Millones de portugueses desafiaron este domingo los peores datos de la pandemia — 275 muertos y 11.000 nuevos casos, un triste cierre para una semana en la que el país es líder mundial en contagios y muertes por millón de habitantes— y revalidaron el mandato del actual presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa. Con casi el 100% del voto escrutado, el político conservador es el vencedor de la primera vuelta de las elecciones presidenciales del país con el 61% de los sufragios. La candidata socialista pero apoyada por los ecologistas, Ana Gomes, quedó en segundo lugar con un 12,9%, superando por muy poco al ultraderechista André Ventura con 11,9%. La abstención ha sido histórica con casi el 61%, unos 10 puntos más que la registrada en 2016 (un 51,3%).
Los resultados confirman lo que los sondeos predecían: que no sería necesaria una segunda vuelta e incluso Rebelo de Sousa ha sacado mejor porcentaje que hace cinco años, aunque no en número de votos. Lo que no se ha cumplido era el objetivo de Ventura, quedar por delante de Gomes, exdiputada socialista que no contaba con el apoyo del primer ministro António Costa, aunque sus resultados marcan un claro avance de la extrema derecha en el país.
La de este domingo ha sido una jornada electoral atípica debido a las restricciones impuestas por una epidemia fuera de control, aunque excepcionalmente se permitió la movilidad entre municipios. Los ciudadanos han acudido a los colegios electorales con la obligatoria mascarilla, respetando en las filas la distancia de un metro de seguridad, con las manos desinfectadas y, a ser posible, llevando su propio bolígrafo de casa. Así lo ha hecho Cristina Queda, de 58 años, que votó en un centro de Lisboa a las ocho de la mañana, nada más abrirse las urnas, para evitar aglomeraciones. “Desde que se decidió que no se iba a cambiar la fecha de las elecciones, decidí llegar temprano para evitar este tipo de situaciones”, declaró a la agencia Reuters.
Buena parte de la opinión pública hubiera querido que se retrasaran los comicios, según una reciente encuesta realizada por el instituto ISC/ISCTE, debido a que Portugal es el país del mundo más castigado por la pandemia en términos relativos, según la Universidad de Oxford, pese al confinamiento decretado el pasado día 15. Las autoridades han insistido durante la campaña en que votar era seguro, incluso con carteles en el Metro, para dar un mensaje de tranquilidad a unos electores (unos 10 millones) cuya edad media es de 47 años y donde un 20% de la población es mayor de 65. “Siempre voté y no será esta la vez que me quede en casa. Cada vez es más importante votar”, ha afirmado tajante a Efe Eulália Frexes, que esperaba paciente su turno en una calle de Lisboa, en la que había jóvenes, familias con niños y jubilados. Frexes sostenía que nunca pensó en quedarse en casa pese al empeoramiento de la pandemia: el presidente de Portugal, argumentó, es un cargo demasiado importante como para optar por la abstención.
Aunque Rebelo de Sousa partía como claro favorito desde el principio, la gran pregunta era el índice de participación cuando el virus en el país vecino está fuera de control. Si al mediodía la afluencia a las urnas era del 17,07%, casi dos puntos por encima de las últimas presidenciales de 2016 y casi cuatro respecto a las celebradas en 2011 (13,39%), según el diario Público, a las cuatro de la tarde era del 35,44% frente al 37,69% de hace cinco años, según datos del Gobierno portugués. El cálculo final ha sido bastante superior a la de 2016, lo que a priori se explicaría por las condiciones de la pandemia.
Para alejar ese fantasma de la abstención, el socialista António Costa, que ha esperado media hora para votar, ha animado a la población a depositar su sufragio a pesar de la amenaza de la pandemia, al tiempo que ha recordado la necesidad de cumplir con las normas de seguridad estipuladas para contener la propagación de la covid-19. “Estamos en un momento gravísimo de la pandemia, pero se ha hecho todo para que la gente pueda ejercer su derecho de voto”, ha dicho. Costa ha señalado además que, sean cuales sean los datos de participación, no quitarán “legitimidad” al vencedor. También ha recordado que las elecciones están transcurriendo entre medidas de seguridad sin precedentes, con equipos de desinfección en todos los colegios electorales del país.
Rebelo de Sousa, de 72 años, que ha sido uno de los primeros en votar en un colegio de la ciudad de Celorico de Basto, en Braga, ha declarado que encaraba estas elecciones “sin nerviosismo”. “A mi edad se pierden y se ganan muchas elecciones, uno se acostumbra a todo y está preparado para todo. Llevo preparados discursos para la derrota, para una segunda vuelta y para la victoria” en referencia a una hipotética, pero poco probable, segunda ronda, como finalmente ha ocurrido. Ventura, por su parte, llamó a la participación ciudadana en las elecciones, argumentando que “el arma” es “usar es el voto” en tiempos de pandemia y crisis, porque “el futuro está en juego”.
Ventura es una figura anómala en la política de Portugal, un país que se había distinguido por frenar a la ultraderecha, a diferencia de la política europea en los últimos años. Dos años después de la creación del partido Chega! (¡Basta!), el dique de contención parece haber registrado sus primeras grietas, en lo que supone el fin del excepcionalismo portugués. El caso de Gomes también es anómalo: es diputada socialista, pero comparecía con el apoyo de otros dos partidos, Pueblo-Animales-Naturaleza (PAN) y Livre. El resto de los candidatos han quedado por debajo del 5%.
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