Navidad es una época del año plagada de rituales y tradiciones que ya forman parte de la propia fiesta y que muchos cumplen sin apenas pensar en su significado. Sin embargo, entre todas ellas, destaca una en especial y que resulta casi impensable no celebrar en Nochevieja. Hablamos de las doce uvas, esas que siempre comemos a toda prisa mientras suenan las campanadas al otro lado de la pantalla.
La creencia popular relaciona esta costumbre con la buena suerte. Todo aquel que consiga tomar las doce uvas al compás de ese tintineo tan característico disfrutará de un año plagado de felicidad y fortuna. Un significado que ya se remonta a los orígenes de la tradición.
Un ritual que comenzó a modo de burla
Dicen que todo empezó en el año 1882. En aquella época, la clase burguesa celebraba Nochevieja con una deliciosa copa de champán y un cuenco de uvas. Una costumbre muy habitual en países vecinos como Francia o Alemania. Sin embargo, la tradición comenzó muy alejada de esas familias pudientes.
A modo de burla y con cierta ironía, un grupo de personas acudió a la Puerta del Sol de Madrid para recrear ese ritual que ellos consideraban superficial. Con el paso de los años, este comportamiento se extendió por toda la ciudad, popularizando un hábito que todavía se mantiene en nuestros días. No obstante, esta no es la única teoría sobre el origen de las doce uvas de Nochevieja.
Una campaña de lo más creativa
Otra de las creencias más arraigadas sitúa el origen de esta tradición en Alicante, en 1909. Ese año, los agricultores de la zona tuvieron una cosecha de uvas de lo más abundante, que dejó un gran excedente de la variedad típica del lugar: la uva blanca Aledo. Con el objetivo de vender todas las unidades sobrantes, los labradores emprendieron una campaña publicitaria que ofrecía el producto a un precio más bajo y con el nombre «Las uvas de la suerte». En relación a esa gran temporada, las doce uvas son ahora símbolo de abundancia y prosperidad.
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