Portugal está a cada hora que pasa más cerca de las elecciones anticipadas. El debate de presupuestos, que ha comenzado esta tarde a las 16.00 (hora peninsular española), ha constatado que la distancia entre António Costa, primer ministro socialista, y sus antiguos socios de izquierdas es casi insalvable. Costa no llegó con ningún conejo en la chistera, una suerte de último recurso con el que se especuló después del consejo de ministros extraordinario celebrado por sorpresa la noche del lunes, que permitiese al Bloco de Esquerda (BE) y al Partido Comunista de Portugal (PCP) desdecirse de su anunciado voto negativo. Pero el primer ministro hizo una defensa encendida de todas las medidas que deberían, en su opinión, contentar al BE y al PCP, a quienes hizo un nuevo llamamiento al diálogo: “Este debate es un buen momento para proseguir”. Sin presupuestos para el año próximo, el Parlamento se encamina hacia la disolución.
Costa recordó varias de las concesiones realizadas por el Gobierno a sus antiguos socios parlamentarios y trató de realzar su valor, como la subida del salario mínimo para 2022 en 40 euros, “el mayor aumento de la historia desde la creación del salario mínimo”, pero que está lejos de la reivindicación de los comunistas. Los esfuerzos del primer ministro para convencer a la izquierda de que permitan tramitar el proyecto de Presupuestos Generales de 2022 no tuvieron el mismo tono con unos y con otros. Mucho más conciliador con el PCP que con el Bloco, a quien afeó que ya votaran en contra de los presupuestos “el año de la pandemia”. Al líder comunista Jerónimo de Sousa le recordó que “siempre hemos avanzado” en el diálogo entre ambas fuerzas. Citó, además del salario mínimo, la gratuidad de las guarderías que comenzarán el próximo curso de forma progresiva. “Son ganancias efectivas que han resultado del trabajo hecho desde junio”, recalcó Costa.
A Catarina Martins, la líder del Bloco, le dedicó un tono más áspero: “No habló nada del Presupuesto del Estado, habla de cuestiones que están fuera como la alteración del Código de Trabajo. Si está en contra de nuestras propuestas en legislación laboral, ¿por qué no se reserva para cuando se traten esas propuestas?”.
En lo único en que Costa y Martins coincidieron durante el pleno de esta tarde fue en mostrar orgullo por el pacto de 2015. “Había que tumbar las reglas de la troika”, recordó la líder bloquista, antes de acusar al Gobierno actual de pretender salvaguardar las reglas aún vigentes de aquella etapa de intervención exterior sobre el país y de recordar que en 2019 defendió un acuerdo de legislatura que los socialistas rechazaron. “El Gobierno sustituyó la negociación por el ultimato. Su intransigencia tenía el objetivo de consolidar las reglas de la troika”, soltó Martins, que puso el ejemplo del “tímido” avance en el pago de horas extraordinarias.
El comunista Jerónimo de Sousa reiteró el discurso que había planteado el día antes en la sede del partido para explicar por qué iban a votar contra el presupuesto de 2022, a diferencia de lo que hicieron en 2021, cuando su abstención permitió que salieran adelante. “El aumento de los salarios es una emergencia nacional”, comenzó antes de recordar sus peticiones en pensiones, sistema nacional de salud y protección de la negociación colectiva.
Frente a estas peticiones de la izquierda, António Costa volvió una y otra vez a escudarse en las “contas certas” de Portugal. “Las cuentas correctas garantizan la credibilidad internacional. Las cuentas correctas no impidieron responder a la austeridad en 2015. Las cuentas correctas nos permitieron responder esta vez a la crisis de la pandemia con solidaridad y no con austeridad”, resaltó.
Únete ahora a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites
Suscríbete aquí
En sus respuestas a la derecha, el primer ministro dijo que no pensaba dimitir por responsabilidad y reivindicó el pacto de 2015 con la izquierda, que fue una de las grandes críticas que le dirigió el presidente del Partido Social Demócrata, Rui Rio. “La geringonça (como se conoce al pacto de izquierda) no tiene pies para caminar… los seis presupuestos que ha aprobado nos han colocado a la cola de Europa”, espetó Rio, en un discurso encendido, tan pendiente de atacar el Gobierno como de convencer a los suyos, que deben elegir si le mantienen como presidente del PSD o le sustituyen por el eurodiputado Paulo Rangel.
Horas antes del inicio del pleno de debate presupuestario, el Gobierno celebró a última hora del lunes una sesión extraordinaria del Consejo de Ministros, que se prolongó hasta la medianoche. Nada de lo hablado trascendió hasta que António Costa llegó a la Asamblea de la República, pero era una señal clara de la excepcionalidad que vive la política portuguesa en los últimos días. Un consejo de ministros nocturno y rodeado de secretismo. Como tampoco están a la vista los contactos que el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, pueda estar teniendo para tratar de encontrar una salida al atolladero en el que se encuentra el país. A casi nadie benefician ahora unas elecciones.
16.600 millones desde Bruselas
Rebelo de Sousa ha dejado claro que el país está en una encrucijada -o Presupuestos o elecciones- y que no hay un tercer camino como amagó con trazar el primer ministro hace unos días. Un plan b que permitiese seguir gobernando al Partido Socialista en minoría usando la regla legal fijada en Portugal en caso de que no salgan adelante las cuentas públicas: la gestión cada mes con la duodécima parte del presupuesto ejecutado de 2021 mientras el país no disponga de uno nuevo. Esto dificultaría la gestión de los fondos del Plan de Recuperación y Resiliencia (PRR) y afectaría a las inversiones dependientes de Bruselas previstas para el próximo año. Cuando presentó el proyecto de presupuestos, el ministro de Finanzas, João Leão, recordó que la inversión pública ligada al PRR para 2022 superaba los mil millones de euros. Portugal recibirá de Bruselas 16.600 millones de euros (13.900 en ayudas y el resto en préstamos de bajo interés) hasta el 2026.
Pase lo que pase en la votación del miércoles, el país está despidiendo un ciclo. El que se inauguró en 2015, con la caída del Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho. La unión de las fuerzas de izquierda había sido una especie de anatema político en el país, con la excepción de la etapa de Jorge Sampaio en el Ayuntamiento de Lisboa. Aquel experimento municipal fue repetido por António Costa y le salió bien en términos políticos. El pacto con el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués entre 2015 y 2019 fue provechoso en las urnas para el pez grande y no tanto para los chicos. Así que en la segunda legislatura no hubo acuerdo para gobernar, pero hasta ahora los socialistas habían logrado sacar adelante presupuestos y temas importantes. Es cierto que en un escenario tan anómalo como una pandemia, que probablemente impidió captar la gravedad de la erosión entre los antiguos socios. En su editorial del martes, el director de Público, Manuel Carvalho, da por finiquitado el modelo de convivencia a la izquierda. “Más que negociar, dos partidos que retrocedieron en las municipales y caen en los sondeos, quieren gobernar”, criticó antes de defender la opción electoral. “Lo que no puede continuar es este clima que intenta subvertir la elección de los votantes en nombre de una ideología derrotada en las urnas”, indica en su artículo.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.