No debemos ignorar la realidad ni el mundo en el que crecen nuestros hijos e hijas y la influencia que los youtubers tienen en la construcción de su identidad adolescente. En cualquier época de la historia, esa etapa tiene un denominador común y es la construcción de una identidad propia, identidad que se compone de metas, valores y creencias. El adolescente es más influenciable que el adulto o el niño, en tanto que se encuentra en la búsqueda de integración y aceptación social. El psicólogo Solomon Asch, en su experimento titulado Qué línea era igual a otra, demostró que las personas cambiaban sus respuestas según se encontraban en un grupo o a solas. Los resultados de este experimento demostraron cómo la opinión grupal influye en el sujeto hasta cambiarla, aunque esta sea equivocada. Sabemos la importancia que cobra en la vida del adolescente el grupo y por qué se comporta de manera diferente cuando está en casa o con sus amigos.
Y es aquí donde las redes sociales ocupan una gran parte del tiempo de nuestros jóvenes. De todas las plataformas, YouTube es la que cuenta con mayor protagonismo. Como educadores, padres y madres, es necesario preguntarnos qué necesidades cubren los youtubers, qué encuentran en ellos, con qué se identifican, porque de esta forma podremos comprender mejor su mundo y ser parte de él, en una etapa en la cual el adolescente suele levantar muros que pocas veces nos permiten atravesar. A diferencia del fenómeno fan (el que nosotros vivimos), donde había una clara distancia percibida como inalcanzable entre nuestro ídolo y nosotros, el youtuber es todo lo contrario: cercano, accesible, con los mismos gustos, problemas, sentimientos…, por lo que se produce un inmediato fenómeno de identificación. Otra de las claves la encontramos en que el youtuber ofrece un modelo espontáneo, casi improvisado, con contenidos que divierten y/o informan. En algunos casos, el joven puede interactuar directamente con ellos, convirtiéndose así en uno de los referentes más influyentes.
Algunos estudios tales como Los youtubers: espejos influyentes en el proyecto de vida adolescente afirman que lo que más gusta a los jóvenes de ellos “es el estilo de vida ostentoso, descomplicado, divertido, autónomo e independiente al generar ingresos con sus vídeos, y la personalidad extrovertida, carismática, amable, graciosa y cálida que proyectan. Han generado un estereotipo de qué es ser influencer”.
Hay un elemento que contribuye de forma poderosa a la tendencia de los jóvenes por las redes sociales y tiene que ver con la “percepción de control” al ser ellos quienes deciden a quién siguen y a quién no, los temas que prefieren, los canales… Esta libertad de elección contribuye de forma determinante a la construcción de su autoestima, en una etapa donde esta se convierte en la piedra angular que sujeta toda la estructura de personalidad. En el ejercicio de esta libertad de elección hay una profunda satisfacción derivada de la percepción de control mientras simultáneamente exploran acerca de sí mismos, quiénes son y en quién quieren convertirse.
El acercamiento inteligente y eficaz a esta realidad que tiene tanto peso para nuestros jóvenes pasa por no demonizarlo ni ridiculizarlo, sino por tratar de entenderlo y ser capaces de ver sus ventajas.
Lo primero y más importante es el respeto: por los valores y modelos que nuestros hijos e hijas tienen al alcance de la mano de acuerdo a la sociedad que les ha tocado vivir, sin compararlos con los nuestros. La única forma de tender puentes para llegar a comunicarnos con los adolescentes es comprender sus gustos, hábitos y necesidades desde la profunda empatía y el respeto honesto. Por tanto, lo más inteligente es poner el foco en lo positivo de esta nueva realidad y minimizar lo negativo. Entre los beneficios están aquellos cuyos mensajes enriquecen la forma de pensar de nuestros jóvenes, con discursos de tolerancia hacia todos los colectivos, de prevención frente al alcohol y otras drogas, ecología y respeto por el medio ambiente, bienestar animal, interés por otras culturas, feminismo… Como parte negativa también ofrecen modelos tóxicos de consumo, puesto que las marcas regalan sus productos para que los influencers los promocionen; el lenguaje soez o la profundización en roles de género patriarcales. Sin perder de vista la adicción que producen estos vídeos, pensados precisamente para ello.
Se asemeja a un paisaje virtual de aquello que nosotros vivimos jugando en la calle, eligiendo con quién nos relacionábamos, expuestos, igual que ellos, a todo tipo de referentes.
En definitiva, se trata de saber con quién andan, qué les atrae y por qué, y sentarnos a participar de su vida desde la ternura y el humor, la comprensión y la aceptación de una era en la que nosotros, sus padres, somos los extraños.
Olga Carmona es psicóloga y experta en neuropsicología de la educación.
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