La política exterior mexicana, enfocada principalmente hacia Estados Unidos, vivió este fin de semana uno de sus capítulos más controvertidos cuando el presidente, Andrés Manuel López Obrador, evitó felicitar al demócrata Joe Biden tras lograr derrotar a Donald Trump. La postura del mandatario ha generado una ola de críticas de congresistas demócratas, alabanzas de seguidores de Trump y desconcierto sobre la política de México hacia Estados Unidos. “Vamos a esperar a que las autoridades decidan sobre el ganador. No podemos actuar de forma imprudente. No solo es un tema de forma sino de fondo, de principios”, insistió el presidente este lunes durante su conferencia matutina, argumentando que la política exterior mexicana “debe guiarse por la no intervención y autodeterminación de los pueblos”. “No queremos tampoco que en nuestros asuntos haya injerencia”. “Tenemos muy buena relación con Trump, que ha sido de respeto y no tenemos problemas con el candidato demócrata Biden. Esperemos que las autoridades resuelvan. No vamos a actuar con imprudencia porque no somos jueces”, añadió.
El temor a que Donald Trump, que tendrá el poder hasta el 20 de enero, pueda adoptar medidas contra México, en temas económicos y fronterizos, sobrevuela como uno de las explicaciones que justifiquen la postura de López Obrador. No obstante, la única que ha dado el mandatario, radica, nuevamente, en él mismo. El presidente recurre a su experiencia para argumentar su negativa a felicitar a Biden, y es que no quiere que le suceda lo mismo que le pasó tras las elecciones de 2006, cuando perdió por 250.000 votos frente a Felipe Calderón y que dio pie a una larga crisis institucional. “Cuando nos robaron una de las veces la presidencia, todavía no se terminaban de contar los votos y algunos gobiernos extranjeros estaban reconociendo a los que se declararon ganadores. Todavía no había un cómputo legal y el Presidente de España, Zapatero, ya estaba felicitando a Calderón, una imprudencia”, dijo López Obrador para explicar su recelo a reconocer la victoria de Biden.
Aquel julio de 2006, José Luis Rodríguez Zapatero felicitó por teléfono a Calderón el día 7, cinco días después de las elecciones, varias horas después de que el Instituto Nacional Electoral (INE) terminara de recontar las actas y confirmara su victoria. El propio López Obrador no ha aceptado los resultados de aquella elección 14 años después y, a día de hoy la web oficial del Gobierno mexicano habla del mandatario como “presidente legítimo de México” entre noviembre de 2006 y 2012 cuando volvió a contender a unas elecciones.
Al margen de la cautela, la relación con Estados Unidos, a donde van el 90% de las exportaciones mexicanas, coloca al país junto a China, Rusia o Turquía. López Obrador se ha distanciado de su otro gran vecino y socio, Canadá, que felicitó a Biden el sábado como lo hicieron Boris Johnson, Angela Merkel, Emmanuel Macron, Giuseppe Conte, Pedro Sánchez o la Unión Europea. Incluso países con malas o tensas relaciones con Washington, como Irán, Cuba o Venezuela, se han referido a la victoria del candidato demócrata.
La rama más práctica del Gobierno mexicano, la que encarna su canciller Marcelo Ebrard, matizó la postura del mandatario: “Si se confirma (la victoria de Biden) habría varias áreas de oportunidad importantes (…) en materia económica”. Ebrard restó importancia a las críticas y dijo que “se van a quedar con las ganas” los que quieren un “pleito” con Biden.
La “prudente” postura de López Obrador es el epílogo a su particular relación con Trump quien, desde antes de su llegada al poder, hizo de sus ataques e insultos racistas a los mexicanos la base de su campaña. Sin embargo, la relación entre México y su vecino del norte es algo más que de dependencia, es vital, de ahí que sea considerado un asunto de política nacional. Casi el 90% de las exportaciones mexicanas van dirigidas al norte y, para Estados Unidos, México también es su socio comercial más importante, pues supone el 15% de las compras que hace el país, un porcentaje superior al de China o Canadá
La postura de López Obrador ha sido hábilmente aireada en Estados Unidos por los aliados de Trump para abonar la teoría del fraude creando de esta forma inéditos compañeros de viaje. Michael Jonhs, uno de los fundadores y líderes del movimiento de extrema derecha Tea Party, felicitó a López Obrador por hacer “lo que todos deberían estar haciendo” que es esperar a que “se investiguen y resuelvan las acusaciones de fraude e irregularidades sustantivas y creíbles”. La periodista Laura Ingraham, una de las presentadoras estrella de Fox News, también reprodujo el mensaje de López Obrador en su cuenta con cuatro millones de seguidores. A ella se unión Jhon Solomon, otro de los propagandistas de Trump. Sin embargo, también hubo reproches del bando demócrata. El congresista Joaquin Castro fue muy crítico con el presidente mexicano. “Esto representa un verdadero fracaso diplomático del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en un momento en que la administración entrante de Biden busca marcar el comienzo de una nueva era de amistad y cooperación con México”, escribió en Twitter, en línea con la postura de la congresista de origen mexicano Verónica Escobar, representante de El Paso, quien acusó a López Obrador de ser cómplice de Trump en la violación de los derechos de los solicitantes de asilo.
En México, Luis Carlos Ugalde, antiguo presidente del Instituto Nacional Electoral, criticó que López Obrador demuestra “falta de conocimiento” y califico el silencio de un “error estratégico”. Lo que pretende ser un acto de amabilidad para Trump termina exhibiendo resentimiento, dijo Ugalde, quien aclaró que en Estados Unidos “no hay una autoridad electoral que declare ganador y si López Obrador quiere que haya una declaración oficial, tendrá que esperar hasta el 14 de diciembre cuando se reúna el Colegio Electoral”, escribió en Twitter. El historiador Enrique Krauze, fuertemente enfrentado al actual Gobierno, se unió a las críticas y dijo que no felicitar a Biden “no es un error, es una aberración”.
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