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¿Por qué no vemos la oscuridad cuando pestañeamos?

Todos pestañemos aunque ni tan siquiera nos demos cuenta. De hecho lo hacemos más de 14.000 veces (contando que pasemos 16 horas despierto) al cabo del día, pero no nos percatamos de ello dado que nuestra visión no parece alterarse con cada parpadeo. De hacerlo, es decir, si de repente dejáramos de ver durante la pequeña micro milésima de segundo que tardamos en pestañear entonces puede que fuera un estorbo para nuestra vida diaria y quizás por ello nuestro cerebro se esfuerza para que no lo notemos. Veamos si esto es así y descubramos el motivo por el que no vemos la oscuridad cuando pestañeamos.

¿Qué vemos cuando pestañeamos?

El hecho de no ver oscuridad y de hecho, no alterar mucho nuestra visión cuando pestañeamos es algo que en realidad, sirve al cerebro humano para compensar las discrepancias entre lo que vimos antes y lo que vemos después de que los párpados se hayan cerrado. Además, aprovecha la oportunidad para realinear los músculos de los ojos.

Y todo ello sucediendo en cuestión de segundos, cuando nuestros párpados se cierran y el globo ocular se reposiciona, humedeciéndose. Sucede 15-20 veces por minuto, más de 10 mil veces al día. Pero si esto es así ¿no tendría que aparecer al menos una sensación de oscuridad intermitente? Esto es gracias al cerebro, que hace un esfuerzo extra para estabilizar la visión y compensar estas micro pausas. Por este motivo, se mantiene la visión que en realidad se está ajustando y no aparece esa oscuridad que cabría esperar.

Según un estudio coordinado por la Universidad de California en Berkeley y publicado en Current Biology se mostró que con cada parpadeo, no hacemos más que lubricar los ojos y eliminar el polvo externo. El cerebro aprovecha esto para reposicionar los globos oculares, reactivando los músculos de los párpados para que la mirada regrese enfocada al objeto de su interés.

Un cerebro atento

«Nuestros músculos oculares son perezosos e imprecisos, por lo que el cerebro necesita adaptar constantemente sus señales motoras para que los ojos apunten donde necesitan», explica Gerrit Maus, uno de los autores. «El cerebro evalúa la diferencia entre lo que vemos antes y después del parpadeo y ordena a los músculos que hagan los ajustes necesarios». Gracias a las predicciones y medidas correctivas del cerebro, obtenemos una imagen coherente del entorno y no vemos borroso cada vez que abrimos los ojos.

El curioso experimento

Los investigadores llegaron a esta conclusión al obligar a una docena de voluntarios a pasar mucho tiempo en una habitación oscura mirando un punto brillante, que se movía una pulgada con cada parpadeo. Las cámaras infrarrojas monitorearon los movimientos de sus ojos y mostraron que incluso si los sujetos no notaron los movimientos, sus cerebros obligaron a sus ojos a reposicionarse en el punto correcto con cada pestañeo.


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