, con sonidos o con solapas desplegables. Pueden ser una herramienta ideal para aprender sus primeras palabras, para fomentar el habla e incluso para mejorar su coordinación motriz. A medida que van creciendo, pueden encontrar libros de actividades, busca y encuentra, cuentos para colorear o aquellos que agilizan la mente o proponen experimentos y retos para realizar en familia”. Cualquier libro, a su modo, estimula el juego y la imaginación, enriquece de imaginario y su intelecto.

Concluye Sara Tarrés: “Jugar en la calle, fuera de casa, al aire libre, correr, saltar, reír, gritar. Jugar en casa, con juegos de mesa, solos o en compañía. Imaginar que son piratas, doctoras, maestros o astronautas. Esto es lo que los niños y niñas necesitan del mismo modo que el aire que respiran para un sano desarrollo físico, mental, emocional y social. Algo que lamentablemente nuestros hijos e hijas van haciendo cada día menos, jugando más con consolas o tabletas y menos en las calles y parques, algo que va en detrimento de su salud mental”. Jugar es crear. Crear es aprender. Y aprender es adquirir estrategias para que podamos enfrentarnos a la vida con herramientas.

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