La mala fama de los buitres no se debe únicamente a su lugar privilegiado en el pódium de las aves más peligrosas del globo. Y es que este animal es capaz de imponer respeto y repudio a partes iguales, en gran medida debido a su peculiar alimentación basada en la carroña. Tan solo comparados con las hienas, los humanos todavía nos preguntamos por qué estos animales pueden comer carne podrida sin afectarles lo más mínimo.
Los basureros de la naturaleza
Es innegable que los festines de estas aves no son precisamente un alarde de belleza. Pero más allá de las cuestiones estéticas, la Humanidad tiene mucho que agradecer a este grupo de rapaces. Su potente estómago tiene la capacidad de “hacer desaparecer” hasta el 60% de bacteria tóxicas gracias a unos potentes jugos gástricos, con unos niveles muy bajos de Ph. Ácido puro que queda muy alejado de lo que los humanos pueden llegar a producir.
Además, el organismo de estas aves puede reducir a la nada (y sin esfuerzos) males archiconocidos como la peste bubónica, la rabia, el ántrax o el cólera gracias a dos bacterias que protegen su estómago antes, durante y después de cada menú. Esto quiere decir que son los limpiadores perfectos para el medio ambiente.
La muerte es su mejor aliada
Sus garras no poseen demasiada fuerza, por lo que la evolución les ha regalado un imponente pico que ayuda a introducirse en el cuerpo del animal muerto a través de sus orificios naturales. Normalmente por el ano. Por esto no están capacitados para la caza, sino más bien para moverse de forma ágil y conseguir comida, aunque sean métodos poco agradables para la razón humana.
Otra de las herramientas es su capacidad de almacenaje. Los buitres pueden guardar la comida –y sus virus- en su estómago sin sentir pesadez o malestar como lo haría cualquier humano. Y es que, como apunta el microbiólogo danés Lars Hansen de Hestbjerg, «el tránsito intestinal del buitre es un entorno hostil».
A pesar de ser duramente perseguidos e incluso envenenados con plomo, para nuestra sorpresa los buitres no matan animales. Matan gérmenes y, por consiguiente, protegen al mundo entero.
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