― Buenos días, son las 9.15. Ruego a la prensa que se marche.
Borja Fanjul, presidente del pleno del Palacio de Cibeles, ejerce de árbitro parlamentario. Los fotógrafos huyen de la sala. La puntualidad en el Ayuntamiento de Madrid es exquisita. Los 37 concejales que han venido en persona toman sus asientos. El pleno ordinario comienza. La primera medida es una cuestión territorial. ¿Cataluña? No, todavía. “¡Hay 1.165 vecinos pendientes de este pleno!”, exclamó la edil de Ciudadanos, Silvia Saavedra. Hace nueve años que las grúas comenzaron a multiplicarse por Valdebebas, un nuevo barrio ubicado a 20 kilómetros de la Puerta del Sol. Aquí viven más de 25.000 madrileños, pero 1.165 viven en la frontera que une los distritos de Barajas y Hortaleza. “Ellos se sienten de Hortaleza”, aseveró la edil de Ciudadanos y portavoz de la propuesta para que se cambien de distrito. La mayoría de los grupos no puso objeciones. Nueve años después, serán de Hortaleza. Vox, por si acaso, pidió la palabra. Estaba en juego romper una parte de Madrid. El bisturí necesitaba un verificador: “Es cierto, son 1.165 vecinos. Nosotros lo reconocemos”, dijo la edil Arantzazu Cabello. La primera medida del pleno quedó aprobada. En pocos segundos se modificaba un barrio en Madrid, sin rifirrafes políticos.
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Pero ―siempre hay peros en los plenos― llegó Cataluña. Ay, Cataluña. Madrid desde hace varios meses es España con Cataluña dentro. Vox exigió a todos los concejales una petición: no conceder los indultos, aunque ya estaban concedidos. No obstante, el edil Javier Ortega Smith tomó la palabra como si no lo estuvieran: “El 1 de octubre de 2017 unos golpistas de la Generalidad [con pronunciación especial en la g y en la d] han llevado a cabo el mayor ataque a España desde que se aprobó la Constitución”. Los ediles de Ciudadanos observaban atentos. El PP guardaba su turno. El Palacio de Cibeles se transformó de nuevo en el Congreso de los Diputados. “¡Hay que proclamar desde la capital de España la defensa de la soberanía!”, vociferó.
El PP, a rebufo en este asunto, tomó la palabra. Ser español estaba en juego. Andrea Levy subió al estrado. “La palabra de Sánchez no vale nada. Sánchez se ha convertido en el nuevo líder del procés”. Los socialistas no daban crédito ante semejante frase. El portavoz de Pedro Sánchez fue el concejal ―y también exseleccionador de baloncesto de España― Pepu Hernández. “En castellano y catalán disfrutamos de palabras bellas”, contestó. “De la palabra latina cordis, que significa corazón, encontramos multitud de conceptos como acuerdo y concordia. El Gobierno de la nación ha elegido la concordia”, leyó. Almeida levantó entonces el dedo derecho. Negaba con la cabeza. Hernández se giró, enfadado, y comenzó a reprocharle con aspavientos ese gesto mientras se dirigía a su sitio. El presidente del pleno tomó la palabra. Había que llamar a la paz.
—Dejen a la vicealcaldesa hacer su turno.
“Pedro Sánchez dijo que la Constitución es un bien jurídico que tiene que ser defendido”, recordó Begoña Villacís, de Ciudadanos. “Les anuncio que estamos trabajando en una reforma del Código Penal. ¿Están de acuerdo?”, continuó. Los populares aplaudieron, claro. “Llevamos tres años de mentiras y de estafas. ¿Qué será lo siguiente?, ¿el referéndum? Hay que acabar con el sanchismo, antes de que el sanchismo acabe con España”, añadió la vicealcaldesa. Pepu no daba crédito. Se rio a carcajadas.
No es lo mismo modificar un barrio, que modificar España. Más Madrid activó entonces su artillería parlamentaria: “¿Aznar llevó en su programa que iba a negociar con ETA o con el movimiento de liberación nacional?”, preguntó irónica la edil María del Mar Barberán, que se mostró a favor de los indultos. Los populares se revolvieron de sus asientos. Aznar es sagrado en Madrid. Almeida levantó la mano de nuevo, visiblemente incómodo ante lo que estaba escuchando. Levy, enfadada, contestó por todos los populares: “El presidente Sánchez es el líder de los independentistas. Deberían de estar al lado de los que queremos construir una España en convivencia”. Aplausos. El tono fue en aumento. Nadie bajaba el suflé de la crispación. Y faltaba la réplica de Vox, que fue con todo contra Pepu Hernández. “Comprendo el papelón que le ha tocado”, dijo Ortega Smith. “Palabras bonitas dice, palabras bonitas es la justicia. Sigan con las palabras bonitas mientras ellos siguen rompiendo España”. De paso, golpeó a Ciudadanos. “Señora Villacís, bienvenida. Espero que apoyen el delito de rebelión”. Y Villacís, desde su silla, asintió: “Claro, claro”. La proposición se aprobó. PP, Ciudadanos y Vox votaron para que no se concedieran los indultos, aunque ya se habían concedido hace una semana.
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