Para tratarse de un hombre que quiere crear un futuro mejor, Elon Musk parece haberse quedado atascado en el pasado, y ya puestos, en una versión alternativa del mismo. Durante una prueba testifical en una demanda de accionistas por la compra de SolarCity por parte de Tesla en 2016, Musk ofreció una versión de la historia que se aparta de la realidad, y que debería mover a la reflexión a los inversores.
Pese a “esforzarse mucho” por no hablar como CEO, Musk dijo: “francamente, tengo que hacerlo, o Tesla morirá”. Puede que eso fuera verdad durante buena parte de su existencia como sociedad cotizada, cuando el culto que se erigió en torno a Musk servía de contrapeso a su precaria situación financiera. Tesla no ha dejado atrás todos sus problemas, pero su proceso de fabricación está muy consolidado y tiene 17.000 millones de dólares en efectivo por la venta de acciones. Mientras que la valoración desorbitada de la empresa en 633.000 millones de dólares podría caer en el caso de marcharse Musk, Tesla sobreviviría sin problemas.
Su “humilde fanfarronada” ante el tribunal demuestra que no ha logrado cumplir con uno de los cometidos más importantes de un CEO: preparar un sucesor. A buen seguro, el Consejo también tiene cierta responsabilidad en este asunto, pero los directivos de Tesla tienen un historial de quedarse dormidos al volante. En el momento de la adquisición de SolarCity, solo tres de los nueve consejeros carecían de todo vínculo con Musk. El Consejo de SolarCity, del que él también era presidente, solo logró dos consejeros independientes para valorar la oferta de Tesla. Musk se mantuvo al margen de las negociaciones directas, pero su insinuación de que los consejeros debían considerar lo que interesaba a todos los accionistas parece poco sincera. La SEC no estaba convencida, y en 2018 obligó a Musk a dejar la presidencia de Tesla y nombrar a dos consejeros independientes.
El próximo noviembre podrá volver a presidir Tesla. Si eso ocurre, su percepción de sí mismo como indispensable podría poner en peligro las modestas mejoras logradas en cuestiones de gobernanza.
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