Las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de mortalidad tanto en España como en el mundo. En su aparición intervienen numerosos factores de riesgo, y todos son evitables menos uno: la edad. Al corazón, como al resto de órganos y tejidos del cuerpo, le pesan los años. Las dolencias cardiacas se duplican a partir de los 50 años con cada década que cumplimos. Pero esa cuesta abajo en la funcionalidad del corazón puede ser suave o pronunciada en función de unos cuantos factores de riesgo. La fibrilación auricular y el colesterol LDL son dos de ellos. Controlarlos, mantenerlos a raya, es un reto de salud pública al alcance de la mano.
La fibrilación auricular es la más frecuente de las arritmias cardiacas y afecta a un millón de personas en España, según la Sociedad Española de Cardiología (SEC), de las que unas 100.000 están sin diagnosticar. En los pacientes con esta patología, el corazón se contrae irregularmente, la aurícula se queda casi parada, de manera que puede acumularse sangre en alguno de sus recovecos y formarse trombos. Lo más importante son las consecuencias que puede acarrear, como señala el profesor José Luis Zamorano, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid: “El mayor riesgo es el tromboembolismo, la embolia sistémica, y lo más incapacitante para un paciente es que sufra un ictus”. Se estima que la fibrilación auricular es responsable de uno de cada cinco casos de ictus.
A medida que cumplimos años aumenta la probabilidad de sufrir esta arritmia, por eso es clave diagnosticarla de forma precoz y tratarla para evitar un accidente cerebrovascular. “Con frecuencia descubrimos que un paciente tiene fibrilación auricular porque entra en la consulta hemipléjico, es decir, lo atendemos por la consecuencia directa de la arritmia”, señala el profesor Zamorano. Tratarla eficazmente no solo es importante para impedir que muchas personas mueran por un ictus, sino también para evitar la incapacidad que produce en otras muchas.
Se estima que la fibrilación auricular es responsable de uno de cada cinco casos de ictus. A medida que cumplimos años aumenta la probabilidad de sufrir esta arritmia
¿Cómo se trata un problema con secuelas en ocasiones tan graves? Para impedir que se formen coágulos se administra medicación que previene la formación de trombos. Con los tratamientos clásicos existía el riesgo aumentado de aparición de hemorragias. Sin embargo, los anticoagulantes orales de acción directa que se utilizan desde hace unos años “han disminuido el sangrado, son tremendamente seguros y mantienen la eficacia para prevenir el ictus o los fenómenos embólicos”, explica el profesor Zamorano. Los medicamentos actuales son tan seguros que “antes la pregunta era a qué paciente había que anticoagular, en función de los riesgos y de los beneficios, mientras que ahora es la contraria: ¿a quién no hay que administrar el tratamiento? Los anticoagulantes de acción directa se prescriben a casi todos los pacientes con fibrilación auricular”.
El colesterol capicúa
En la prevención de las enfermedades cardiovasculares también es determinante qué cantidad de colesterol circula por la sangre. Esta sustancia parecida a la grasa se encuentra en todas las células del cuerpo y en algunos alimentos. Hay distintos tipos y uno de ellos, el colesterol-LDL (c-LDL), se acumula en las arterias y las obstruye. Produce lo que se conoce como aterosclerosis. De ahí que el c-LDL se conozca popularmente como colesterol malo. Reducir sus niveles en sangre es un objetivo terapéutico prioritario porque se estima que tres de cada cuatro pacientes de alto y muy alto riesgo cardiovascular no alcanzan los objetivos de c-LDL aconsejados en las guías de práctica clínica, según revelan los estudios científicos.
¿Quiénes son pacientes de alto y muy alto riesgo? Entre otros, el profesor Zamorano cita a “aquellos que han tenido un evento cardiovascular, los que sufren hipercolesterolemia familiar, las personas con diabetes de larga duración o enfermedad renal crónica severa, así como aquellas que tienen varios factores de riesgo asociados”. En estos pacientes cuanto más bajo esté el colesterol y cuanto más rápida sea esa bajada en un paciente que lo tenía alto, mejor.
En la población general el c-LDL debe situarse por debajo de 116 mg/dL y, si en un análisis la cifra se sitúa por encima de ese registro, se prescribe dieta saludable y ejercicio físico regular. Sin embargo, en los pacientes de muy alto riesgo la cifra de c-LDL debe ser inferior a 55 mg/dL y en los de alto riesgo, inferior a 70 mg/dL. Además, en ambos casos, debe bajar un 50% el c-LDL que tenía el enfermo basalmente. Para lograrlo es imprescindible la ayuda de la medicación, “porque esos objetivos son difíciles de conseguir solo con dieta y actividad física que, por supuesto, el paciente tiene que hacer por la reducción del colesterol y por los aspectos psicosociales que aporta”, indica el profesor Zamorano.
Deberíamos tener educación sanitaria desde el colegio, que es donde se ponen las bases. Sería una estrategia con un rédito bárbaro
José Luis Zamorano, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid
Los especialistas disponen de arsenal terapéutico para tratar eficazmente y con seguridad a estos pacientes. Un arsenal que se ampliará en los próximos meses. “Disponemos de fármacos como las estatinas, eficaces y seguras. En un segundo paso, tenemos medicamentos que reducen la absorción del colesterol intestinal, que combinados con las estatinas, ayudan, pero a veces es necesario añadir más para llegar a esos objetivos”, explica el jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Ramón y Cajal. En este sentido, el profesor Zamorano añade que “en breve dispondremos de un nuevo fármaco de administración oral que ayudará a estos pacientes de alto y muy alto riesgo cardiovascular a alcanzar los objetivos de reducción de colesterol tal como nos dicen las guías de práctica clínica” .
Los objetivos están claros tanto en la reducción del c-LDL como en la fibrilación auricular, pero la medicina tropieza con un talón de Aquiles: el cumplimiento terapéutico. España, como otros países de la UE, tiene mucho que mejorar en este campo, según el profesor Zamorano, y para lograrlo la educación sanitaria es clave: “Deberíamos tenerla desde el colegio, que es donde se ponen las bases. Sería una estrategia con un rédito bárbaro”.
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