Durante la infancia, cuando somos bebés, es cuando los dientes de leche surgen para dar paso después a los dientes definitivos, pero todavía habrá que esperar a que seamos adultos para que nos salgan las muelas del juicio que en muchos casos además, por falta de espacio principalmente, suelen doler bastante, pero ¿Por qué crecen las muelas del juicio salen cuando somos adultos? Un estudio parece haberlo analizado y haber encontrado una respuesta.
¿Por qué las muelas del juicio salen cuando somos adultos?
Las muelas del juicio, a diferencia de otras muelas, comienzan a emerger cuando el ser humano casi ha pasado la adolescencia (y muchas veces no siempre). Los expertos no parecen haber entendido completamente la razón detrás de este «misterio» , pero un nuevo estudio parece ofrecer una respuesta.
Al examinar los huesos del cráneo de 21 especies de primates en modelos 3D, la antropóloga y autora principal del estudio, Halszka Glowacka, junto con la ayuda de Gary Schwartz, un paleoantropólogo del Instituto de Orígenes Humanos de la Universidad de Arizona, obtuvo una respuesta sobre el porqué de la aparición «tardía» de las muelas del juicio. Se dio cuenta de que los tiempos de crecimiento de nuestros molares tiene mucho que ver con el equilibrio de la biomecánica de nuestro cráneo.
Debido a que nuestras caras son cortas y nuestras mandíbulas crecen lentamente , los dientes se ajustan a esta tasa de crecimiento, hasta que hay un espacio «mecánicamente seguro» para emerger. Precisamente por eso, las muelas del juicio comienzan a crecer cuando ya somos adultos, al menos en comparación con otras especies de primates.
El chimpancé (Pan troglodytes) obtiene sus molares a los 3, 6 y 12 años, respectivamente. Otra especie de primate, el babuino amarillo (Papio cynocephalus) obtiene su último juego de molares adultos a los 7 años, mientras que el macaco rhesus (Macaca mulatta) obtiene todos sus molares a los 6 años. Las muelas del juicio, en los seres humanos, surgen en cuando ya se ha sobrepasado la infancia y adolescencia, en un promedio de edad entre los 18 y los 30 años.
Y la razón, según este nuevo estudio, parece ser «simple»: tenemos que esperar hasta que nuestros cráneos se hayan desarrollado hasta el punto en que las fuerzas ejercidas sobre cada juego de molares no dañen nuestra mandíbula en crecimiento.
El resultado del estudio elaborado no solo nos brinda una nueva forma de evaluar las condiciones dentales, como los molares impactados, sino que también podría ayudar a los paleontólogos a comprender mejor la evolución de nuestras mandíbulas únicas entre nuestros ancestros homínidos.
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