Los árboles monumentales y singulares son algo más que árboles grandes. En el ámbito legislativo, al menos, gozan del mismo nivel de amparo legal que cualquiera de los espacios naturales más emblemáticos del país, sean Parques Naturales, Reservas de la Biosfera, Espacios de la Red Natura 2000 o Monumentos Naturales.
La Ley 42/2007 de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad establece como requisitos para formar parte de este exclusivo club: “Contener sistemas o elementos naturales representativos, singulares, frágiles, amenazados o de especial interés ecológico, científico, paisajístico, geológico o educativo” y/o “estar dedicados especialmente a la protección y el mantenimiento de la diversidad biológica, de la geodiversidad y de los recursos naturales y culturales asociados”. El artículo 34, no deja lugar a interpretaciones: “Se consideran también Monumentos Naturales los árboles singulares y monumentales”. Por su parte, el artículo 37, establece las competencias: “Corresponde a las Comunidades Autónomas la declaración y la determinación de la fórmula de gestión de los espacios naturales protegidos en su ámbito territorial”.
El interés científico por los Árboles Monumentales en España tiene más de un siglo de vigencia. Brilla con luz propia la pionera labor del ingeniero agrónomo Rafael Janini, quien, en 1914, llevó a cabo la publicación ilustrada mediante fotografías —una de las primeras del mundo—: Algunos árboles y arbustos viejos de la provincia de Valencia. La iniciativa se enmarca en torno a las acciones relacionadas con la celebración de la Fiesta del Árbol, con la que ingenieros y botánicos trataban de fomentar la reforestación del país e implicar a la sociedad. Conocían de primera mano lo que quedaba —eran entregados técnicos de campo y monte, además de intelectuales—, y lo que tenían que hacer. Naturalmente, no se perdían en discusiones bizantinas sobre si los árboles monumentales eran forestales, agrícolas o de jardín. La cuestión les resultaba obvia: eran tan escasos que todos eran importantes, valiosos y necesarios.
Afortunadamente, se acaba de presentar el estudio Análisis del estado y situación de los árboles singulares en el territorio español, auspiciado desde la Dirección General de Biodiversidad, Bosques y Desertificación, del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Democrático (MITECO). Lo que nos permite conocer tanto la situación jurídica como la gestión que se está llevando a cabo con los árboles monumentales y singulares en la CCAA.
En cuanto al marco legislativo —una de las cuestiones más trascendentes, cuando hay que ir a los juzgados a defender sus derechos—, el documento alerta de que está formado por “leyes y decretos de carácter genérico” en los que se detecta una “falta de desarrollo de la figura de árbol singular”, por lo que “no se otorga una protección real y efectiva”. No obstante, hay una excepción, la Ley 4/2006 de Patrimonio Arbóreo Monumental de la Comunidad Valenciana.
El número de árboles monumentales y singulares catalogados por las comunidades autónomas asciende a 4.557, siendo la valenciana la que más aporta con 2.187. La labor del extinto Departamento de Árboles Monumentales de la Diputación de Valencia, desde donde se redactó e impulsó la Ley, aprobada por unanimidad en el parlamento valenciano, tiene mucho que ver en esto. Las siguientes comunidades se sitúan a bastante distancia: las más atrevidas han protegido algo más de 300 árboles, como la región de Murcia, por debajo aparecen la Comunidad de Madrid, Cataluña, Galicia, Castilla y León. En posiciones más rezagadas, por debajo del centenar: Baleares, La Rioja, Extremadura y Navarra. Cerrando el pelotón: País Vasco, Asturias, Castilla La Mancha, Andalucía, Cantabria, Canarias y Aragón.
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Respecto a la gestión, el estudio afirma que “el abandono que han padecido los árboles singulares sigue patente”, que “el problema más urgente a resolver es el de la determinación de medidas concretas de protección”, que “se necesitan cuidados especiales para su correcto mantenimiento”, y que “es preciso contar con profesionales cualificados” y que “se desarrollen los planes de gestión”. De esta forma, se reconoce oficialmente una situación que pocas veces sale a la luz. Las administraciones carecen de expertos con experiencia contrastada y tampoco se destinan los recursos económicos necesarios para conservar este Patrimonio Natural y Cultural. Finalmente, el estudio señala que “la principal causa del fallecimiento de árboles monumentales se debe a prácticas antrópicas inadecuadas”. Cae de esta forma un mantra interesado: los árboles monumentales, más que morir de viejos, mueren a manos nuestras. Más del 80% de los que aparecen recogidos en la obra de Janini ya ha desaparecido.
El documento alerta de los graves daños causados por la actividad turística, sea el turismo de masas, rural, verde o ecológico, debido a “la desprotección que sufren la gran mayoría de estos árboles y la escasa sensibilidad tanto de los gestores de los espacios como de los turistas”. Es decir, se está fomentando y usando de forma insostenible un patrimonio natural vivo, único e irremplazable, sin estar protegido de forma efectiva y correctamente gestionado, ni llevar a cabo el seguimiento del estado de salud y el impacto que causa la actividad. Se incumplen, pues, los criterios más básicos para poder hablar de un turismo responsable y sostenible.
Es momento de revisar iniciativas “populares” bajo reclamos publicitarios del tipo “abraza los árboles monumentales” o los concursos de “vedetes” para elegir el “árbol del año”. El estudio constata cómo los desvalidos candidatos están sufriendo daños graves, irreversibles, o incluso han muerto. Uno de los casos con más resonancia en la actualidad es el del Castañar de El Tiemblo, en la provincia de Ávila. Un grupo de ciudadanos llevan más de un lustro denunciando su deterioro a causa de la masificación turística, la ausencia de vigilancia efectiva, los usos ganaderos incontrolados y la falta de gestión silvícola. Desafortunadamente, hay más casos: la Encina de las 1.000 ovejas, en la provincia de Ciudad Real; la Encina Milenaria de Rute, en Córdoba; la Trabina La Juana y el Pi del Salt, en Valencia; el Ciprés de la Anunciada, en León; o la Carrasca de Lecina, en Huesca, ganadora del premio Árbol europeo del año en 2021.
En la presentación del informe sobre la situación de estos ejemplares en el territorio español, se destacó la oportunidad que supone para los árboles monumentales catalogados el haber pasado a formar parte del Banco de la Naturaleza. Lo que obliga a llevar un seguimiento periódico de su estado y evolución, e informar a la UE. La creación de un grupo de trabajo a nivel ministerial formado por expertos con gran experiencia y reconocida trayectoria es una oportunidad que no podemos dejar escapar. Es mucho lo que nos jugamos en biodiversidad, sostenibilidad y futuro. Es, si no lo remediamos, la última oportunidad para muchos de ellos.
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